Sueños esféricos
  • No era la tarde para que el Sevilla abriera la puerta a otro escenario, pero el punto es de valor

Una bisagra sin engrasar

Nianzou, Óliver Torres y Pape Gueye celebran con Suso el gol del gaditano. Nianzou, Óliver Torres y Pape Gueye celebran con Suso el gol del gaditano.

Nianzou, Óliver Torres y Pape Gueye celebran con Suso el gol del gaditano. / Chema Moya (Efe)

AL sevillista le va a saber mejor el punto este lunes que en caliente, al acabar el partido en el pequeño terreno de juego de Vallecas, donde el fútbol siempre entra con calzador. Y más dulce aún que le sabrán las tablas si el mejorado equipo de Jorge Smpaoli es capaz de derrotar el próximo domingo a Osasuna, que tendrá la mente en la ida de las semifinales coperas que jugará ante el Athletic, en El Sadar, sólo tres días después. Si lo hace, se asienta en zona templada.

Tomábamos la visita al Rayo como uno de esos partidos-bisagra que pueden abrir una puerta a un escenario nuevo en la temporada. Ganar hubiera llevado al hincha a mirar la distancia con el descenso, sí, pero también a empezar a ilusionarse al girar la vista hacia arriba.

Pero la bisagra no estaba aún bien engrasada para dar el golpe de mano al sur de Madrid. Al final, las ocho bajas sevillistas, que forzaron a Alex Telles a jugar (sin presencia alguna por arriba) como central, el corto periodo de descanso desde la goleada al PSV y las propias carencias naturales de la plantilla (Rafa Mir está hoy muy lejos de En-Nesyri) acabaron pesando mucho en la segunda parte.

También a Sampaoli debieron cegarle los reflejos de la luna en el palco en el que sufrió el partido y le echó a la bisagra un puñado de arena al desplazar a Montiel al eje del centro del campo. Si un plan funciona, y en la primera parte así fue salvo en lo que a Rafa Mir concernía, un entrenador está para reajustarlo para mejor, no para desvirtuarlo.

Y si al Sevilla le faltó nivel para rematar lo que había empezado ante el competente bloque de Iraola, sí que le sobra nivel en un puesto que suele salvar puntos. Bono sacó una mano asombrosa, otra más, para desviar ese balón que la huesuda rodilla de Navas ínyectó de veneno en el tiro final de Álvaro. Si no aparece la manopla del marroquí, ese punto esfumado hubiera sido mucho más valioso para el que hoy lamenta el empate...

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