Un éxito correcto, sin amateurismo (4-1)
Real Madrid-Sevilla | la crónica
El Sevilla sella su cuarta plaza, una magnífica clasificación, pese a caer goleado en el Bernabéu.
Sampaoli no fue capaz de recortar la distancia.
Jorge Sampaoli se despidió prácticamente del Sevilla con una goleada en contra en el Santiago Bernabéu, aunque el argentino podría estar orgulloso del trabajo realizado durante su estancia en el club del Ramón Sánchez-Pizjuán. Los suyos ya tienen la cuarta plaza asegurada y eso no es un logro al alcance de cualquier equipo del fútbol español; no en vano, por mucho que desde el exterior algunos intenten vender que es una cuestión depresiva incluso, sólo están por delante Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid. Por detrás, hay otros 16 clubes, lógicamente, pero el 4-1 encajado por los nervionenses contra el Real Madrid es un perfecto compendio de lo que fue el curso en lo referente a las sensaciones.
Porque el Sevilla alcanzó un éxito al que no llegaba desde 2010, desde aquel gol de Rodri sobre la campana en Almería, pero lo hizo como si se hubiera limitado a hacer un buen trabajo, sin ninguna emoción adicional. Es lo que tiene estar pregonando todo el curso ese pretendido amateurismo que lo debía conducir a rebelarse ante los grandes del balompié patrio y acabar sucumbiendo a la realidad de que el Madrid, por citar al adversario de esta ocasión, está a una distancia tan sideral que lo derrota por 4-1 sin necesidad de desarrollar un excelso juego. Es más, el Sevilla, en ese sentido, fue incluso superior a los que más cerca tienen el título liguero durante muchas fases del litigio.
Por eso el amateurismo, al final, fue algo más efectivo que efectista, tuvo que ver muchísimo más con los resultados, que ésos son inobjetables y ahí están los datos para corroborar la cuarta plaza a falta de una jornada para el cierre del torneo liguero, que con el estilo en sí. La idea casi como sinónimo de rebelión que tanto pregonó Sampaoli en su llegada sólo apareció en determinados momentos, menos de los que se preveían, y hasta en el tramo final lo más habitual ha sido la presencia de dos pivotes defensivos, por mucho que uno de ellos fuera N’Zonzi, en la mayoría de las citas. Más o menos como todos los técnicos en resumidas cuentas.
En la visita al Real Madrid no iba a ser una excepción y Sampaoli, con todas las bajas acumuladas durante la semana, planteó el juego con Kranevitter como escudero de N’Zonzi. Atrás partía una defensa de cuatro en la que Lenglet era un lateral más que competente y arriba estaba Jovetic con la compañía de Vitolo y Correa en los costados. La sorpresa, agradable con el transcurrir de los minutos pese a que fuera por un problema físico de Franco Vázquez, era la reaparición de Krohn-Dehli después de un año varado por su lesión.
Con semejantes elementos el Sevilla pretendía apelar a la línea más amateurista, en el sentido positivo, pero lo que se encontró fue justo lo contrario cuando defendió una falta en el borde del área como ni siquiera se hace en las categorías regionales. Es verdad que el balón no estaba donde se produjo la falta, que Undiano estorbaba en medio, que Kranevitter ayudaba a levantarse a Marco Asensio, pero no ponerse ningún futbolista delante del balón... Eso es un error de parvulario futbolístico, más amateur que profesional, está claro.
El Sevilla, merced a esa acción impropia de una escuadra profesional, casi arranca por detrás en el marcador, un castigo que se incrementó cuando a Kranevitter le robó Asensio una pelota por detrás y Cristiano Ronaldo firmaba el segundo de manera tremendamente cómoda. Pero justo en ese momento, cuando se pudieron derrumbar perfectamente, Jovetic y compañía se liberaron de la presión y dejaron unos buenos minutos de fútbol en el Bernabéu.
Con Krohn-Dehli en apoyo de N’Zonzi en todos los movimientos del balón de mediocampo hacia arriba, los futbolistas que vestían de rojo aprovecharon la dejadez de un Real Madrid que ya se veía ganador con el 2-0. Jovetic ya había advertido con un lanzamiento a la cruceta y un disparo que obligó a una buena parada de Keylor Navas poco antes del segundo tanto local y desde entonces el montegrino tuvo varias oportunidades para recortar las distancias, particularmente en un balón picado al larguero y en un disparo que obligó a un paradón del meta costarricense.
También Correa tuvo una clarísima, pero el Sevilla mostraba que su debe estaba en las áreas. Sí, el toque del balón era exquisito, pero arriba desaprovechó oportunidades clarísimas y atrás no pudo estar más dadivoso en los dos goles concedidos.
Al intermedio, pues, se arribaba con sensaciones de lo más contradictorias, ya que el juego y las ocasiones de gol no se correspondían en absoluto con la distancia que indicaba el marcador del Santiago Bernabéu. A la hora de agitar a los suyos, el técnico de Casilda sacó a Pareja y metió a Montoya para disponer un equipo con tres defensas. Y el arranque del segundo periodo no pudo ser más prometedor para los sevillistas, que hallaron a Jovetic como un eficaz rematador en una de las acciones en las que combinaron en torno a N’Zonzi, en este caso a través de Vitolo. El montenegrino concretó con un espectacular golpeo con el interior del pie desde el borde del área.
Restaba un periodo entero por delante y el equipo de Sampaoli tenía motivos para ilusionarse, principalmente porque su dominio del centro del campo era nítido. Entonces se debió ir expulsado Morata por un pelotazo de desaire a Undiano cuando ya le estaba mostrando la primera amarilla, pero, claro, eso, en semejante escenario, era un imposible. Zidane, que también ve el fútbol por supuesto, lo tuvo claro: Casemiro y Lucas Vázquez por James y Morata. Y ahí se acabó todo para el Sevilla, que ya fue incapaz de llegar con peligro real hasta Keylor Navas. Las distancias volvían a ser evidentes hasta para el teóricamente rebelde Sampaoli. Su trabajo ha sido bueno, correcto, pero le faltó ese punto de amateurismo que tanto pregonó.
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