"Hemos prestado el servicio a España que se nos pedía"
VI premio manuel clavero | Discurso de manuel olivencia
Cuando Persán y e Grupo Joly tuvieron la feliz iniciativa de crear este Premio, la aún más feliz de bautizarlo con el nombre de Manuel Clavero y la menos feliz de designarme Presidente del Jurado, yo, malévolo, le dije a Manolo Clavero: "Le ponen tu nombre y me nombran presidente del jurado para no darnos el Premio".
Me equivoqué y pido perdón. Tras cinco ediciones de presidente del jurado, con la satisfacción de conceder el 'Manuel Clavero' al cardenal Amigo Vallejo, al empresario José Manuel Lara, al psiquiatra Luis Rojas Marcos, al político Felipe González y a la pintora Carmen Laffón, recibí este año la visita de los José, Moya y Joly, para notificarme que no podían reelegirme Presidente del Jurado porque se había presentado una propuesta de concesión del Premio a mi favor.
Nombraron Presidente a José Luis Ballester, perfectamente recusable por amistad íntima y, en efecto, me otorgaron el Premio ¡Gracias!
Lo tuyo, Manolo, tiene peor arreglo. Tú no sólo das el nombre al premio, sino que eres su paradigma, el modelo de las virtudes que se reconocen a quienes se les concede. Y son, esencialmente, virtudes cívicas, ciudadanas, relativas al civismo, al correcto comportamiento del ciudadano en la convivencia social.
Del mismo modo que decía que la iniciativa de crear el Premio era feliz porque nacía de la sociedad civil, de una empresa y de un grupo de medios de comunicación, elogio el ejemplo feliz de Manuel Clavero como modelo de ciudadano, cives, miembro de la civitas, raíz de donde deriva un término tan importante como civilización.
La sociedad civil necesita vertebrarse en entes intermedios entre el individuo y el Estado. La nuestra es todavía deficitaria, poco vertebrada, porque todo lo espera o todo lo imputa al Estado, desde el maná de las subvenciones a las calamidades de las inundaciones… o de la sequía. El administrado frente a la Administración, como en el contencioso-administrativo de tus amores, querido Manolo. Pero tú demuestras que hay más vida al margen del contencioso y eres un buen ciudadano, un buen maestro, un buen profesional, un gran abogado.
Por cierto, es la primera vez que el Premio recae en un jurista. Felipe González es licenciado en Derecho y ha ejercido la abogacía, pero su profesión es la política. Tú y yo somos juristas, que hemos dedicado la vida al Derecho, a enseñarlo, a interpretarlo, a aplicarlo, a investigarlo, a crearlo; a servir a la Justicia y a pedirla.
Y yo te he seguido en esa senda, porque, aunque seamos de la misma generación, la de 'los niños de la guerra', tú, siempre más que yo, eres mayor. Coincidimos en la Facultad de estudiantes: tú, en cuarto cuando yo estaba en primero. Dos años más tarde, te convertiste en maestro mío cuando impartiste a mi curso tu primera clase en la cátedra de don Carlos García Oviedo, supliéndolo durante una enfermedad.
En el viaje de fin de carrera, el verano de 1951, recibimos de don Miguel Royo la gran noticia: habías ganado la cátedra de Derecho Administrativo de Salamanca a los 25 años de edad. Tú ya eras catedrático cuando yo fui nombrado ayudante. Poco después, volviste a Sevilla, a suceder a tu maestro en la cátedra, y te colegiaste como abogado.
Yo tardé un poco más, pero, imitándote, sucedí a mi maestro en la cátedra de Derecho Mercantil de Sevilla, me di de alta en el Colegio y así, imitándote, he sido también maestro, en la Universidad y en la abogacía, que ha creado escuela y ha triunfado, porque algunos de mis discípulos me han superado.
Cuando llegué a la cátedra de nuestra Facultad, te arrebaté el record de catedrático más joven, que pronto me quitó Jaime García Añoveros. Pero conservamos otro record: somos los únicos supervivientes de aquella pequeña Facultad de grandes maestros.
La Administración nos jubiló; a ti, a los 65 años, en aquella injusta criba socialista, pronto rectificada. Pero en la abogacía, seguimos; tú has cumplido 60 de ejercicio; yo voy por los 57, que no está mal. Estoy integrado en un gran despacho, rodeado de medios informáticos que manejan con soltura secretarias y asistentes, pero sigo siendo como tú, abogado de artesanía, amanuense, escribiente a mano.
Siempre más que yo, llegaste a Rector; yo no pasé de Decano. Lo fui, detrás de ti, de Derecho y cuando de Rector conseguiste la creación de la Facultad de Ciencias Económica y Empresariales, me propusiste como Decano-Comisario. Hemos lidiado juntos, tú de matador y yo, de peón, duras corridas en el coso universitario.
Te inventaste un plan de estudios y yo bregué en ese toro.
Tu Rectorado no respetaba ni el descanso dominical de los miembros de la Junta de Gobierno. Si había alguna amenaza para el lunes, convocabas Junta de Gobierno; eso sí, en tu casa. Permíteme que desvele dos anécdotas para demostrar que también eras más bético que yo. Una tarde de domingo presidías la Junta acompañado de un transistor, publicidad de una firma de neumáticos, con bajo volumen hasta que tú lo elevabas cuando decía: "Conectamos con el Benito Villamarín", e imponías el silencio hasta saber el resultado: sigue el 0-0. Las conexiones con el Villamarín eran normales y no necesitaban explicación; pero cuando el transistor dijo: "Conectamos con la Creu Alta, Sabadell-Mallorca", y ordenaste silencio, te viste obligado a justificarlo y, con la misma seriedad con que dirigías la Junta de Gobierno de la Universidad, dijiste: "Este partido es muy importante, porque de ganar el Mallorca puede superar al Betis".
La otra anécdota se refiere a la final de la I Copa del Rey Juan Carlos que ganó el Betis. Veíamos el partido en mi chalet de Villanueva del Ariscal. Cuando Esnaola marcó su penalti, saltaste del sofá, superaste la mesa de mármol que tenías delante y le diste un abrazo al televisor. El Betis, campeón.
Y en la vida pública, tú y yo acudimos a los puestos de responsabilidad cuando nos llamaron, y dimitimos cuando lo creímos conveniente. Tú, siempre más, llegaste a ministro; yo, no pasé de subsecretario.
Lo fui de Educación y, con el mismo rango, lo fui como Comisario General de la Expo 92. Cuando vi que el 'tema de Estado' al que había sido llamado se convertía en tema de partido, dimití y mi dimisión no fue aceptada porque supondría un escándalo internacional en perjuicio del éxito de la Expo. Consentí en la continuidad hasta que, por ejercer las funciones de mi cargo y velar por el respeto al Derecho, resulté molesto y entonces también, peligroso para el éxito de la Expo, por lo que se quiso aceptar mi dimisión que entonces yo me negué a presentar. Obligué a acordar un cese puro y simple, al negarme a que se disfrazase de dimisión la dura y ruda alternativa de "o ese o yo" que motivó mi salida.
Pero algo hice en siete años de trabajo, de la nada a la mejor Exposición Universal de la historia.
Hemos prestado, tú y yo, el servicio a España que se nos ha pedido. Quiero añadir que no he pertenecido a más partido que al Social Liberal Andaluz que tú fundaste (PSLA) y que me negué a su integración en UCD, porque creí que ésta debía ser una federación y no una fusión de partidos que se extinguían. Creo que la historia me dio la razón. Ya no hubo resurrección ni refundación de un partido andaluz.
Me siento orgulloso de los éxitos obtenidos en la cátedra y en el foro. He contribuido algo a modernizar el Derecho español. He sido, como tú, renovador, vanguardista, pionero… progresista en el más digno significado de la expresión, en muchas facetas, fundamentalmente en el ámbito de las sociedades mercantiles y su gobierno corporativo y en el Derecho Concursal, casi medio siglo de trabajo dedicado a su reforma, desde el Anteproyecto de 1958 hasta la Ley de 2003.
He contribuido a la unificación y armonización internacional del Derecho mercantil desde la privilegiada Delegación de España en Uncitral, a la que me llevó mi maestro Joaquín Garrigues en1973 y presidí tras su muerte. Nunca he visto máreconocido mi trabajo que entre mis colegas extranjeros de la Comisión, cuyo L Aniversario ya hemos celebrado.
Pero no todo han sido triunfos y éxitos en mi carrera. Sí, he tenido la fortuna de crear con una esposa ejemplar una familia ejemplar. Cuatro hijos nacieron de ese matrimonio, todos en Sevilla, pero aquí murieron dos, Javier, con tres años, y Luis Manuel, con 53. De la pérdida de Luis no hemos conseguido levantarnos. Y eso que nos ayudan nuestros hijos, Macarena y Javier, Daniel y Rocío, Sofía, y nuestros nueve nietos, el tesoro de la familia.
Y vosotros, mis amigos, porque la vida es camino que se hace en compañía y vosotros me asistís en los tramos difíciles y, como esta noche, a compartir mis alegrías. Muchas gracias.
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