Una muralla para aparcar
tribuna de opinión
Reclama la urgente revisión de los daños y grietas que sufre el tramo de la muralla que hay detrás de la Consejería de Salud de la Avenida de la Constitución, y que se abra a visitas del público
Hace algunos días una amiga, historiadora del arte, me envió esta fotografía, tomada en un lugar muy céntrico de nuestra ciudad. En ella pueden verse varios automóviles y motocicletas aparcados junto a un imponente lienzo de nuestra mejor muralla almohade. Me manifestó su sorpresa e indignación porque lo que en cualquier ciudad europea sería objeto de respeto, conservación y puesta en valor ante propios y extraños, aquí queda oculta y destinada a tan inadecuado uso, consideración que comparto plenamente.
¿Y cuál es ese lugar céntrico? Muy cerca de la Catedral: en la parte trasera del edificio de la Consejería de Salud, en la Avenida de la Constitución y tiene su acceso (restringido) por la calle Federico Sánchez Bedoya, desde la que podría contemplarse si no lo impidiera un cerramiento, alto y opaco, de chapa metálica. Esta muralla no formó parte del recinto defensivo exterior de la ciudad sino de otro, más desconocido, interior al mismo. Por uno de sus extremos se dirige perpendicularmente hacia aquel, cuyo trazado, proveniente del Postigo del Aceite, discurre por las medianeras de la calle Arfe en busca de la desaparecida Puerta del Arenal, en la confluencia de García de Vinuesa, Harinas y Castelar y, por el otro extremo se dirigía hacia la antigua mezquita aljama, a la altura aproximada de la actual puerta de San Miguel. Delimitaba un antiguo recinto almohade denominado Alcazaba Interior o Alcazaba de San Miguel. Este muro torreado, ya en época cristiana, continuaba hasta las gradas de la catedral, a cuya altura se abría un gran arco o puerta. La torre, que se advierte a la derecha de la fotografía, es la que, según el investigador José Sánchez Herrero, se conocía como "torre de las campanas gordas" porque se estuvo utilizando como campanario de la Catedral hasta la culminación de la Giralda. No es, por tanto, un fragmento más de la cerca islámica, sino un elemento singular, indicativo de los distintos recintos amurallados de nuestra ciudad e ilustrativo de su historia.
Este fragmento exento de muralla que nos ocupa tiene visibles en la actualidad unos 70 metros de longitud, conservados en toda su altura y con su almenado completo, además de dos robustas torres, de los que, aproximadamente, sólo unos 30 metros de su cara externa pueden apreciarse desde la Plaza del Cabildo. Aunque, en esta fotografía, su aspecto en general pueda parecer aceptable, en otras imágenes más detalladas se aprecian varias preocupantes grietas verticales en esta primera torre y, sobre todo una de mayor anchura en la propia muralla, junto al costado derecho de la torre, además de abundante vegetación parásita que, como sabemos, es un constante peligro para la estabilidad de su fábrica. Dado que tanto la muralla como el espacio libre contiguo son de titularidad pública (Ayuntamiento y Junta de Andalucía) estimo que a la mayor urgencia debería, por parte de los técnicos correspondientes, procederse a la revisión, estimación de daños y consolidación de tan importante Bien de Interés Cultural. Y ello, además, como paso previo a su apertura al conocimiento y disfrute público de esta parte de nuestro patrimonio más desconocido y poco valorado, incorporándolo a los itinerarios turísticos y culturales de nuestra ciudad, liberándolo del inadecuado uso actual.
En este punto no puedo por menos que referirme a la sorprendente relación que, en nuestra ciudad, parece vincular la muralla islámica con los aparcamientos de vehículos. Muy cerca, en la calle Santander, podemos comprobar el lamentable caso del espacio libre del antiguo Corral de las Herrerías, que forma parte del conjunto declarado Monumento Histórico Artístico de la Casa de la Moneda. Este espacio, de propiedad municipal, que históricamente siempre estuvo cerrado, aparece ahora completamente abierto hacia la calle, estando conformado en sus restantes lados por el antiguo Real Horno y las Hornazas de dicha Fábrica, por dos paños de la muralla almohade formando ángulo y rematado por la Torre de la Plata. Tan significativo enclave histórico podría haberse tratado, con una mínima inversión, como un espacio libre singular, dotándolo de arbolado y zonas de estancia. Por el contrario, desde hace ya bastantes años, permanece acondicionado exclusivamente como aparcamiento de pago. A este sinsentido ha venido a unirse, muy recientemente, un nuevo aparcamiento, de pago y en superficie, en las inmediaciones de la iglesia de la Hermandad de los Gitanos y que también afecta a una muralla: la no hace mucho tiempo recuperada y restaurada cerca islámica que discurre por el interior de los jardines del Valle y que le sirve como cerramiento. Tres ejemplos del poco cariño con el que la ciudad trata a los vestigios de su pasado. Aunque muchas veces se ha excusado el deficiente estado de nuestro patrimonio edificado por culpa de las carencias económicas, más lamentable nos parece la falta de interés que se está mostrando en conocerlo, respetarlo y ponerlo en valor. Triste destino de parte de nuestro mejor patrimonio.
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