La invasión de las aves exóticas
En los parques de la ciudad proliferan las colonias de pájaros foráneos que pueden ser una amenaza para las especies locales
¿Un problema para las especies autóctonas de la ciudad o una curiosidad simpática y divertida? Desde los años 90 han proliferado en los parques de Sevilla hasta ocho especies exóticas de aves provenientes de África, América o Asia. Las cotorras de Kramer y Argentina, el lorito senegalés o la tórtola turca, entre otras, se han convertido en habituales de las copas de los árboles sevillanos y, con un poco de atención, no es difícil distinguir su vuelo en el Parque de María Luisa, la antigua huerta del Convento de Santa María de las Cuevas o el Alamillo.
El origen de estas nuevas colonias de aves se debe fundamentalmente a la acción del hombre. "Es fácil llegar a una tienda de animales y encapricharse de una cotorra de Kramer: su cuerpo de un verde intenso, su larga cola, su pico rojo... Toda una belleza. El problema es cuando llegas a casa y empieza a emitir unos sonidos ensordecedores que te pueden volver loco. Entonces, lo normal, es abandonarla". Mientras pasea por el Parque de María Luisa, el ornitólogo de la la Oficina de Sostenibilidad de la Universidad de Sevilla José Luis López recuerda como fue en esta zona verde, junto a los jardines del Alcázar, donde se detectaron las primeras colonias de cotorras de Kramer, sin duda el pájaro exótico que, junto a la tórtola turca, más ha medrado en los cielos de la ciudad. "Viven en las copas altas de árboles grandes, como los plátanos de indias o los eucaliptos, y aun así su sonido metálico puede llegar a ser ensordecedor". Cierto. Por un momento, el parque se asemeja a una jungla. La emoción del periodista es pesimismo en el científico: "No dejan escuchar el trino del petirrojo".
La adaptabilidad de la cotorra de Kramer, un psitácido con subespecies en África e India, es apabullante. "Los he visto comer sin ningún problema los frutos verdes de los cipreses de la Cartuja, esas bolas durísimas que no se consiguen aplastar ni con la suela del zapato. Se los comen como pipas", sonríe José Luis López. Otras especies no tienen esa suerte. Por ejemplo, hace un par de años, junto al parque de San Jerónimo, en el cauce del río, se llegó a registrar una colonia de unos 100 ejemplares de simpáticos pájaros diamantes. Una ola de frío los mató a todos. La naturaleza, aunque se idealice, es eso: la ley del más fuerte.
Junto a la de Kramer, hay otra cotorra que tiene éxito en la ciudad: la llamada gris de Argentina. Se pueden distinguir en las palmeras, su árbol favorito, de la Casa Cuna, junto a la avenida Manuel del Valle. En Sevilla, por ahora, no suponen un gran problema, pero en Barcelona son ya una plaga que genera las mismas antipatías que las palomas por estas latitudes. "Realizan pequeños túneles, como apartamentos, en la zona de las hojas más viejas de las plameras, que pueden llegar a desplomarse. Todo un peligro para el transeúnte", advierte Manuel Enrique Figueroa, catedrático de la Hispalense y director de la Oficina para la Sostebilidad de la misma.
Algunas especies se han introducido por la acción de los cetreros. Recientemente, alguien perdió una hembra de azor de Harris, rapaz americana conocida como la paloma de la cetrería debido a su bajo precio en el mercado (una web vende por 600 euros la hembra y 400 euros el macho), por lo que se ha convertido en la especie favorita de los que se inician en este antiguo y noble arte. El ejemplar terminó en el Parque del Alamillo, donde encontró un macho con el que formó nido y llegó a criar tres pollos, todo un récord para este tipo de aves. Los dos azores estaban perpetrando una auténtico estropicio en la fauna del Alamillo, especialmente en los lagartos ocelados, especie endémica de la Península Ibérica con problemas de conservación, y en la población de urracas, la única que se puede encontrar en los parques de la ciudad. Finalmente se capturaron y enviaron a un centro especializado. "No sé si las eutanasiaron", comenta con frialdad José Luis López.
Aunque su aspecto no recuerda a lo que comúnmente conocemos como un ave exótica, la tórtola turca es quizás el pájaro invasor que más ha proliferado en la ciudad. Su aspecto puede ser confundido por el de una paloma por las personas poco dadas a la observación ornitológica. Hoy en día se puede encontrar en cualquier parque, plaza o iglesia de Sevilla.
El ejemplo del azor de Harris es un tanto extremo. En la actualidad, los ornitólogos están investigando si las colonias de aves exóticas suponen un peligro para las especies autóctonas, al competir con ellas por el alimento, las zonas de nidificación, etcétera. "A mí en principio me parece una cosa simpática, pero podría dejar de serlo", afirma Manuel Enrique Figueroa. Para apoyar esta reserva del ornitólogo existe una amplia literatura científica en contra de la proliferación de especies foráneas en los ecosistemas. En Sevilla, el tiempo y los especialistas dirán.
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