"Mi gran aportación política es haber servido de espejo para otras mujeres"
Amparo Rubiales
La primera y la única en algunos escalones de la vida pública, tuvo el privilegio de formar parte de la corporación municipal de 1979 y, aunque nunca le agradó la arena local, repitió en 1991. Dos paréntesis, primero en el PCE y después en el PSOE, en toda una vida dedicada a la política y a la lucha por la igualdad.
Hija de un juez jiennense del franquismo, estaba predestinada a ser esposa y madre, como muchas de las mujeres de su generación, pero, para disgusto de su familia, desbarató todos los pronósticos y formó parte del grupo de jóvenes que trajeron la democracia a España. Amparo Rubiales Torrejón (Madrid, 1945) estudió Derecho en Sevilla, pero quería ser actriz. Le tocó vivir la dictadura, lo hizo luchando contra Franco y, una vez que dio su primer paso en política, ya no pudo parar hasta completar una destacada carrera de tres décadas que acabó en 2004. Se afilió en 1975 al PCE y en 1982 se dio de baja y entró en el PSOE. Ha sido concejala y vicepresidenta de la Diputación, senadora, diputada y la primera mujer que formó parte del Gobierno andaluz. También delegada del Gobierno, la primera mujer y única mujer que ha ocupado este cargo, vicepresidenta segunda del Congreso y ahora es miembro del Consejo de Estado. Activa dirigente feminista del PSOE se dedica a promover la igualdad de la mujer y a ayudar a muchas a subir las "empinadas cuestas" que se recuerdan cada año con motivo del 8-M, Día de la Mujer Trabajadora. Tiene su despacho profesional en la Plaza Nueva, por donde pasea con sus cuatro nietos en un momento de su vida, dice, de absoluta plenitud.
-La primera concejala, la primera consejera de la Junta, la primera delegada del Gobierno...
-La primera y, en el último caso, la única. En el Ayuntamiento de Sevilla fui la primera junto a la andalucista Mercedes Gamero, que se retiró pronto. Quizás he sido la única que ha continuado en política tanto, 30 años en cargos públicos.
-¿Y alguna vez dejará la política?
-Es como un veneno que te inoculan. Estar aún en la Ejecutiva regional del PSOE me hace mantenerme al tanto de la actualidad y luego están las tertulias, los artículos y mis amigos, que son políticos.
-Si mira al Ayuntamiento hoy, ¿se reconoce en las actuales ediles?
-Hay muchas diferencias. Yo, al haber sido casi la única siempre, he estado más bajo el foco.
-¿Y eso es bueno o malo?
-Se hablaba mucho de mi condición de mujer, de cómo iba vestida, el día de la toma de posesión llevaba un traje amarillo, recogían si llevaba sujetador o no... Hoy somos más mujeres y hemos conseguido que las cosas cambien, aunque se sigue hablando de la vestimenta de las ministras... Yo peleaba contra todo eso y contra el lenguaje.
-¿Cómo le llamaban?
-Concejal, no concejala. Y me quisieron llamar vicepresidente de la Diputación, pero conseguí que no. Ahora esto está asumido en España. Al principio la gente se rasga las vestiduras por decir una palabra en femenino y luego se acostumbra. Víctor García de la Concha, con quien coincido en el Consejo de Estado, me dice que el lenguaje no lo hace la Real Academia de la Lengua, sino la sociedad, pero alguien deberá empezar a hacerlo, ¿no?
-¿Y acabará la sociedad haciendo suyo el término miembra?
-Sí, a pesar del escándalo que se organizó [cuando lo pronunció la ex ministra Bibiana Aído]. Pasar de tener una representación del 40% en las instituciones a no tener cuota ha sido un trabajo muy grande de una generación de mujeres entre las que me incluyo.
-¿Qué responsabilidad asumió en su primer mandato como edil?
-Tengo que confesar que no me gusta la política municipal, es la más dura de todas y la más complicada y hay que tener mucha vocación, y hay compañeros y compañeras que la tienen.
-Pues estuvo dos veces en el Ayuntamiento...
-Sí, para no gustarme, está bien. Y ninguna agoté el mandato. Alguna vez me han dicho que fue una lástima que abandonara porque podría haber sido alcaldesa. Pues menos mal que me fui.
-Decir que no le gusta la política municipal quizás no sea muy correcto políticamente.
-Normalmente está mal visto porque es la política más cercana, lo sé, pero es muy agotadora, ir a todas las velás de barrios, a todas las asociaciones... me gusta más la política teórica, a lo mejor es que soy mucho peor política.
-¿Y no le gustó formar parte de la primera corporación del 79?
-Eso fue otra cosa. Fue una suerte. Esa fotografía que nos hicimos en la escalera del Ayuntamiento el día de la toma de posesión es única, tiene un valor simbólico irrepetible. Y aquella primera Feria de Abril... La derecha nos tenía crucificados.
-¿Qué decían?
-De todo y tonterías. A Luis Uruñuela y a mí nos sacaron en un periódico una foto donde él iba con sombrero de ala ancha y yo con traje de flamenca y ponían debajo: "Aunque no lo parezcan son el alcalde y la vicepresidenta de la Diputación". Y estábamos en la caseta de la Feria... Si hubiéramos ido vestidos de otra forma, nos dirían que no parecíamos sevillanos.
-Compatibilizó la Diputación ¿con qué otro cometido municipal?
-Fui delegada de Sanidad y no sabía ni una palabra de ello. Luego protesté porque también tenía Cultura y la Diputación.. y entonces pasé a Propiedades. Y así hasta que dejé todo eso porque salí del PCE y me fui al PSOE. Me cogió la crisis del partido, de los renovadores, nos fuimos yendo varios y entonces me llamó Rafael Escuredo. Hice lo mismo que Rosa Aguilar, pero 30 años antes.
-¿Por eso no siguió?
-Sí. Mi idea era terminar en el Ayuntamiento y volverme a mi casa, a la Universidad. Pero se cruzó otra cosa... Para mí la política es como una bola de nieve, empiezas a rodar y rodar... y hasta 2004.
-Ahora que hablamos de las diputaciones, el debate se ha abierto, ¿cree que son necesarias?
-No prescindiría de ellas, pero sí las reordenaría. Creo que tienen un papel muy importante de asistencia técnica y económica a los municipios más pequeños y no veo bien que desaparezcan.
-¿Cuál ha sido su gran aportación como política en Sevilla?
-No lo sé. En estos últimos años me estoy dedicando más a temas de igualdad. Creo que lo más importante que he hecho es haber servido de espejo a las demás mujeres para decirles que se puede y se debe hacer política. Y se puede tener hijos, aunque con muchas dificultades. Yo escapé a las reglas y pude hacer muchas cosas que otras no pudieron. Yo llevé el debate del aborto al Ayuntamiento, cuando lo de la clínica Los Naranjos, y estuvo a punto de romperse la coalición de gobierno. Estoy orgullosa de ello.
-Eso le acarrearía algún que otro problema familiar, ¿no?
-He dado grandes disgustos a mi familia, a mi madre sobre todo: me casé por lo civil en 1971, entonces había que hacer apostasía; fui candidata en el 77 al Senado por el PCE; y luego, en el Ayuntamiento, el aborto. Yo declaré públicamente que había abortado.
-¿Era una forma de protestar?
-Era mentira, sólo quería defender ese derecho de la mujer, es un derecho, no un deber. Salió en el Abc y me encontré al día siguiente a uno por la calle y me dijo, muy bajito: ¿Cómo te encuentras, hija? Yo le dije que bien... O sea, que se había creído lo del periódico.
-¿Por qué volvió en el 91 con Luis Yáñez al Ayuntamiento?
-Me sentó como un tiro. Si en el 79 fue un orgullo y recuerdo los nombres de todos los miembros de la corporación, no puedo decir lo mismo de la del 91. En la primera nació mi relación con Víctor Pérez Escolano, mi marido desde hace ya 23 años. Los de la primera corporación nos hemos vuelto a ver y tengo buena relación con todos. Luego volví porque el PSOE se empeñó en que yo tenía que reforzar la lista.
-¿Quién la propuso?
-Me lo dijo Carlos Sanjuán y yo decía pero por qué... Aunque Luis Yáñez, que tampoco quería ser candidato, dice que lo propuso él. Yo era senadora, no me gustaba la política local, me encantaba ir a Madrid y eso que todavía no había AVE. No pude decir que no al partido
-Y ganaron, pero no gobernaron.
-Sí. Luis se fue a los tres meses y yo me fui al año y pico a la Delegación del Gobierno. Me llamó Corcuera. Seguramente no debimos hacerlo, nos fuimos los dos primeros de la lista, pero así fue y no sirve de nada mirar hacia atrás. Después vino Monteseirín y ha estado 12 años. O sea, que nada es irreversible.
-El momento actual quizás recuerde en algo a esas elecciones de 1991: un partido desgastado, crisis, escándalos...
-Ese mandato lo recuerdo con auténtico terror. Yo no lograba entender a Alejandro Rojas Marcos, tan sólo recuerdo con satisfacción que las tres portavoces del PSOE, PP e IU éramos mujeres. Soledad Becerril, siempre adversaria política mía pero nos llevamos bien, somos de la misma generación y hay quien nos confunde; y Rosa Bendala, una gran mujer y una gran política, es una pena que esté retirada. Ninguna nos entendíamos con Rojas Marcos, el alcalde. Entonces le llamaban Kodak Marcos, era la pre Expo y se inventaba cada día una cosa fastuosa. Fue una época muy dolorosa para el PSOE, había hecho la Expo y la inauguró el PA.
-¿Qué papel jugaron las pugnas internas que había en su partido?
-Bueno, todavía volvimos a ganar en el 93 las generales, contra todo pronóstico. Las cosas nunca son iguales. Alfredo se va ahora porque quiere y Del Valle se fue porque le sustituyeron. No creo que el ganador vaya a ser Juan Ignacio Zoido. Juan Espadas va a ganar.
-¿No se cree las encuestas?
-No. Creo que esta vez el PSOE ha logrado acertar con el candidato.
-Quizás lo que más juegue en su contra sea...
-La crisis económica, sin duda. Es algo tremendo y se agravará ahora con el tema del petróleo y los países árabes.
-¿Es Espadas un buen candidato que ha llegado en mal momento?
-Tiene algo muy bueno, que no produce rechazo a nadie. Eso es muy difícil. Yo, por ejemplo, tengo grandes amores y grandes detractores. Y todavía tiene dos meses para ir por los barrios. La clave es la abstención y la movilización. Sevilla es de izquierdas.
-Curiosamente, como ya ocurrió en el 91, Alfonso Guerra también estará apoyando la campaña.
-Siempre ha tenido mucho protagonismo en Sevilla.
-Guerra sigue teniendo tirón. ¿Participará también Felipe González?
-Lo tiene (silencio). Seguro que Felipe podrá participar, se lo rifarán.
-¿Qué le parece la derecha de hoy?
-No me gusta nada. Se diferencia mucho de la anterior. He mantenido relaciones distendidas con gente de la derecha, incluso con Javier Arenas. Pero la situación se ha crispado mucho, entre otras razones, porque ésta es la última oportunidad de Zoido, de Arenas y de Rajoy. Y eso en política es muy mala cosa. Si no lo consiguen, será un fracaso. En Sevilla, por ejemplo, creen que la ciudad es suya y cuando no gobiernan creen que hay unos usurpadores del poder y eso les lleva a un nivel de encanallamiento que crea una situación muy difícil, se descalifica globalmente la política y a los políticos y eso es injusto.
-Hay escándalos judiciales que favorecen ese discurso, ¿no?
-Claro que hay políticos corruptos y claro que ha habido errores que han desprestigiado a la política. De entrada, en Europa no hay liderazgo político como cuando estaban Felipe, Kohl, Blair.. .
-¿Con la derecha de antes tenía mejor relación?
-Todavía me alegra encontrarme a Rafael López Palanco, candidato de la UCD que ganó las elecciones en el 79 pero no gobernó. Hoy todo eso se ha roto. Por ejemplo, lo de las setas te puede parecer bien, mal o regular, pero ¿es que no hay otro tema? Si ya están hechas... Ya está. Y mire lo que montaron con la calle Asunción y ahora no hay cosa más espectacular. El primero que peatonalizó el centro fue Guillermo Gutiérrez, lo hizo con el Salvador,y fue un escándalo que ya hoy pocos recuerdan.
-Usted vive y disfruta del centro. ¿Qué le parece el plan de tráfico?
-Yo estoy de acuerdo, pero hay que matizarlo. Hay cosas no bien resueltas. La ciudad está infinitamente mejor hoy.
-¿Qué gobierno ha sido clave ?
-Todos han tenido que ver. Lo más importante fue parar la destrucción del centro y eso se hizo en el 79 con Víctor Pérez Escolano, y la derecha lo maltrató. Luego vino la pre Expo, se tiró el muro de Torneo, se sacaron las vías del tren de la ciudad... Rojas Marcos lo que hizo fue vivir de esos años de la Expo. Y Soledad Becerril administró simplemente bien, no adoptó grandes decisiones y cuando eso no se hace es difícil equivocarte. Y luego Monteseirín ha devuelto el centro a los sevillanos para su disfrute.
-¿Qué le falta ahora a Sevilla?
-Más terrazas y veladores, en la Plaza Nueva por ejemplo, con respeto a la estética, y puestos de flores en la Alameda.
-Algo más tendrá que hacer la nueva corporación...
-Hacer frente al paro. El turismo parece que va remontando. Rosamar Prieto ha hecho un buen trabajo. Quizás habría que hacer que el turismo fuera algo más moderno, menos tópico. Que nuestras fiestas mayores no sean sólo la Semana Santa y la Feria. Y cuidar el río. Lo que no me gusta de los sevillanos es su obsesión por mirar atrás: antes no había... no había ni penicilina.
-Ha mencionado a Rosamar Prieto. ¿Cree que la lista del PSOE debería haber contado con ediles veteranos y bien valorados?
-Hacer una lista electoral es complicadísimo. De Rosamar sólo puedo decir cosas buenas. Yo la metí en política y luego ella ha volado sola.
-Nombró a las primeras gobernadoras civiles, ella entre otras.
-Me decían: ¿estás segura de que vale? Eso no me lo preguntaban de los hombres. Me hubiera gustado que Rosamar siguiera, pero ella dudó y dijo que se iba. No estoy muy disgustada porque la número dos de la lista es Mercedes de Pablos, un gran acierto de Espadas.
-La incoporación de independientes ha escocido en su partido.
-Lo entiendo, pero no hay tantos y los que hay no están de relleno.
-¿Y qué opinión tiene sobre la actual Izquierda Unida?
-A Antonio Rodrigo Torrijos lo conozco desde que militaba en el PCE. IU también ha cambiado mucho, no me gusta cómo ha evolucionado. Algunos se han ido yendo, no siempre al PSOE, como Concha Caballero, otra gran mujer.
-Hay otra mujer0 candidata, Pilar González, ¿qué le parece?
-Estupenda, pero no tiene partido. Ya tiene mérito haberse quedado ahí, pero sin partido no se puede hacer política. Le deseo suerte, pero lo tiene complicado. Yo confío en el futuro de los hombres y, mucho más, en el de las mujeres.
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