El privilegio de sentirse niño
navidad 2017
Carlos Navarro pregona la Cabalgata de Reyes Magos con una excelente prosa lírica en la que invita a todos los sevillanos a volver a la infancia la tarde del 5 de enero.
sevilla/No todos los días tenemos el privilegio de sentirnos niños. De retroceder a la etapa dorada de nuestras vidas. De sentirnos en ese tiempo sin tiempo del que nos habló Cernuda. Sólo en algunas ocasiones se nos otorga tal oportunidad. La víspera del 6 de enero es una de ellas. Carlos Navarro Antolín -redactor jefe de Diario de Sevilla- nos lo recordó este jueves en el Pregón de la Cabalgata de Reyes Magos que, organizado por el Ateneo, se celebró en el Teatro Lope de Vega y contó con la presencia del arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, (era la primera vez que un prelado hispalense acudía a este acto en sus 36 años de historia) y del alcalde de la ciudad, Juan Espadas, quien presentó al pregonero. Una cuidada presentación en la que, emulando la sección La Sastrería, el regidor hispalense le cortó un perfecto traje al pregonero.
Si hubiera que definir la intervención de Navarro Antolín con algún nombre, sería la ternura. Tiernas fueron las bellas metáforas con las que estaba jalonada una prosa lírica cuidada al milímetro. Tierna fue la voz de este periodista de raza en su dicción. Sin sobresaltos. Sin aspavientos. Sin buscar el aplauso fácil, tan propio del verso ripioso que se escucha en demasiadas ocasiones en otros atriles. Los aplausos llegaron en su momento justo. Cuando la emoción natural, sin artificios, se adueñó de los palcos y del patio de butacas.
"Todos estamos llamados a la cabalgata". Éste fue el arranque del pregón. No era una frase baladí, sino una declaración de intenciones. Carlos Navarro dejó claro a lo largo de su locución que a esta celebración está convocada toda la ciudad. Y todos los que un día participaron en ella. La memoria como el caramelo más dulce que nos dejaron Sus Majestades de Oriente. El recuerdo fue la base de un texto que partía de una experiencia vital: la vivida por este escritor cuando hace ahora 30 años acudió a la Cabalgata junto a sus padres y con los cables de una sonda conectada al riñón. Aquel niño había recibido el alta médica días antes de la Navidad. Había sido operado. Por precaución, no podía acercarse donde había gente aglomerada, por lo que hubo de conformarse con ver el cortejo desde lejos. Lo hizo en la Puerta de Carmona, muy cerca de la que fue su primera hermandad, San Benito. De aquel año recuerda especialmente al rey Baltasar, al que jaleaban como Pepote y que lanzaba golosinas con una pierna escayolada. De aquella cabalgata quedó el recuerdo y un caramelo que, misteriosamente, llegó hasta las plantas de aquel crío, pese a la gran distancia que lo separaba de las carrozas.
Tres décadas después, el pregonero se sigue preguntando cómo alcanzó aquel obsequio. Un enigma con 30 años de antigüedad. El tiempo transcurrido entre el niño de entonces y el adulto de hoy. Y es ahí donde residió otra de las claves de este anuncio del cortejo de la ilusión. La Sevilla que grababa ciertos acontecimientos en Super8 y la ciudad imbuida en la era digital. Una evolución con una exposición universal de por medio que, como bien recordó Navarro Antolín, en aquel momento generaba más dudas que certezas. "Tampoco había Reyes Magos de peluche escalando los balcones, ni por supuesto tantos sabores de turrones". Era la Sevilla de la llamada década prodigiosa. La que aún no podía disfrutar del himno de la Cabalgata que compuso después Manuel Marvizón, la música con la que Miguel, el hijo mayor del pregonero, logró conciliar el sueño la última noche de Reyes. En aquella época la Cartuja "era un lugar que todavía quedaba muy lejos". De los años previos a la Expo a los que han continuado a la crisis la ciudad ha cambiado mucho. Como también lo ha hecho la Cabalgata. Se ha ganado en diseño, en tecnología y se ha apostado por carteles innovadores, como el que pintó Ricardo Suárez, quien incluyó la Torre Sevilla. Pero este discurrir no ha alterado la que es su función principal: "que todos los sevillanos se sientan niños cuando salen a su encuentro". "Nadie deja nunca de tener un niño dentro cuando ve la cabalgata. Ni existe mayor privilegio que ver la cabalgata con niños", defendió el pregonero en su intervención.
Un cortejo del que Navarro destacó que,"por fortuna", haya preservado "su sentido religioso". Una cabalgata digna de ser pintada por los mejores pinceles: "la gracia costumbrista de un cuadro de Honhenleiter, la suavidad poética de un lienzo de Carmen Laffón, el impacto del movimiento de un cuadro de Paco Borrás, la ilusión hiperrealista de un lienzo de Daniel Puch..." Y en este despliegue de ilusiones, una carroza que exhibe en todo lo alto una virtud teologal: la Esperanza. "Los mejores son siempre aquellos que superan las dificultades que Dios permite en su existencia para que se crezcan y nos sirvan de testimonio de superación […] ¡A la Esperanza por la Fe, a la salud por la ilusión!".
A la Esperanza dedicó los únicos versos del pregón. Lo hizo al recordar aquel beduino que en la edición del año pasado se bajó de la carroza y con paso firme se dirigió hasta el atrio macareno. A los pies de la Virgen -que a partir de hoy estará en besamano- dejó un ramo de flores. Lo hizo para pedirle por su padre enfermo. El final de esta historia no podía ser de otra manera: "Con los rescoldos de la Navidad terminó llegando el alta. ¡Qué Fe la del beduino! ¡Qué fuerza la de la Esperanza!".
Una Esperanza que también tuvieron de su parte los padres de aquel niño que hace ahora 30 años acudía a ver la Cabalgata con las sondas puestas. El niño se curó y aquella será siempre su mejor cabalgata, la que transmitirá a Miguel y Manuel, sus hijos: "la del amor de sus padres, la de la superación, la de la esperanza que conduce a la salud...".
De nuevo aquel niño como figura indiscutible de un pregón en el que rindió homenaje a todos los que hacen posible que la ilusión salga a pasear por las calles de Sevilla cada 5 de enero. "Bendito sean los que dedican su tiempo, esfuerzo y pasión al único objetivo de crear ilusión, llevar esperanza a los niños enfermos y fabricar el broche más precioso de la Navidad". El niño donde habita "la verdad más desnuda". Ese niño al que todos debemos volver cuando el calendario nos diga que estamos a las puertas de la Epifanía: "Volved al hermoso blindaje de la inocencia".
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