La otra 'hermandad' de la Candelaria
Vivirán desde la trabajadera del bar el primer Martes Santo tras sus bodas de plata
Uno estaba en la mili y el otro haciendo COU cuando abrieron la taberna en la Navidad de 1991
Celebraron las bodas de plata por todo lo alto. Han estrenado un toldo que lleva por reclamo el nombre de su proeza. Taberna La Candelaria. El mismo nombre que tenía el bar cuando se hicieron con sus riendas frente a la iglesia de San Nicolás de donde sale cada Martes Santo la Candelaria. El prodigio se inició el 26 de diciembre de 1991. Pasó el discurso del rey Juan Carlos, la cena de Nochebuena, la última comida de Navidad antes del 92 y los hermanos Santiago y Antonio Martínez se ataron los machos y empezaron a escribir con tesón y con oficio esta historia.
Hoy les llamarían emprendedores, pero ellos no tenían tiempo para perderse en palabras del diccionario y de los periódicos salmón. Santiago Martínez (Sevilla, 1969) tenía 22 años y estaba haciendo la mili en el Regimiento Sagunto 7 de Caballería, en cuya banda tocaba la corneta. Antonio Martínez (Sevilla, 1972) estaba haciendo COU en el instituto Martínez Montañés.
Les echaban un par de años "y vamos a cumplir 26 Semanas Santas". Santiago empezó a vivirlas mucho antes. "Soy de los fundadores de la antigua banda de la Esperanza de Triana, la que luego empezó a llamarse de las Tres Caídas. El año que empezaron a trabajar con Salvador Távora, yo lo dejé". La lista de hermandades a las que ha acompañado por las calles de Sevilla es todo un programa oficial. Por ahí se pierde su hermano Antonio. "Yo soy más carnavalero y de salir a correr". Siete maratones le contemplan, seis en Sevilla, una en Málaga, amén de la prueba de los 101 kilómetros de Ronda.
Su maratón se llama Martes Santo. A las seis de la tarde sale la Candelaria. A partir de las tres de la tarde del Miércoles Santo pasa San Bernardo. "21 horas de trabajo ininterrumpido". Cuando casi imberbes, "yo creo que fuimos un poco insensatos", abren el bar la Navidad del 91, era hermano mayor Ramón Ybarra Llosent, cuyo nombre rotula la primera plaza por la que pasa el cortejo procesional, junto al que fue Centro de Nuevas Profesiones.
Cada vez hay menos tabernas y más tabernarios. "Nuestra idea era traer un bar de barrio al centro de la ciudad". Santiago ya conocía el oficio. "Yo trabajaba de camarero en un bar que había debajo de mi casa, en el Plantinar. El bar Aljarafe, que ahora lo lleva un chino". Muy cerca del corazón de la Alfalfa, todas las direcciones de esta taberna apuntan a Triana. El padre de Santiago y Antonio era taxista, como acredita el taxímetro que adorna el local, y creció en el barrio de León. Su madre, Esperanza, cómo se iba a llamar si no, es trianera de la Cava de los Civiles, "enfrente del local de Anselma". De Triana tienen un cuadro de la Virgen y un artesano de la calle Covadonga, Francisco Miranda, les realizó en su taller la madera del mostrador y el retablo de cerámica.
A costaleros de la Candelaria los vieron crecer como nietos de parroquianos. Tendrían el mejor cartel de Semana Santa: un cuadro de Carmen Laffón o Manuel Salinas, buenos clientes; y Juan Ruesga Navarro. Lo son periodistas como Carlos Herrera, Carlos Colón, Fran López de Paz o Carlos Navarro Antolín. Lo fue Juan Teba, vecino de la calle Vírgenes. Su especialidad son los desayunos, conservas, quesos y un vermú casero cuya fórmula -con sus gotitas de ginebra le encantaría a la reina de Inglaterra- les reveló un cliente de Jerez.
Santiago Martínez, nombre de pintor entre pintores, se encarga de las cuentas y Antonio de la logística. "Yo hago de malo", dice Santiago. El Martes Santo, Candelaria frente a la Candelaria, es una bendita locura, y les suele echar una mano su hermana Virginia, que trabaja en una tienda de novias de la Plaza del Pan.
Un cuarto de siglo y una primavera con una hermosa pica en Flandes para compensar la hegemonía de las franquicias. Santiago recuerda el vértigo de cerrar el Jueves Santo para salir de nazareno con la Esperanza de Triana en la Madrugada. De la Alfalfa a la calle Pureza deshaciendo el camino de la familia, cuando a su abuela la desalojaron de Triana y tuvo que buscar nuevo acomodo en Felipe II.
Constancia. Es la palabra que les sale a los dos para explicar cómo dos jóvenes listos de papeles, "mi padre tuvo que firmar por nosotros", se convirtieron en un recluta y un estudiante copropietarios de una empresa. Constancia se llama abrir todos los días a las siete de la mañana, "llueve o ventee", que dice el clásico, salvo los sábados, que se dan un pequeño respiro. Para los agobios, siempre tienen su cuadrilla de voluntarios: el policía que cuando sale de servicio les echa una mano, el argentino que trabaja en Robles y es como de la familia.
Salen de beduinos en la Cabalgata de Reyes desde que se inició la tradición del Heraldo. Las aficiones de Santiago Martínez son "viajar, la familia y las papas aliñás". El último viaje, la reconquista de Asturias y el valle del Jerte con sus cerezas. El viaje soñado, los fiordos noruegos. Antonio es más viajero, "España me la conozco toda, incluso Teruel", y para ser más joven fue más precoz en acabar con la soltería.
Retahílas
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