Los cómics reivindican su utilidad en la educación para la salud
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Los tebeos pueden contribuir en gran medida a la formación médica y la divulgación
Seattle/En los últimos diez años, los tebeos se han convertido en una herramienta fundamental en el campo de la salud: permiten mejorar la educación de los futuros médicos, dar a conocer el punto de vista del paciente e impulsan que los profesionales de la salud empaticen con sus pacientes y aprendan aspectos de la enfermedad que se les pueden pasar por alto.
La semana pasada se celebró en Seattle la octava edición de la Conferencia sobre Cómics y Medicina, reuniendo a expertos de todo el mundo en este campo. Ian Williams, uno de sus fundadores, es médico, dibujante, paciente psiquiátrico y escritor. En su opinión, esta tendencia está en crecimiento exponencial, "aunque hay áreas mejor representadas que otras: hay bastante sobre salud mental y el cáncer, mientras que hay otras en las que hay poco material, como diabetes o artritis".
En España, una de las pioneras en este campo es la doctora Mónica Lalanda, que une su faceta médica a la de divulgadora y autora de cómics para médicos. "Yo nunca los había leído de niña, pero hice un máster de bioética y bioderecho y vi lo mal que se enseña la ética. Y me encontré que, en el mundo anglosajón, la ilustración se usaba muchísimo. Es muy medio muy fresco, porque cuando uno escribe y dibuja una novela gráfica, lo hace para contar su experiencia, creando documentos de mucho valor para gente con la misma enfermedad, permitiendo que uno se sienta identificado, con un tipo de lectura más rica y que se recuerda mucho más, por el componente emocional. Es clave que el dibujo sea sencillo para que uno se vea reflejado, como apunta el experto Scott McCloud", explica.
Tanto Williams como Lalanda coinciden que la estremecedora novela gráfica Maus: Relato de un superviviente supuso un punto de inflexión en este campo (pese a no estar centrada en medicina) y ser capaz de tratar un tema tan terrible con seriedad. Su autor, Art Spiegelman, entrevistó a su padre sobre su experiencia en el Holocausto y reflejó a los judíos como ratones y a los nazis como gatos. La obra fue galardonada con numerosos premios, como el Pulitzer de 1992.
En España, desde hace años, comienzan a aparecer cómics de este tipo. Uno de los primeros fue Arrugas, de Paco Roca, centrado en la enfermedad de Alzheimer y publicado en 2007. En 2011 se estrenó una adaptación al cine, que ganó dos premios Goya. También es excelente Una posibilidad entre mil, la historia de Laia, la hija de los ilustradores Cristina Durán y Miguel Ángel Giner, que nace con problemas y que refleja cómo la esperanza surge en una UCI de neonatos.
La doctora Lalanda, además de estos dos, recomienda Que no, que no me muero, sobre cáncer de mama, de María Hernández Martí y Javi de Castro y, fuera de España, Los silencios de David, de la belga Judith Vanistendael. "Este es una preciosidad: cada viñeta es una obra de arte y explica cómo hablar a los niños de la enfermedad, en este caso un cáncer de laringe. Destaca también ¿Podemos hablar de algo más agradable?, de Roz Chast, en la que cuenta con bastante humor los últimos años de vida de sus padres. Y, de este mismo tema, La ternura de las piedras, de Marion Fayolle, sobre la falta de empatía del paciente hacia sus familiares, que es justo lo contrario a lo que se suele reflejar habitualmente".
Otra obra destacada es Ausencias, ilustrado por Cristina Bueno y basado en las experiencias de Ramón Rodríguez, líder de la banda de rock The New Raemon. "Está centrado en epilepsia, habla de ello muy abiertamente y puede ser muy útil para las familias en las que se diagnostica un niño con esta enfermedad", apunta Lalanda.
En su opinión, existen todavía prejuicios contra el cómic en España. "En el futuro, ojalá la gente sea capaz de leer un cómic de contenido médico con la misma frescura y libertad mental con la que lee cualquier otro tipo de publicación. Creo que tiene un potencial enorme", concluye.
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