"Durante las lluvias del 96 faltaron 5 minutos para una debacle en Sevilla"
fernando díaz del olmo. catedrático de geografía física de la hispalense
Investigador incansable, ha trabajado en cuestiones tan variopintas como la gestión de los espacios naturales, las inundaciones de Sevilla, la regeneración del Guadiamar o la falta de agua en Doñana
Detrás del estilo campechano y reidor de Fernando Díaz del Olmo (calle San Eloy 32, Sevilla, 1955), se esconde un científico de primer nivel y trayectoria internacional, un hombre que ha hecho de la investigación su principal vocación, como atestigua un currículum cuya reproducción ocuparía varias páginas de este periódico. En cierta forma es un humanista que vive entre las letras y las ciencias. De hecho, compaginó las carreras de Filosofía y Letras y Ciencias hasta que descubrió la Geografía, que no deja de ser un compendio de las dos. Catedrático de Geografía Física de la Hispalense, Díaz del Olmo pertenece a esa generación marcada a fuego por Doñana y su trío fundador: Tono Valverde, Rubio Recio -su maestro- y Perico Weickert. Creador del grupo de investigación Cuaternario y Geomorfología, ha mantenido una continua relación con Córdoba, de cuya Academia de Ciencias es miembro correspondiente. Además, ha trabajado en numerosos países -Panamá, Filipinas...- y fue uno de los ideólogos de los parques naturales andaluces. De su amplia obra destacamos libros como 'Naturaleza en Armonía. Espacios Naturales en Andalucía', 'A Través de los Bosques de Pinsapo de Andalucía', 'Tres Estudios de Francisco de las Barras de Aragón y Sevilla' y 'Sevilla, la ciudad de la riada del Tamarguillo, balance después de su cincuentenario'.
-El reciente incendio de Doñana ha vuelto a poner sobre el tapete la ardua cuestión de si el pino es el árbol más indicado para repoblar la zona. Unos dicen que no es autóctono, otros que sí...
-El boom del pino en Doñana es un fenómeno que comenzó en el siglo XVIII y que se aceleró, especialmente, en los últimos cincuenta años. ¿Había antes pinares? Sí había, pero muchos menos de los que hay ahora. Los análisis de paleopolen nos desvelan que existen pinos en la zona desde hace miles de años. El problema es que, paralelamente a esta expansión del pino, se ha ido desmontando los bosques autóctonos, como el de sabinos (también llamados enebros), que es el que se daba principalmente en las zonas de dunas. También hay que recordar otros árboles más adaptados a condiciones geoecológicas específicas, como el alcornoque, que suele estar en zonas con agua -las Pajareras de Doñana, por ejemplo-, o los brezales en los bordes de laguna. Pero insisto, en las dunas es el sabino y sus bosques de naves, llamados así porque forman como una bóveda, la especie autóctona.
-¿Y se ha quemado mucho bosque de sabino?
-Me imagino que se ha tenido que quemar el rodal que había en Cuesta Maneli, que se llama de las Atarazanas. Lo intenté comprobar el otro día pero no me dejaron pasar.
-¿Qué es un rodal?
-Un resto de bosque. Por lo general se suele decir que los bosques de repoblación como el eucalipto y el pino arden más fácil y rápido que los bosques autóctonos.
-Se han quemado unas 8.500 hectáreas.
-Yo, por la mancha, creo que han sido unas 10.000. Tampoco nos alarmemos demasiado. Recuerde que en el incendio de Riotinto, en 2004, se quemaron 30.000 hectáreas, y en el de Guadalajara de 2005, en el que hubo once muertos, ardieron unas 15.000 hectáreas...
-¿Cómo hay que actuar en la zona quemada?
-Primero hay que limpiar, algo que ya se está haciendo en Cuesta Maneli. Luego habrá que plantearse qué árboles entresacar y cuáles esperar a que rebroten. Muchos árboles se han quemado superficialmente y rebrotarán en dos o tres años. Creo que es el momento de plantearse seriamente reintroducir los sabinares, ya que fuera de la reserva de Doñana y el llamado Sabinar del Marqués quedan muy pocos.
-En general, ¿se está cuidando bien el bosque en Andalucía?
-No. En Andalucía hay tres millones de hectáreas forestales, de las que un tercio son monte público y los dos tercios restantes monte privado, cuya limpieza suele ser más escasa por su coste económico. Hasta donde yo sé, la última convocatoria de la Junta para conceder ayudas para limpiar esos montes privados fue en 2012. En general, el bosque mediterráneo se limpia poco y esto hace que, junto a los ciclos secos, se produzcan muchos incendios.
-Los ecologistas y estudiosos le tienen mucha manía a los eucaliptos. A mí, sin embargo, me gustan. Hay uno enorme en Sevilla, en el Porvenir, al que indultó Soledad Becerril cuando se hizo el proyecto de Catalana de Gas. También hay algunos espectaculares en el Parque de María Luisa.
-Una cosa son los árboles urbanos y otra muy distinta las grandes masas forestales en el campo. A mis alumnos siempre les digo que no pueden hacer dos cosas: atar las bicis a los árboles y clavarles chinchetas para poner carteles, porque los árboles son seres vivos. El problema de los eucaliptos es que absorben mucha agua y, por tanto, rebajan los acuíferos y se seca más el medio. Además, acidifican mucho el suelo.
-¿Cuál es el principal problema de Doñana?
-La falta de agua. Nosotros llevamos diez años trabajando continuadamente en el funcionamiento de las lagunas de Doñana, especialmente estudiamos esa agua que hay entre los acuíferos y la superficie, lo que llamamos el agua subsuperficial. Observamos alarmados cómo los acuíferos están bajando y el agua subsuperficial, que alimenta las lagunas, está desapareciendo.
-¿Y a qué se debe?
-A la extracción del agua para la agricultura en la llamada Corona de Doñana. También para el turismo en zonas como Matalascañas.
-Usted trabajó en el nacimiento de los parques naturales andaluces.
-A mediados de los ochenta, en la época en la que Tomás Azcárate era director de la Agencia de Medio Ambiente, nos encargó a un grupo de trabajo -en el que también estaban Fernando Molina, Reyes Vila y Juan Garay- un informe sobre los parques regionales de Francia con el fin de imitar el modelo.
-Su labor también fue importante en la recuperación del Guadiamar tras el desastre de Aznalcóllar en 1998. ¿Se puede decir que ya no queda ni rastro de elementos tóxicos en la zona?
-Curiosamente, mi tesina, en el año 1977, fue sobre el Guadiamar. Ya hace unos seis años que no tomo muestras. En esa época todavía había algunos restos tóxicos y me imagino que todavía habrá alguno, que poco a poco irán desapareciendo. No creo que supongan ningún peligro. La regeneración del Guadiamar por parte de la Junta se acometió creando un corredor verde tras la retirada de los lodos tóxicos. Se cerró la zona para que no se metiese nadie y se creó la figura de paisaje protegido como un área a regenerar sin uso agropecuario.
-También tiene una línea abierta de estudios tropicales.
-Hemos trabajado en gestión ecodinámica de áreas protegidas en muchos países, pero especialmente en tres: Panamá, República Dominicana y Filipinas.
-¿Y en Canarias?
-En Canarias hacemos, fundamentalmente, investigación básica para intentar establecer desde cuándo funciona la circulación atmosférica como lo hace ahora mismo y en qué medida los cambios climáticos hacen que dicha circulación atmosférica cambie.
-¿Y cómo lo hacen?
-Persiguiendo a los vientos saharianos hacia el pasado.
-Suena poético...
-Hacemos una estatigrafía y buscamos un indicador de algo que no sea canario y haya tenido que llegar hasta allí desde el Sahara. Es decir, que lo haya llevado el viento. Si existe, eso nos indica que en la época que refleja el nivel estatigráfico el viento sahariano llegaba a Canarias.
-El cambio climático es el gran tema de nuestra época...
-Ya nadie lo discute, ni siquiera los que dudaban... Está claro que el hombre ha ayudado a acelerarlo con las emisiones de CO2. Otra cosa es de qué manera y en qué medida repercuten estas emisiones. Para eso hay distintos modelos. Estos últimos seis años, por ejemplo, el calentamiento no ha subido tanto como se esperaba, y se desconoce por qué se ha producido esta ralentización. Sobre este tema hay una importante discusión.
-Pero es un proceso que sigue, ¿no?
-Es evidente que el planeta se ha calentado y que se ha recortado el ciclo pluviométrico. Según la teoría de ciclos climáticos de Milankovitch, cada 120.000 años hay un cambio, cada 40.000 otro y cada 20.000 otro. Esto tiene que ver con los cambios en la órbita terrestre y con las oscilaciones eje de rotación del planeta. Sin embargo, a partir de hace unos 25 años se han empezado a observar otros ritmos por debajo de los 20.000 años. Hay incluso ciclos decenales.
-¿Como cuál?
-El llamado ciclo de la oscilación del Atlántico Norte, que es el que provoca que el Anticiclón de las Azores, en los últimos 30 años, se haya situado a la altura de la Península Ibérica, lo que hace que las lluvias del oeste se desplacen más hacia el norte, con las consiguientes sequías que sufrimos. Cuando las grandes inundaciones como la del Tamarguillo, el Anticiclón de las Azores estaba más al sur. Esto tiene poco que ver con el CO2.
-Hablando del Tamarguillo, usted ha realizado diferentes estudios sobre las riadas históricas de Sevilla. ¿Podemos decir que este fenómeno ya no es un problema para la ciudad?
-Para nada. En el año 96, el último que hubo con fuertes lluvias, faltaron diez minutos para que hubiese una debacle en Sevilla; la ciudad se hubiese inundado. La llanura aluvial del Guadalquivir, por donde se expande el río cuando se inunda, tenía antiguamente cuatro kilómetros y hoy, sin embargo, tiene quinientos metros. Vale que con los pantanos que retienen el agua ya no hace falta tanta llanura aluvial, pero la actual no es ni mucho menos suficiente. Hay que tener siempre una zona de seguridad, y ahora no la tenemos...
-¿Y el Charco de la Pava, por ejemplo?
-El Charco de la Pava se ha convertido en un tapón que todavía estrecha más el cauce. Una cosa es clara, si el río es ancho y con meandros, la energía que lleva el agua se difumina; pero si es estrecho y recto, el agua adquiere una gran velocidad... Como el caudal del río suba de los 4.000 metros cúbicos por segundo... tenemos un problema para el que no sirven ni los tanques de tormentas ni nada... Puede que dentro de poco nos toque otro ciclo fuerte de lluvias.
-Pero parece claro que ahora llueve menos, ¿no?
-Desde luego, cuando empecé a dar clases de Geografía le decía a mis alumnos que en Sevilla llovían 550 litros por metro cuadrado al año, hoy no puedo decir más de 400. Pero se pueden alcanzar picos extremos, como el del 96, en que la cifra llegó a 800 litros por metro cuadrado.
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