Ignacio Peyró | Escritor
“Andalucía y Sevilla han sido los grandes emisores estéticos de España”
José manuel cuenca toribio. historiador
José Manuel Cuenca Toribio nació en Sevilla, en 1939, durante un marzo "muy lluvioso", cuando la Guerra Civil aún no había finalizado. Tras estudiar en el Instituto de San Isidoro y la Universidad de Sevilla, inició una larga carrera universitaria que le llevó a ciudades como Pamplona, Barcelona, Valencia o Córdoba, donde actualmente reside en un chalé de El Brillante repleto de libros ("llévese el que usted quiera", le ofrece amablemente al entrevistador). Hombre que se autodefine como liberal-conservador, se puede decir que Cuenca Toribio es uno de los intelectuales católicos más destacados de los últimos tiempos. De hecho, ha realizado importantes y decisivas aportaciones al estudio de la historia de la Iglesia contemporánea española y sus relaciones con la política, con libros como 'Iglesia y burguesía en la España Liberal', 'Relaciones Iglesia y Estado en la España contemporánea (1833-1945)' o 'Sindicatos y partidos católicos españoles: ¿Fracaso o frustración? (1870-1977)'. Hombre de exquisita educación y verbo tribunicio, tiene don José Manuel un 'look' demodé que acompaña a la perfección una caballerosidad que, entre otros, aprendió de su maestro, Jesús Pabón y Suárez de Urbina. Acaba de publicar con Almuzara el libro 'Historia de la derecha en España'
-Su último libro, Historia de la derecha española (Almuzara) es, de alguna manera, la culminación de uno de los muchos asuntos que le han llamado la atención como historiador. De hecho, su tesis doctoral fue sobre Pedro Iguanzo Rivero, un 'derechista' de su época.
-Fue el último cardenal primado de España del Antiguo Régimen. Hombre de mucho carácter, enérgico, inteligente, reaccionario... Fue diputado en las Cortes de Cádiz y, según muchos historiadores, el mejor orador durante aquellos debates. Estudió en Sevilla en tiempos de Carlos III, donde su tío, Alonso Marcos de Llanes, era arzobispo.
-La derecha como concepto nace en la Revolución Francesa. ¿En España podemos situar la génesis en las Cortes de Cádiz?
-Sí, porque la conciencia nacional se escinde y nacen dos mentalidades y dos posiciones que ven el presente y el futuro del país de manera muy distinta. Por un lado estarían los liberales y, por otro, los tradicionalistas o realistas (llamados serviles por la propaganda liberal).
-Ya había insultos políticos...
-La derecha y la izquierda en España, por desgracia, nacieron ya con un carácter sectario. Recuerde el Trágala, una canción utilizada por los liberales para humillar a los tradicionalistas: "Tú que no quieres constitución, tú la tragarás. Si los curas y los frailes supieran la paliza que les vamos a dar subirían al altar gritando ¡libertad, libertad, libertad!"... Mal asunto. Yo me considero liberal-conservador, pero creo que el liberalismo español tiene un defecto de marca, que es el sectarismo, algo que se ha conservado hasta la fecha.
-¿Y los tradicionalistas no le devolvían el insulto a los liberales?
-Les llamaban negros, porque representaban lo peor de la humanidad.
-Durante todo el siglo XIX hubo dos derechas muy claramente diferenciadas: la del sistema, representada en el liberalismo más restrictivo (Narváez, por ejemplo), que apoyó a Isabel II y después a su descendencia; y el Carlismo, una derecha 'antisistema' que terminó derrotada en el campo de batalla. ¿De cuál es heredera la derecha española actual?
-De la primera, sin duda. Es la derecha que, sin renunciar a principios como el de autoridad, acepta las reglas del juego del régimen constitucional. En el Partido Moderado, el de Narváez, que era heredero del pensamiento de Jovellanos, hubo grandes figuras.
-¿Como El Espadón de Loja?
-Espadones, como usted bien sabe, hubo tanto en los moderados como en los progresistas, la derecha y la izquierda del momento. El propio Galdós decía que la libertad había avanzado en España gracias al Ejército, una institución que encarnó el sistema liberal en un país donde no había burguesía. Esto hizo que el sistema liberal se impusiera por la fuerza, lo que terminó malformando nuestra vida política y diferenciándola de la de otros grandes países europeos. El Ejército, además, había vencido al Carlismo y eso le daba mucha fuerza. No olvide que Alfonso XII retorna a España por un pronunciamiento militar de tropas que estaban luchando contra los carlistas.
-¿Y cuándo se separa el Ejército de su militancia liberal para tomar un camino más autoritario?, ¿tras los excesos de la revolución de 1868 y la locura cantonalista?
-No, pienso que más bien fue con el desastre del 98. El Ejército se sintió muy ofendido porque la prensa y los políticos lo usaron como chivo expiatorio. Parecía que el Ejército era el único responsable de la debacle, y sólo era corresponsable... Fue cuando se decantó por la derecha claramente, más o menos cuando Franco empezó sus estudios militares en la Academia.
-¿Y qué primeras consecuencias tuvo esta deriva?
-El acercamiento a la Iglesia, por ejemplo. Hasta entonces, el Ejército no había sido antirreligioso, pero sí profundamente anticlerical, porque los curas apoyaban a los carlistas contra los que ellos luchaban.
-Hoy en día hay cierto discurso que dice que los conceptos derecha e izquierda ya no son válidos para analizar la realidad política. ¿Está usted de acuerdo?
-Como dicen algunos, eso lo dicen los de derechas. Yo creo que no están superados. En los genes de la vida política española sigue funcionando el eje derecha-izquierda. También en la vida cultural, en la periodística...
-La derecha lleva su nombre con más complejos que la izquierda. Lo suele esconder tras eufemismos como centro-reformista, por ejemplo.
-Si usted estudia la Transición es difícil encontrar a alguien que se considere de derechas. La batalla de la propaganda y la cultura la ha ganado la izquierda, algo de lo que en parte son responsables ustedes, los periodistas. La izquierda ha conseguido introducir en la derecha un complejo de culpa, algo que no es baladí en una sociedad con un fondo cristiano tan fuerte como la española. La idea de culpa en el catolicismo español es fortísima, algo que no ocurre en el italiano.
-Complejo de culpa por la Guerra Civil, supongo.
-Yo vengo de un entorno modesto y a un familiar de mi mujer lo fusilaron los de derechas. En mi libro La guerra civil española, editado por Espasa Calpe, digo claramente que aquello fue una locura colectiva en la que todo el mundo no tuvo el mismo grado de responsabilidad -no es lo mismo un analfabeto que un abogado-. La guerra fue un pecado general de los españoles que nos ha marcado a fuego. A los vencedores les faltó lo que recomendaba Churchill: magnanimidad. Franco no lo fue.
-La oposición de derechas al franquismo -que fue muy escasa pero la hubo- se ha estudiado poco.
-Muy poco. Lamento que mi gran amigo Santos Juliá, uno de los hombres más influyentes del establishment socialista, no hable de eso en su último libro, Transición. Hubo mucha gente que, dentro de la derecha, preparó los caminos de esa transición.
-¿Y esta derecha dónde estaba?
-En la democracia cristiana. No quiero hablar del mundo de las sacristías (que tiene un sentido peyorativo), pero sí del mundo de las parroquias. Allí se gestó una derecha que no diré antifranquista, pero que sí quería avanzar hacia la reconciliación y el equilibrio entre los españoles.
-Demos un paso atrás. ¿Por qué la CEDA se opuso tanto a la II República?
-Discrepo de esa apreciación. La CEDA no se opuso a la II República. Fue un conglomerado de partidos donde había gente de muy diversas tendencias y, además, había una gran diferencia entre la élite política e intelectual -entre los que se encontraba mi maestro, el gran sevillano y olvidado Jesús Pabón y Suárez de Urbina- y una masa inerte que provenía del catolicismo sindical agrario creado por los curas de pueblo. Los primeros eran más posibilistas y nada reaccionarios, como se ve al analizar la figura de José María Gil Robles, los segundos sí soñaban en una futura restauración monárquica.
-¿Y la Falange?
-Fue un partido casi inexistente hasta la Guerra Civil, con una vida de catacumbas. Luego vino el conflicto y se afilió todo el mundo. La primera Falange no puede considerarse en modo alguno de derechas, pero la Falange de Franco, a pesar de su retórica de la "revolución pendiente", sí fue un movimiento de derechas. No sabemos qué hubiese pasado si José Antonio Primo de Rivera hubiese vivido. Lo que sí sabemos es que entre el fundador de la Falange y Franco no había ninguna química.
-Volvamos a la Transición. ¿Por qué no cuajó un partido cien por cien demócrata cristiano?
-He dedicado muchas horas a reflexionar sobre esta cuestión. Creo que se debió al escaso nivel cultural del catolicismo español, tanto del clero como en el laicado. El Vaticano II no impregnó muy profundamente la conciencia de nuestra burguesía.
-¿Y UCD, lo considera de derechas? El PP la ha introducido en su árbol genealógico.
-La UCD tuvo el acierto de ensayar un conservadurismo de corte europeo. Sus raíces eran absolutamente de derechas. Si usted estudia los colegios en los que se formaron todos los primates de la UCD, casi todos son religiosos.
-Volvemos a hablar de religión...
-Es que en España hay que hablar de religión por encima de todo, se sea o no creyente. El fascismo no existió en España por la fuerza de la Iglesia. A Mussolini no le importó enfrentarse a Pío XI por defender sus posturas. Eso es inimaginable en Franco.
-¿Es posible una derecha española sin la influencia del catolicismo?
-Hoy sí. Todos conocemos a muchas personas del PP que no son creyentes y que no tienen una visión cristiana de la vida. En el año 1977 las cosas eran diferentes.
-Hemos hablado de UCD, pero el partido señero de la derecha española de aquellos años fue Alianza Popular, con un líder como Fraga Iribarne.
-Lo conocí. Era un hombre de una gran personalidad, cosa difícil en un político español. Tenía una enorme cultura y escribía estupendamente, aunque era peor como orador, más si se tiene en cuenta que en la derecha española siempre han existido grandes tribunos (Cánovas, Maura...).
-Pero daba la impresión de que no le importaba mucho conectar con la sociedad que le había tocado vivir, de ser un hombre orgullosamente anticuado en aquella España efervescente y con sed de modernidad...
-Era un hombre de otra generación, no se amoldó a los nuevos modos y talantes que son tan importantes en toda vida política.
-Sin embargo, él es el que consigue democratizar el franquismo sociológico, algo que no se le termina de reconocer. Hay una interesada ingratitud hacia su figura.
-Gracias a Alianza Popular no existió en España una extrema derecha, porque acogió a prácticamente todos los sectores derechistas. En eso hizo un gran servicio a la vida política española. A pesar de sus modos, Fraga era un hombre que creía en la democracia. Frente a lo que puede creer mucha gente, nunca tuvo el apoyo de la gran banca, que sí apoyó a Suárez. Él era un hombre de clase media de provincias, modesto y con prevenciones que no quedó deslumbrado ante el gran capital, como sí suelen quedar muchos otros de derecha e izquierda. Hace poco murió un gran banquero que fue el gran sostenedor del Partido Socialista y que apostó decididamente por Felipe González. A Fraga siempre le dieron lo justo.
-Fraga puede recordar a Maura, otro líder que quiso regenerar la derecha.
-A la derecha española siempre le ha gustado el caudillismo y don Antonio Maura, que era profundamente liberal, tenía mucho de caudillo. El problema de Maura es que era un hombre que no supo comprender los enormes cambios sociales, políticos y económicos que trajo consigo la Primera Guerra Mundial. Era una persona de otra época que perdió el tren. Quiso hacer una política elitista, al viejo estilo, en los inicios de la sociedad de masas. La política es adaptación al tiempo y no al revés.
-¿Fue el PP de Aznar el gran momento histórico de la derecha española?
-El problema a mi entender es que hubo más partido que líder. Aznar es un hombre con poca capacidad de liderazgo y con complejos. Con otro líder más competente, el PP habría dado el salto definitivo a convertirse en un partido como el de Merkel o el conservadurismo británico. Aznar no supo hacer del PP una formación completamente dialogante... Hizo importantes podas en el partido y se rodeó de unos cuadros de mando que eran inferiores a la capacidad media que tenían los sectores más avanzados y más aprovechables democráticamente de la derecha. Eligió mal.
-Culminemos con Rajoy. Ahora mismo el PP está muy tocado por la corrupción.
-La corrupción es un lastre de la vida española que está muy bien repartido entre los partidos que han tenido poder. Como se sabe, el poder corrompe.
-¿Y qué opina de Rajoy?
-Es buen gestor, pero es muy franquista en el sentido de que cree que el verdadero poder es aquel que dura en el tiempo. Creo que su final será muy doloroso.
-El problema del PP actual es que, debido al surgimiento de Ciudadanos, ya no tiene el monopolio del centroderecha. ¿Es Albert Rivera la esperanza de la derecha española?
-Yo rebajaría un poco las expectativas. Rivera es buen orador y da buena imagen, algo básico en la cultura política de hoy. Lo positivo es que traerá aires nuevos y de renovación. Algo parecido va a pasar en la izquierda, y no me refiero a Podemos. Surgirá un partido que le disputará el centroizquierda al PSOE.
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