La tribuna
El poder de la cancelación
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Hace diez años recibí en Málaga el accésit al Premio de Divulgación Feminista Carmen de Burgos por mi artículo Que no estén solas, publicado un año antes en el Grupo Joly, en el que hacía un llamamiento a las mujeres del primer mundo a no olvidarnos de las que habían sido menos afortunadas.
Hoy la situación es completamente distinta, una ola de indignación recorre el mundo ante las injusticias que sufren las mujeres: menor salario por iguales trabajos, acosos sexuales en el entorno laboral, tareas domésticas asumidas mayoritariamente por las mujeres, violencia de género que sigue llevando a la tumba a docenas de mujeres cada año… Aunque todas estas situaciones discriminatorias eran conocidas desde hace tiempo, en los últimos meses han cobrado una relevancia especial gracias a la resonancia del movimiento MeToo surgido en Hollywood tras hacerse públicos los casos de acoso sexual de Weinstein y Woody Allen. Éste y otros movimientos han cristalizado en una llamada universal a que las mujeres hagan huelga general hoy, 8 de marzo, para que todos sean conscientes de que sin las mujeres, el mundo se para.
A pesar del eco que está teniendo el llamamiento, algunos todavía cuestionan la necesidad de esta huelga. Pero los datos no admiten duda: la brecha salarial, dependiendo de las retribuciones sobre las que se trabaje, oscila en España entre un 20% y un 30% y numerosos estudios han puesto de manifiesto que las tareas domésticas siguen siendo cosa de mujeres, independientemente de que trabajen fueran del hogar o no. Nadie niega ya el acoso sexual que han sufrido las aspirantes a actrices desde hace un siglo, pero ahora también se habla abiertamente de un acoso más sórdido espoleado por la precariedad del empleo que da lugar a situaciones en las que la chica se tiene que dejar sobar por el jefe no para cumplir su sueño de ser una estrella, sino para conservar un trabajo vital para ella y su familia. No es necesario recordar que la violencia de género sigue causando en promedo una muerte a la semana en España, a pesar de que esta cifra es una de las más bajas de Europa.
Pero, por si todos estos motivos no fueran suficientes, esta huelga pretende ir más allá, atravesar fronteras y océanos para dar voz a las mujeres que no la tienen: a las que sufren mutilación genital en el África subsahariana, a las que son víctimas de los crímenes de honor en el subcontinente indio y de trata de personas con fines sexuales en los países del sudeste asiático. A las más de 150 millones de mujeres que faltan en el mundo a consecuencia de los abortos selectivos de fetos femeninos, de los infanticidios de niñas y de muertes por falta de cuidados y comida en China y la India, prácticas que han matado a más niñas que todos los hombres muertos en las cruentas guerras del siglo XX.
Ante esta galería de horrores parece que no hay salida, que no se puede hacer nada, pero eso no es cierto. La toma de conciencia de la situación de las mujeres en el Tercer Mundo por parte de los ciudadanos del mundo occidental está comenzando a cambiarla: las lapidaciones de mujeres en países musulmanes regidos por la Sharía han dejado de ser noticia porque el clamor occidental consiguió erradicarlas; la mutilación sexual de las niñas sigue siendo un horror, pero hoy, tras numerosas campañas de sensibilización, los miembros de las sociedades donde se practica están empezando a cuestionarlo y a plantearse su eliminación, la única manera de acabar con el problema; para lavar su imagen, las autoridades de los países del sudeste asiático han endurecido la persecución de las mafias de trata de mujeres que hasta hace poco traficaban sin ser molestadas; se han endurecido las penas, antes casi inexistentes, para los amantes desairados que queman con ácido a sus parejas o ex parejas o para los que perpetran crímenes de honor contra las mujeres. La fistula anal que afecta a las mujeres que paren prematuramente, la herida innombrable de África que afecta a tres millones de mujeres condenándolas a una vida miserable y a una muerte temprana, empieza a ser tratada con una operación relativamente simple.
La magnitud del horror en que millones de mujeres están condenadas a vivir y las que murieron nada más nacer o nacieron por el simple hecho de ser mujeres, parece insuperable, pero no lo es si desde hoy empezamos a poner los medios para cambiarlo. Y esta huelga universal del día 8 de marzo es el primer paso.
Un proverbio chino decía que las mujeres sostienen la mitad del cielo. Su papel es aún más importante, porque en sus manos, en nuestras manos, está el porvenir del mundo.
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