Juan Carlos Rodríguez Ibarra

La mentira del plurinacionalismo

La tribuna

La mentira del plurinacionalismo
La mentira del plurinacionalismo

19 de julio 2017 - 02:33

Nadie puede obligarme a creer en lo que no creo. Y mucho menos a defender aquello que me parece contrario a mis principios. Soy militante socialista y, por lo tanto, defensor de un proyecto político que se ampara en la libertad, la democracia y la igualdad. En consecuencia, no se puede ser nacionalista y de izquierdas. Son muchos los que sacan a pasear su orgullo por sentirse ciudadanos de tal o cual territorio. Nadie elige el sitio para nacer; nadie, en consecuencia, puede sentirse orgulloso de aquello en lo que no colaboró mínimamente para conseguirlo. Sí es cierto que si se nace en España, en Alemania, en Suecia o en Francia, se tienen posibilidades en el plano familiar, educacional, sanitario, religioso, etc., que no se tienen si ese nacimiento se lleva a cabo en Etiopía o en cualquiera de los países donde la libertad brilla por su ausencia y la miseria acompaña a la mayoría de los habitantes de esos territorios para el resto de sus vidas. Si la izquierda defiende que todos los seres humanos, por el mero hecho de serlo, tienen que tener las mismas oportunidades independientemente de la familia en la que te tocó nacer, no se entiende que algunos, que se autocalifican de izquierdas, defiendan las fronteras para establecer diferencias entre unos ciudadanos y otros. Un nacionalista entiende que si has nacido en un territorio determinado, tienes derechos que les están vetados a otros que no nacieron en el mismo sitio. Un nacionalista catalán piensa que un andaluz o un extremeño poseen menos recursos que los catalanes porque son menos inteligentes, más vagos o menos preparados para el trabajo. Un militante de izquierdas sabe que las diferencias entre ciudadanos no vienen marcadas por su tipología sino por las fronteras que arbitrariamente se han establecido a lo largo de la historia.

Una nacionalista catalán cree que Cataluña tiene determinados derechos como consecuencia de sus excepcionalidades culturales. Nadie les ha dicho que los territorios no son sujetos de derechos. Los estatutos de autonomía o las constituciones no establecen derechos y deberes de los territorios sino de los ciudadanos que conforman un conglomerado con soberanía propia. No es Cataluña la que tiene derechos, sino que serían los ciudadanos catalanes los que tendrían esos derechos. Y nadie ha conseguido explicar las razones por las que un catalán tiene que tener más derechos que un madrileño o un murciano.

El PSOE trata de buscar una alternativa que embarque a los independentistas catalanes en un proyecto que permita seguir manteniendo la unidad territorial de España. De nuevo ha aparecido el manido Estado Federal como la panacea que puede encajar todas las piezas de este rompecabezas en el que se está convirtiendo nuestro país. El PSOE debería comenzar por recuperar para España un proyecto nacional claro. El Estado Federal que propone no se entiende por nadie y, por lo tanto, elude la claridad exigida. Al mismo tiempo, el Estado Federal no satisface las mínimas exigencias de quienes aspiran a la separación o a la diferencia respecto al resto de los ciudadanos españoles. En consecuencia, alguien debería explicar a quiénes se quiere contentar o qué problemas se tratan de solucionar con el federalismo.

Los problemas que en estos momentos tenemos no son la consecuencia del modelo de Estado. Más bien son atribuibles a la existencia de nacionalistas que han llegado al límite de sus reivindicaciones y han cogido la deriva independentista. Durante más de treinta años se han hecho cesiones de todo tipo que, lejos de integrarlos en un modelo de Estado muy descentralizado, los ha derivado por el atajo de la independencia. En consecuencia, parece claro que ninguna forma de Estado va a ser aceptado por quienes han decidido marcharse.

Y, tampoco, el reconocimiento de Cataluña como nación va a parar los pies de los independentistas. Cada vez que escucho a un socialista defender el plurinacionalismo español experimento la misma sensación que tendría un cristiano que, después de creer toda la vida en la existencia de un dios único y verdadero, el Papa de Roma le anunciara que todo era mentira y que ese dios no existe. Nadie puede obligarme a defender esa idea peregrina que no se aproxima para nada a la realidad. Andan diciendo lo de Escocia como si ambas realidades fueran comparables. Escocia fue nación y reino independiente hasta 1707 que firmó el Acta de Unión con Inglaterra. Por el contrario, Cataluña, desde el siglo XVI, siempre ha formado parte de la Monarquía hispánica o del estado español. ¿De dónde sacan los que lo sacan el derecho de Cataluña a la secesión? ¿De dónde sacan los que lo sacan la idea de que España es una nación de naciones? Si así fuera, si una de las naciones tuviera derecho a votar su integración o independencia, ¿no tendría el mismo derecho a votar la nación española para aceptar o rechazar ese pronunciamiento?

Y para nota, la peregrina idea de que todo federalismo es asimétrico. Defender eso es aceptar que no todos somos iguales. Aquellos que quieren ilustrarnos con Baviera para defender la farsa de las naciones sin Estado, deberían decir en qué parte de la Constitución federal alemana se contempla la famosa asimetría federal.

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