La tribuna
Javier González-Cotta
El Grinch y el Niño Dios
La tribuna
Una de las noticias internacionales más relevantes de estos días ha sido el hundimiento del Partido Socialista Francés. Teniendo hoy la Presidencia de la República y del Gobierno, no ha pasado del 6% en las elecciones presidenciales. Su candidato ha quedado en quinto lugar, con tres veces votos menos que el cuarto. Hace pocos años, algo similar ocurrió en Grecia al Pasok, y el PS italiano desapareció hace más tiempo, envuelto en escándalos. En Gran Bretaña, el Partido Laborista entró en crisis tras el supuesto descubrimiento de la "tercera vía" por Toni Blair. Aquí, el PSOE está como sabemos: destrozado internamente y actuando para garantizar la continuidad de Rajoy en la Presidencia del Gobierno. Existe un denominador común en este hundimiento general: los partidos denominados socialistas pasaron de ser social-demócratas a convertirse en social-liberales, apuntándose a ser uno de los dos pilares políticos, junto a la derecha tradicional, del sistema económico-social dominante.
Desde hace décadas, en cada uno de los países europeos y en las instituciones de la UE, "populares" y "socialistas" se han repartido en exclusiva los gobiernos, los parlamentos y demás instancias, coaligándose o alternándose. En periodos electorales sacaban siempre a relucir cuestiones en las que pudieran diferenciarse para, luego, realizar políticas muy similares en todo lo fundamental. El comportamiento de unos y otros durante la crisis que comenzó en 2008 despeja toda duda: han sido fieles ejecutores de las decisiones de los poderes financieros, de la troika y de Merkel.
Esta adhesión plena al sistema y el apoyo activo a las políticas que tantos sufrimientos han provocado en muy amplios sectores de la población -trabajadores, empresarios autónomos, estratos medios, pensionistas, jóvenes sin perspectivas de empleo…-, es lo que está produciendo en todos los países la espectacular pérdida de apoyos, reflejada en votos, de los partidos "socialistas". Produciendo con ello la quiebra del bipartismo de la alternancia como régimen político sostenedor del sistema. Cada vez es más claro, para más gente, que los dos pilares de ese régimen están hechos de una misma sustancia, aunque se tiñan con colores diferentes.
Descartada la resurrección de los partidos comunistas -que desaparecieron o se hicieron irrelevantes por sus insuficiencias teóricas (considerar la clase social como única base de todas las desigualdades, menospreciando la importancia del género, de las identidades nacionales y de otros marcadores), su incapacidad para construir modelos propios que no fueran los de la socialdemocracia tras la desaparición del "modelo" soviético, y su dogmatismo y falta de democracia interna-, los dos espacios político-electorales clásicos de la izquierda han dejado prácticamente de existir o se han minimizado aunque puedan continuar vivas organizaciones que se autocalifican con esos términos.
Pero la desaparición o creciente irrelevancia, hoy, de los partidos de la izquierda tradicional no significa, en modo alguno, que hayan dejado de tener vigencia los valores, ideas y aspiraciones que siempre han sido definidos como de izquierda: lucha contra las desigualdades, sentido de la justicia, solidaridad… Valores que hoy han de complementarse necesariamente con otros valores "nuevos" o no plenamente asumidos antes, como el respeto a la naturaleza (al ecosistema) y a los bienes comunes (los llamados generalmente recursos naturales), prioridad de lo colectivo (sobre todo de lo comunitario) frente a los intereses privados, democratización de todas las relaciones sociales, defensa de la diversidad cultural frente a la homogeneización que impone la globalización capitalista, cauces de participación directa en los debates y decisiones sin dejar estos en manos de políticos profesionales, oposición al patriarcalismo, al sexismo y al racismo, derecho de los pueblos-naciones a decidir por sí mismos…
¿Alguna organización o partido en Andalucía, el Estado español o Europa responde a estos valores en su programa y, sobre todo, en su práctica política y electoral? Si partimos de que existen valores y objetivos de izquierda que confrontan el sistema, ¿alguna organización los asume hoy realmente y actúa en consecuencia sin caer en dogmatismos ni oportunismos electoralistas? Pienso que cada quién debe sacar sus propias conclusiones. Y no debemos sorprendernos, y menos deprimirnos, si lo que contemplamos es mucha confusión. Ello siempre ocurre en épocas en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. Como ya escribió Blas Infante, en estos casos nuestra principal aportación sería actuar de parteros.
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