La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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La tribuna
CUENTAN que en la historia de las celebraciones del Gordo de Navidad nunca ha habido una más extraña que la acaecida, días pasados, en Quintanar de la Orden (Toledo). Al parecer apenas se agolpaban unas pocas personas en la administración de loterías de la que salió el billete premiado y no tuvieron que comparecer ni los maderos para imponer el orden. Todo se debía, según la primera versión, a que los décimos se habían vendido por participaciones a los clientes del club de alterne conocido como el hostal La Viña. Y en el marco de un pequeño pueblo castellano se conjeturaba con que ninguno de los agraciados, en especial los casados, quería confesar su fortuna porque implicaba revelar su afición o debilidad ocasional por los locales de luces rojas.
Conviene aplicar en tono jocoso una dosis de un peculiar I+D+I (investigación, desarrollo e imaginación) a este suceso, para descubrir el misterio del Gordo de Quintanar.
El alcalde del pueblo, Carlos Alberto Madero, califica esta noticia de bulo, niega la distribución del premio en participaciones y asegura que "los diez décimos han sido comprados por gente normal y corriente que no van al puticlub". El lotero Antonio Alonso certifica que tiene localizados a nueve de los agraciados, y que sospecha quién es el titular del último décimo, pero teme citarlo. Por su parte, el dueño del peculiar hostal ha manifestado a una cadena de TV nacional que él compró los diez décimos y que los regaló a algunos de sus clientes, ratificando que no emitió participaciones, por lo que sus tenedores pueden cobrarlos tranquilamente en cualquier administración de loterías.
No hay duda alguna sobre el desprestigio de la clientela de estos antros y quizá, aún más, en su variante actual. Las putas nacionales que atendían las antiguas barras americanas daban conversación, una picante compañía e incluso algo de cariño. Por contra, los nuevos centros de hostelería del sexo lo trabajan prostitutas procedentes de lejanos países, con idiomas ininteligibles, que sólo entienden el vocabulario básico y urgente del trato carnal.
Cabe imaginar la confesión de cualquiera de los nuevos ricos al llegar a casa y la respuesta conyugal. Eufórico, pero con el aplomo que otorgan 320.000 euros en la cartera, le diría a su mujer: "No te lo vas a creer, Cándida, hace una semana me llevaron los compañeros del trabajo al puticlub, yo no quería ir, en realidad sólo me tomé una copa rápida en la barra, no te puedes hacer una idea qué penoso y lamentable el ambiente, y las chicas todas horribles pero, al salir, el dueño, que es muy simpático, nos regaló a cada uno un décimo. Yo, desde luego, no pienso volver". Y la señora esposa, con certeza, le repuso: "Si no pasa nada, estoy encantada, te informo de que Sabino, el hijo de Fortunata, la vecina, que estudia Derecho, me ha dicho que los rendimientos del juego son gananciales, o sea, que vamos a medias. Si quieres nos acercamos al hostal a darle las gracias al dueño y, de camino, saludamos a esas mozas tan feas".
Resulta muy extraño que el alcalde asegure, y de manera absoluta, que los agraciados son gente que no van al puticlub. ¿Cómo puede saber qué vecinos van por allí? Además parece que el hostal La Viña pertenece al pueblo vecino de El Toboso y por tanto la Policía Municipal no puede darle ningún informe al respecto. Sólo yendo con mucha asiduidad puede llegar el regidor a una afirmación tan tajante, cuando además esos tugurios están abiertos al público a todas horas. El Gran Hermano manchego.
Para averiguar quién es el titular del décimo décimo hay que acudir al local de alterne. La cosa se complica. No es raro que los camareros, todos de la comarca, y que se deben al secreto profesional, esquiven las preguntas con evasivas. A las chicas, como son extranjeras y no saben apenas hablar español, no hay manera de entenderlas. Como andan casi desnudas y con pocos papeles, temen a los maderos y no aceptan de buen grado las preguntas. Sólo Kasta, rubia natural de Bielorrusia, uróloga titulada, aficionada al cine en blanco y negro y con facilidad para los idiomas, se atrevió a contestar sobre si allí ha tocado el Gordo:
-Aquí toca el gordo, el flaco y hasta el madero.
Con este chivatazo parece resuelto el enigma del último décimo y todo el misterio: Madero, el alcalde, lo mismo se ha hecho rico.
-Oiga, ¿irá usted por Quintanar próximamente?
-Puede que vaya al hostal La Viña a ver si el dueño me regala un décimo para el sorteo del Niño pero sólo me tomaré una copa rápida…
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