¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
El 19 de Agosto, en una entrevista realizada en estas páginas, con motivo de la publicación de su libro Raíces y punta, Alejandro Luque transmitía una sensación de rabia y dolor que ha debido ser compartida por otros escritores, artistas e intelectuales andaluces. Porque tuvo el atrevimiento de decir lo que muchos también piensan: el abandono que sufre la cultura en nuestra región. Sobre todo, sus palabras finales, dichas por alguien tan ponderado y preciso en sus expresiones, pero al mismo tiempo, tan bregado en el mundo de la literatura, tienen que ser leídas como un testimonio al borde de la desolación. El eco del último párrafo debería llegar a los despachos de nuestros gobernantes, para ver si alguno se moviliza y replica. Aunque, tal como él mismo dice, los políticos ya sólo leen los "dossieres del partido" y la cultura es la gran ausente entre sus preocupaciones. Ni siquiera este verano han cumplido con el viejo ritual de exhibir los títulos seleccionados para sus vacaciones. Era una fórmula mínima de rendir culto a la lectura. Y aunque los libros no deben ser sólo para el verano, este reclamo ayudó antaño a libreros y editores, dos gremios que sufren más la desidia cultural imperante.
Por otra parte, para esos políticos que piensan que la cultura no pasa de ser un adorno o una industria que debe ser rentable, conviene recordarles el reciente ejemplo francés, en el que presidente y primer ministro tienen una buena serie de libros publicados en su haber, sin olvidar que su ministra de Cultura era directora de una prestigiosa editorial. En algo han contribuido estos "adornos" a la buena expectación causada por estos personajes, tan librescos, entre sus votantes. Sería difícil, pues, extrapolar estos casos a la situación andaluza. Sin embargo, en momentos como los que se van a presentar en España, Andalucía debe movilizar a los representantes de su vida cultural. Por desgracia, por estas tierras existen pocas fundaciones, instituciones y mecenazgos de índole privada, por ello cualquier iniciativa de cierta envergadura depende de la Junta, que contempla con recelo propuestas que den un cierto vuelo a la sociedad civil. De todos modos, cara a los sucesos que se avecinan en Cataluña, no sería iluso pensar que el mayor contrapeso para atajar esa deriva secesionista hay que emprenderla desde Andalucía. Pero la voz de sus políticos puede que ya suene poco convincente. Por ello, podría ser válido darle cauce al potencial reflexivo que encierra el mundo de la cultura.
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