La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La tragedia de Valencia no es un "asunto doméstico"
Cuesta, pero hay que hacer el esfuerzo. Cuesta cuando se producen desmanes promovidos desde un Gobierno regional que, sin ninguna duda, ha traspasado todos los límites de la legalidad; cuesta cuando se escuchan mentiras que no tienen más objeto que sumar adeptos a una causa que, con la verdad por delante, no tendría apenas respaldo, y cuesta cuando ese Gobierno se dedica a la confrontación por una parte y al victimismo por otra y, lo que quizá es más grave, no tiene empacho en utilizar menores, niños y niñas de colegio para inculcarles ideas basadas en mentiras y azuzarlos para que salgan a la calle.
No tienen el menor pudor en instrumentalizar a menores, y tampoco en convertirlos en algo así como escudos humanos con los que bloquear a las fuerzas de seguridad del Estado, y a protegerse de posibles tentaciones de radicales -que los hay también entre los anti independentistas-, indignados que se lanzan a la calle para manifestarse contra quienes han llevado a Cataluña, y a España entera, a esta situación demencial.
Cuesta, pero hay que hacer el esfuerzo de intentarlo. Es necesario, ante estos próximos días en los que se juega el futuro de Cataluña y de España, hacer un ejercicio de serenidad, de tranquilidad, de sosiego. Empezando por los políticos y, en segundo lugar -si no el primero-, por los medios de comunicación, por los periodistas, que al fin y al cabo son los principales transmisores de opinión. Y que tendrían que contenerse en sus comentarios para no echar más leña al fuego. Yo misma, sin ir más lejos, que he cometido errores al dejarme llevar, irresponsablemente, por la visceralidad. Si la preocupación es lógica, no se puede en cambio caer en la visceralidad. Menos aun cuando es mucho lo que se juega y en lugar de azuzar es obligado apostar por la contención. En toda su extensión, en el sentido más amplio de su concepto.
Si algunos comportamientos de políticos, periodistas y personajes públicos de diferentes sectores sociales deberían ser revisados para corregir los errores verbales y escritos cometidos, habría que hacer también un llamamiento a los docentes, que si han pasado años dando por buenos textos educativos dirigidos a crear independentismo, dejando de lado la ética de la noble profesión de maestro, estos días llegan más allá de lo permitido dando instrucciones políticas a niños que tienen el derecho a crecer sin que se contamine su formación con fines espúreos.
La lucha por la independencia es respetable siempre -no pararemos de insistir en ello- que se plantee dentro de los cauces que marca la democracia. Cauces con los que se han logrado éxitos rotundos sin necesidad de situarse al margen de la ley.
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