¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
El Parlamento de Andalucía también se dejó arrastrar por la ola de pobrismo demagógico con la que las instituciones creyeron hacer frente a la corrupción rampante. Tomaron diversas medidas ejemplarizantes. Casi todas ellas acertadas. Una fue un desacierto: recortar las retribuciones de los diputados. Parece una muestra de austeridad, pero en la práctica supone apartar de la política el talento y el mérito. Lleva a que la aspiración a un cargo público solamente atraiga a quienes no tienen oficio ni beneficio, a los ricos por su casa o a los funcionarios que conservarían en todo caso su puesto de trabajo. A todos los demás su ambición política les conllevaría un auténtico sacrificio. Pocos están dispuestos.
Así las cosas, instaurado este mecanismo erróneo de reclutamiento de la clase gobernante, lo coherente es asumirlo y atenerse a sus consecuencias. Y lo incoherente, sortearlo mediante trampas y argucias de pícaro. ¿Cómo hacen los parlamentarios andaluces para ingresar algo más de los 3.000 euros mensuales que perciben por su incansable labor como representantes de la voluntad popular? Pues redondean la nómina con prebendas y maniobras derivadas de su condición soberana. Prebenda: se adjudican dietas e indemnizaciones por participar en las comisiones parlamentarias, incluyendo aquéllas que se constituyeron al principio de la legislatura pero nunca han funcionado. Dietas que no necesitan ser justificadas. Maniobra: la Mesa del Parlamento aprovecha la mínima subida salarial a los funcionarios, tras años de recortes y congelación, para aplicársela a los 109 diputados.
La más sangrante de estas fórmulas soterradas de aumentar sus ingresos es la consagrada por la costumbre: la percepción de la citadas dietas también durante el mes de agosto, cuando no existe actividad parlamentaria alguna que pudiera explicar que los parlamentarios se las embolsen. Que digan que ellos son diputados todos los días y a todas horas, también en agosto, sería creíble... si fueran noruegos.
A este enjuague se opone de forma recurrente Podemos, el tercer grupo parlamentario de la Cámara. Siempre sale derrotado, pero siempre tiene razón. Porque ninguno de los otros se atreve a afrontar con gallardía y de cara el mal trago de explicarles a los electores que su sueldo de diputados es escaso y que su trabajo merece más consideración. Prefieren aumentárselo por debajo de la mesa.
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