Amparo Rubiales

Elena Fortún y Celia

La tribuna

28 de abril 2016 - 01:00

EN el prólogo a una edición de Celia, lo que dice, Pesquisa tardía sobre Elena Fortún, escribe Carmen Martín Gaite: "A la niña que yo fui no le importaba nada de Elena Fortún, pero a la mujer que soy ahora nada puede gustarle tanto como seguirle el rastro a aquella escritora que sin duda llevaba una niña dentro y me la regaló para que jugara con ella". Es difícil que me pueda identificar tanto con una expresión como con esta de Martín Gaite.

Elena Fortún, la prolífica autora de la saga de Celia y sus hermanos, nos salvó la vida a varias generaciones de mujeres. Sabemos mucho de Celia, pero muy poco de su autora. De nuevo el silencio cae sobre una gran mujer.

Encarnación Aragoneses se llamaba, pero publicó con el seudónimo de Elena Fortún, proporcionándonos un oxígeno del que carecíamos, y que se transmitió entre varias generaciones, porque algo diferente había en las aventuras de esa niña que en Celia, lo que dice, su primer libro, escribe: "Así, pensando y pensando, he entendido que, siendo los mayores tan grandes y tan ásperos, tan diferentes en todo a los niños, no pueden comprender nada de lo que los niños piensan o hacen". Tiene "la edad de la razón. Así lo dicen las personas mayores." Carmen Martín Gaite afirma que utilizar a una niña le sirve a la autora de parapeto para colar sin escándalo sus ideas revolucionarias, como hizo María Lejárraga al utilizar a su marido, Gregorio Martínez Sierra, como transmisor de la suyas en las obras de teatro que le escribía, y que este hacía pasar por propias. No sé si es afortunada la comparación, aunque sí que ambas fueron muy amigas.

Fue una escritora con una obra de enorme éxito, pero su persona es desconocida, como lo fueron tantas mujeres que escaparon a la regla. Cuando Giner de los Ríos crea la Institución Libre de Enseñanza, el analfabetismo de la población española era del 70%, de ahí la importancia del proyecto que culminaría con el Instituto Escuela, creándose más tarde la Residencia de señoritas, o el Lyceum Club, que también dirigía María de Maeztu, al que algunos denominaban "el club de las maridas", y al que la madre de Celia hace referencia en conversaciones que mantiene con su hija, sin que cuando lo leíamos supiéramos que era.

La filóloga gaditana Marisol Dorao, su biógrafa, escribió Los mil sueños de Elena Fortún, que permitió conocer a quien desde 1928 escribía sus relatos en Gente Menuda de la revista Blanco y Negro. Este libro sirvió para saber de la difícil vida de esta mujer republicana, que Trapiello sitúa entre los que llama la Tercera España, junto a Azaña, Juan Ramón Jiménez, Clara Campoamor o Chaves Nogales.

Conocíamos la maravillosa saga de Celia, pero hasta 1987 nada sabíamos de Celia en la revolución, cuyo manuscrito consigue Marisol Dorao de la nuera de Elena Fortún, única superviviente que residía en EEUU. Desapareció de las librerías pronto, y únicamente se encontraba en el mercado de viejo, hasta que ahora la editorial Renacimiento vuelve a publicarlo. Así podemos conocer la última aventura de nuestra Celia, con prólogo de Andrés Trapiello.

A nuestra autora la recuerdan, muy pocas personas, como "una mujer maravillosa, agradable, delicada y sencilla, con un don especial para comunicarse con los niños y escribir de su mundo con exactitud y magia". La mejor escritora de literatura infantil en muchos años, porque Celia ha sobrevivido generación tras generación de una manera prodigiosa. Quedan por conocer obras suyas, dos nuevas se publicarán en breve, una, un testimonio autobiográfico sobre el lesbianismo.

De Celia en la revolución, nos dice Trapiello que es "una de las grandes novelas de la Guerra Civil. La que le hubiera gustado escribir a Baroja, y no pudo: le faltó el conocimiento de primera mano para hacerlo, y la que le hubiera gustado escribir a Max Aub y no supo, al estar preso él, como tantos otros, de prejuicios y "razones históricas". "Es la novela de la lucha por la vida en la retaguardia, la gran novela del miedo y del hambre", escribe. Celia afirma: "Yo me había figurado las revoluciones con muchedumbres aullando por las calles. Aquí hay silencio, polvo, suciedad, calor y hombres que ocupan el tranvía con fusiles al hombro". Nuestra Celia vive con un padre republicano y un primo falangista, sin que sepa quién de los dos lleva razón. ¿Alguien la tiene siempre por completo? Termina sola, se le muere un hijo con 10 años y el otro y su marido se suicidan. Así acaba la novela: "todos, uno tras otro, han ido dejándome sola antes de que me fuera".

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