Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El otro día estuve en una localidad de la Sierra Norte de Sevilla. Me sorprendió el número de banderas españolas que vi en los balcones, muchas más que en la ciudad en la que vivo. Y lo que más me sorprendió fue que esa localidad sufrió uno de los episodios más terribles de la represión franquista durante la Guerra Civil. En agosto de 1936, después de la toma de la localidad por las tropas sublevadas, alrededor de mil personas fueron fusiladas en menos de dos días. Fue una de las mayores carnicerías que se produjeron en Andalucía. El pueblo fue literalmente diezmado.
Pues bien, en esa localidad que había sufrido una represión cruel había montones de banderas españolas. Hay gente que cree que las banderas sólo las ponen los fachas, pero en esa localidad de la Sierra Norte no podía haber tantos fachas. Todas las familias tienen por fuerza un familiar o un amigo o un conocido entre los asesinados. Y aunque los hechos ocurrieron hace mucho tiempo, esas cosas no se olvidan. Por si fuera poco, entre ese millar de ejecutados había muchísimas mujeres: la Cebolla, la Perendenga, la Tornita... Benditas sean.
¿Quiénes habían puesto las banderas? ¿Y por qué? Y ahí es donde nos encontramos con uno de los fenómenos más interesantes que nos ha descubierto el procés: resulta que en España hay un patriotismo constitucional que no está contaminado por la extrema derecha ni sus delirios xenófobos (tan parecidos a los de los independentistas, por cierto). Porque ese patriotismo no es supremacista ni es histérico: sólo es el patriotismo de quienes están orgullosos de los 40 años de democracia en los que hemos logrado vivir con cordura y civilidad. Es el patriotismo de todos los que están orgullosos de un país que es uno de los más liberales y avanzados del mundo. Y aunque ese país tenga problemas, y corrupción, y contratos en precario, también es un país que ha sabido dotarse de unas instituciones que funcionan razonablemente bien. Nuestros hospitales y nuestros colegios están entre los mejores del mundo. Y además, aquí apenas hay extrema derecha, ni partidos contrarios a la inmigración, ni violencia política ni persecución policial. Hay gente que se empeña en creer que eso no es cierto, pero los habitantes de ese pueblo de la Sierra Norte saben muy bien cuál es la verdad. Y por eso cuelgan orgullosos su bandera en el balcón.
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