Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Voces
EL nuevo Gobierno ha presentado estos días su nuevo escenario macroeconómico para 2020-2023, como primer paso para la presentación de los Presupuestos Generales del Estado 2020. Serán, seguramente, los primeros presupuestos que aprobaremos después de varios años y el cuadro económico nos muestra una economía que se estabiliza varios años sobre el 1,5% de crecimiento del PIB. Por la parte de la demanda agregada, no será el consumo de las familias quien tire de la economía ni la Inversión de las empresas, sino el gasto público y ligeramente las exportaciones. Años pues, en los que el sector público irá desplazando al sector privado de la demanda agregada y el Estado irá ganado peso en las decisiones de gasto. Lo que conocemos como una situación de crowding out, propia de los gobiernos de los partidos de izquierda en sus diversas variantes.
En cuanto al techo de gasto que el conjunto de las administraciones públicas, planean gastar en 2020, la cifra presentada es de 127.609 millones de euros, un 3,8% más que el año anterior, a los que hay que sumar el gasto en pensiones a cargo de la Seguridad Social y las operaciones financieras de pago y refinanciación de la deuda pública al igual que los préstamos a la Seguridad Social para cubrir el déficit de las pensiones, superando finalmente los 470.000 millones de euros.
Dado que el crecimiento del PIB real esperado será del 1,6% y que se proyecta un 3,5% de crecimiento nominal, esto indica que esperamos una inflación del 1,9%. Y en este escenario se espera que la tasa de paro suba al 14,1% de la población activa, que muy lentamente irá descendiendo hasta el 12,3% en 2023.
Finalmente, el cuadro macroeconómico prevé un déficit público del -1,8% del PIB en 2020 que llegará al -0,9 en 2023, bajando tres décimas cada año.
Este escenario macroeconómico nos plantea dos cuestiones relevantes: si es posible seguir corrigiendo el déficit público y, en segundo lugar, cómo después de casi diez años de crecimiento por encima del 1,5% seguiremos con una tasa de paro estabilizada superior al 12% de la población activa.
En cuanto al déficit público y sin saber aún cuál será el dato en 2019, hay que decir que deberíamos ya estar en el 0,5% del PIB, que es lo que se considera normal cuando la economía está ya creciendo como lleva haciendo la economía española desde hace varios años. Esto es lo que se denomina el déficit público estructural, de ahí que Bruselas nos insista en reducir estructuralmente nuestro gasto público y, no obstante, el techo de gasto ha subido un 3,8%.
Generalmente casi todos los impuestos van relacionados con el PIB nominal. Si este crece un 3,5% en 2020, es previsible que los ingresos fiscales aumenten en un porcentaje similar y se podría financiar perfectamente el incremento del techo de gasto, pero no la reducción del déficit que la Comisión Europea nos exige. Una cuestión diferente es que Bruselas acepte el déficit propuesto (1,8%) y no el que tenía previsto con antelación que era del 1,1%. Así pues, teniendo en cuenta la batería de impuestos previstas, de recaudación incierta, y la repetida lucha contra el fraude fiscal, la negociación con Bruselas sobre la senda de corrección del déficit parece que será la cuestión central para que den el visto bueno a nuestras cuentas y las expectativas no son malas para que así ocurra, dado el buen hacer en la Comisión de la ministra de Economía, el hecho favorable de que el nuevo Comisario es italiano y que Francia va a superar el 3% de déficit público. Si son más flexibles con Francia, seguro que lo serán con España que tendrá menos déficit.
El segundo problema es nuestra elevada tasa de desempleo. Sólo Grecia nos supera entre los países occidentales y, en nuestro caso, es más del doble que muchos países. Sobre esta cuestión de la coyuntura actual hay dos temas sobre los que reflexionar.
Parece que si no crecemos cerca del 2% el desempleo no desciende. Sería pues nuestra tasa natural de crecimiento. Es cierto que en los años de crisis con crecimientos inferiores el paro empezó a bajar, pero ahora está siendo diferente. ¿Por qué es esto así? La razón radica en que todos los años los mismos trabajadores son capaces de producir más debido a que la inversión en equipos y tecnología crece, los bienes amortizados son más eficiente, la organización empresarial mejora, el capital humano se acumula, hay más personas que quieren trabajar, etc. Parece pues, que si no crecemos más del 2% el paro no desciende y el escenario de los próximos años es el descrito, con tasas en torno al 1,5% de crecimiento del PIB.
El segundo tema de reflexión nos lleva a preguntarnos qué nos ocurre cuando después de varios años de crecimiento en torno al 3% seguimos con un paro tan alto. Y, en nuestro caso, si es posible que se deba a que ya estamos en pleno empleo con un paro de 13%. La tasa natural de paro es aquella en la que las personas paradas están en un proceso de búsqueda de trabajo que dura unos meses por el propio funcionamiento del mercado que tarda algo en ajustarse. Es lo que llamamos paro friccional. Este paro suele ser entre un 3 y un 5% de la población activa y es el que tienen la mayoría de los países que tienen un mercado de trabajo flexible y eficiente. En nuestro caso, es posible que nuestro paro friccional sea un poco más alto dado que somos renuentes a cambiar de ciudad para encontrar un trabajo y la información sobre las oportunidades de empleos a veces es opaca. También es posible que haya personas que estén apuntadas al paro, aunque no desean trabajar porque ellos mismos o sus familiares reciben ayudas, prestaciones o beneficios sociales de diversa naturaleza. Incluso es posible que los trabajadores alarguen más de lo normal el tiempo de búsqueda de empleo si la indemnización por el despido ha sido alta o la ayuda que reciben como prestación es muy próxima al salario de trabajo y se extiende meses e incluso años. A este desempleo lo podríamos llamar paro voluntario y es difícil de cuantificar. Además, podemos añadir al paro friccional y al paro voluntario el paro falso, que contabiliza como parados a personas que trabajan en la denominada economía sumergida que parece ser de algo menos del 20% en nuestro país. A estas tipologías del paro que conforman la tasa natural de paro, hay que añadir el paro clásico en el que se integran personas con una formación muy baja y poca experiencia que los hace poco productivos. Si el salario mínimo interprofesional sube, y lo ha hecho mucho en el último año, estás personas salen del mercado de trabajo y los programas de reciclaje profesional han de ser muy efectivos para que vuelvan a trabajar.
Finalmente están los parados estructurales. Tienen buena formación y suficiente capital humano, pero en tecnologías de producción ya obsoletas o en sectores que han ido desapareciendo de la actividad productiva por diferentes razones y la deslocalización de empresas y la dinámica de la globalización inciden en este paro al igual que la revolución tecnológica.
Calcular cuantos puntos de nuestra elevada tasa de paro se corresponde con estas tipologías de desempleo es muy difícil, pero convendremos que todas ellas existen en la economía española y que sumándolas todas, quizás el 13% de paro que registramos sea nuestro pleno empleo en la actualidad y si queremos bajar de esta tasa, las políticas deben partir de otra visión del problema.
También te puede interesar