Juan Ruesga Navarro

Sevilla y la utopía

Fragmentos

19 de diciembre 2016 - 02:37

Itaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte (C.Cavafis). En el poema épico La Odisea, Homero relata las aventuras de Ulises, héroe griego, en su viaje de retorno a Ítaca, su país de origen, tras la caída de Troya. El cambio de un lugar a otro, de un personaje a otro, ha hecho que modernamente se dé más importancia al viaje en sí mismo, a las etapas, al transcurso de una vida, que al objeto del mismo, el retorno a Ítaca. Pero tener el objeto final del viaje tan claro, el deseo de regresar a casa, permite a Ulises saber que cada episodio, por importante que sea, es solo un fragmento de algo mayor, su propia vida. Es la fuerza interior del objetivo final la que lo motiva. Es el deseo de alcanzar una meta buscada el que va moldeando una existencia. El filósofo alemán Paul Tillich nos ilustra sobre la fuerza del deseo en el hombre: "Ser hombre significa tener una utopía, un deseo". La fecundidad de la utopía consiste en su capacidad de abrir posibilidades. Sin utopía queda inhibida la realización individual y la realización cultural de las posibilidades humanas. Plantear objetivos aparentemente utópicos tiene un valor estratégico en sí mismo. Nos hace movilizar todo nuestro ingenio y nuestros recursos para ir consiguiendo paso a paso acercarnos al objetivo final. Es lo que podemos llamar la "estrategia Ulises". Y es aplicable tanto a personas como a colectivos.

Sevilla ha planteado diversos objetivos y proyectos que, en mi opinión, fallan porque son discretos, de perfil bajo y no reclaman entusiasmo ni verdadero esfuerzo, no señalan una utopía. Sevilla, como ciudad, necesita algo más. Un proyecto, un rol diferenciado y reconocible que nos lleve hacia adelante, peldaño tras peldaño. Nos falta la formulación de un objetivo del más alto nivel. ¿Qué deseamos llegar a ser? Necesitamos como Ulises, la fuerza interior del objetivo final que es la que moldea la realidad. La dorada mediocridad no funciona como motor interior de una comunidad, por más que sea un cómodo pasar. En esto no funciona un "picoteo", un surtidito al centro de la mesa, para que todos estemos contentos y ninguno comamos a gusto. Un poco de puerto, otro poco de turismo, industria aeronáutica pero sin pasarse, algo de cultura, innovación por supuesto, las fiestas tradicionales que no falten. ¿La cultura cómo la van a querer: poco hecha o pasadita?. En su punto. Y para beber, ¿qué van a tomar?. Un blanco fresquito. ¿Le parece bien Sostenibilidad 2020?, lo piden mucho. No, yo prefiero un tinto DAFO crianza. Pues traiga usted una botella de cada.

Así creo que no vamos a ninguna parte. Ese plan correcto y un poco de todo está bien para una ciudad provinciana venida a más. Pero no es un horizonte para una ciudad que aspira a ser referencia en el Sur de Europa. Tenemos que idear algo fuerte, poderoso, difícil, que necesite de todos: empresas productivas, empresas turísticas, universidades, sector cultural, investigadores, medios de comunicación, etc.. Pero, ¿y si nuestra utopía es vivir bien sin molestarnos demasiado?

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