Ha nacido una estrella

Con la prevención que hay que tener siempre a la hora de emitir juicios sobre alguien que acaba de cumplir 20 años y se encuentra aún en una fase de formación especialmente delicada (y crucial) de su vida artística, me atrevo a afirmar que la clavecinista cordobesa Irene González Roldán es el mayor talento emergido en la música antigua andaluza al menos en el último lustro. Ganadora de la Beca que convocan el Femás y la Asociación de Amigos de la OBS para facilitar los estudios en el extranjero, la joven mostró ayer en uno de los recitales adscritos a la Beca unas condiciones técnicas y musicales deslumbrantes.

En las doubles de Rameau o las variaciones sobre la Folía de Emanuel Bach el virtuosismo resultó espectacular, por la claridad y la precisión en la articulación, que le permitieron dar individualidad y cuerpo a cada nota, a cada ornamento. Pero no se trató sólo de esa agilidad diríase atlética, sino también de una profundidad en la concepción musical de cada obra lo que denota su prematura madurez. Lo mismo en la singular y compleja pieza de Emanuel Bach que en las de su padre, la fluidez y transparencia de la polifonía se fijó desde luego en el detalle, pero sin perder por ello la perspectiva de las grandes frases, a las que dio sentido con un fraseo elegante y una concepción flexible del tempo. En la suite de Rameau todo fue dicho con una limpieza y una claridad admirables, si bien es cierto que en la Allemande hay un potencial dramático y expresivo oculto que acaso aún se le escapa.

De cualquier modo, en las Sonatas de Bach se vio condicionada por sus compañeros de interpretación: una Irene Gómez a la que faltó un punto de distinción y claridad en el sonido para la BWV 1029 y un Leo Rossi algo irregular, más dramático que lírico en todo caso, en la BWV 1016. En el Concierto final de Rameau, dominó el color y faltó una trama algo más refinada y sutil de las partes.