Una fábula sin moraleja de Isabel Vázquez
danza
'La maldición de los hombres Malboro' llega hoy al Lope de Vega
Sevilla/A Isabel Vázquez, una de las bailarinas sevillanas más admiradas y más presentes en la escena andaluza desde los años 80, le impresionaba la afirmación de Martha Graham (que llegó a los 97 con una actividad sorprendente) acerca de las dos muertes del bailarín (y la bailarina): la real y la de la decadencia de un cuerpo que ya no te obedece como antes y no te permite negar el tiempo.
Por eso, a pesar de su estupendo físico, al acercarse a los 50 pensó que lo mejor era hacer las paces con él y celebrar su madurez con buen humor interpretando un último solo, Hora de cierre, estrenado en el Teatro Central en marzo de 2014. Tenía claro que su decisión de consagrar su vida a la danza era un camino largo -iniciado en el Conservatorio de Sevilla con sus estudios de ballet clásico- que aún tenía muchas etapas por recorrer, no sólo como bailarina sino como profesora, que lo fue del Centro de Artes Escénicas (del que fue cofundadora) y lo es del Centro Andaluz de Danza, donde ella misma se formó en danza contemporánea, sino como coreógrafa y directora de escena.
Curiosamente, Isabel Vázquez siempre ha estado rodeada de muchos hombres, primero en la casa paterna, luego en la suya, con su marido y su hijo, y como artista con creadores como Salvador Távora -en su breve paso por La Cuadra-, Ramón Oller, Emio Greco... No es extraño pues que a la hora de plantearse dirigir un espectáculo haya pensado en esos comportamientos viriles que simbolizara cuando era pequeña el tabaco Marlboro y que, desde mañana, tendrá su expresión en ese mundo de chaquetas azules en danza por Sevilla.
La maldición de los hombres Malboro, sin embargo, se centra en esos arquetipos masculinos prácticamente universales, como la incapacidad para expresar abiertamente sus sentimientos. Condicionamientos que han producido una raza de macho-men que, desgraciadamente, cada día ocupan más espacio en los titulares, y no siempre de la sección deportiva.
En cualquier caso, la pieza no ha pretendido adentrarse en terrenos demasiados arriesgados, como el de la violencia de género o la identidad sexual, decantándose por un tono irónico que, en ocasiones, se vuelve abiertamente divertido, sin que por ello carezca de un compromiso claro por parte de los bailarines. Estos, muy diferentes entre sí, fueron en su mayoría alumnos de la coreógrafa en los talleres del CAD y luego, autoexiliados por la debilidad del tejido dancístico andaluz, forman parte hoy de compañías nacionales o internacionales como la del belga Win Vandekeibus o la alemana Sasha Waltz: David Barrera, David Novoa, Arturo Parrilla, Javier Pérez, Baldo Ruiz e Indalecio Seura. Según la directora, pese a la sencillez del espectáculo y a su falta de moraleja, hay una energía común muy fuerte, que no impide que cada uno tenga su propio momento.
Seis hombres que Vázquez pudo reunir gracias a la Diputación de Sevilla, que produjo la pieza para el Festival de Danza de Itálica en el que, tras siete semanas de intenso trabajo en el Centro Cultural de La Rinconada, se presentó a mediados de julio de 2017, con las entradas agotadas para sus dos funciones, en el Monasterio de San Isidoro del Campo. Junto a las coreografías y la complicidad de la productora Elena Carrascal, completan la obra los textos de Max Arel Rafael (con dramaturgia de Gregor Acuña)y una atractiva banda sonora de Santi Martínez que reúne piezas muy conocidas con temas propios tan hilarantes como Los hombres blandengues. La obra estará hoy y mañana, a las 20:30, en el Teatro Lope de Vega.
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