Sobre energía reapropiada
Crítica de Teatro cine
FUENTE OVEJUNA
TNT-El Vacie. Autor: Lope de Vega. Dirección artística: Pepa Gamboa. Dramaturgia y versión: Antonio Álamo. Ayudante de dirección: Joaquín Galán. Intérpretes: Rocío Montero Maya, Pilar Montero Ramírez, Ana Jiménez García, Rocío Rivas Flores, Carina Ramírez Montero, Lole del Campo Díaz, Sandra Ramírez Montero, Bea Ortega, David Montero. Fecha: Viernes 21 de octubre. Lugar: Teatro Central. Aforo: Lleno.
Hay al menos dos aciertos en esta Fuente Ovejuna de TNT-El Vacie que saltan a la vista. Dos buenas ideas: la primera hacer de la escena, mar de ropa en amasijo, un espacio reconocible, pero tan hipertrofiado, que pueda servir para dibujar territorios dramáticos y, sobre todo, lúdicos. La segunda, permitir, en una adaptación laxa y elíptica de Lope, esos arañazos dialécticos entre el castellano clásico (en la dicción esmerada del Comendador) y el caló -o lo que queda de él- de las actrices gitanas, quizás lo más próximo a lo que en la actualidad podemos estar de pensar una extranjería en nuestra propia lengua.
Ambas ideas son las que propician el juego de distancias que pretende esta Fuente Ovejuna, suerte de rapto colectivo -obra como caída del cielo sobre las actrices- antes que una representación al uso. La sensación de frontera traspasada, de reto aceptado, permite además un bello y pregnante ir y venir del atrezzo entre dimensiones: objetos cotidianos que se cargan de energía, camino del símbolo sin nunca abrazarlo.
La virtualidad que favorece esta estructura admite otro lance, aquí decisivo, entre los accidentes y el texto, lo que hará del espectáculo, y esto sin duda supone una de sus virtudes de planteamiento (estético y político), uno que varíe significativamente, no de signo, pero sí de atmósfera y alcance, en cada pase. En este su arropado estreno nos gustaron, además del reencuentro con el poderío de Rocío Montero Maya, algunas soluciones coreográficas, y hallazgos como el de convertir el silbido del Comendador en un off intemporal de regusto cinematográfico. A veces, por otro lado, la obra, libre de Lope, no deja paradójicamente de sentirse como impuesta, lo que provoca demasiada rigidez en unos cuerpos y unas voces cuya presencia ya convoca un indecible que no hace falta escenificar.
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