"Pido perdón, venga, como el Rey: lo siento mucho, me equivoqué, no volverá a pasar"

maría cañas. artista

La autora del cartel de la próxima edición del Festival de Cine de Sevilla, acusada de plagio y envuelta en una encendida y agria polémica, aporta su versión de los hechos

María Cañas (Sevilla, 1972), el pasado viernes durante la presentación del cartel de la polémica.
María Cañas (Sevilla, 1972), el pasado viernes durante la presentación del cartel de la polémica. / Juan Carlos Vázquez
Francisco Camero

12 de septiembre 2017 - 08:20

Sevilla/La polémica surgió el pasado viernes, cuando fue presentado el cartel de la nueva edición del Festival de Cine de Sevilla, estalló definitivamente el sábado al calor de las redes sociales y desde entonces no ha dejado de crecer. En la obra, encargada a María Cañas y remunerada con unos 3.000 euros, la videoartista sevillana emplea como motivo central una imagen del ilustrador estadounidense Walter Popp que en 1954 sirvió de portada de un número de la revista de relatos pulp y ciencia-ficción Fantastic Story. Conocida precisamente por su defensa militante del reciclaje, el collage, la poética del objeto raro y encontrado y la remezcla, Cañas no hizo mención alguna la presentación a la fuente original del cartel, cuya autoría desconocía, según reconoció más tarde. Hablamos con la artista para que aporte su punto de vista en este inesperado y no pocas veces agrio debate sobre la resbaladiza línea que muchas veces, como ésta, separa el plagio, de lo que muchos la acusan, y el "apropiacionismo crítico", tal como ella lo ve.

-¿Cómo es posible citar u homenajear en una obra a un artista al que no se conoce?

-No ha habido mala intención ni idea de timar, como alguno ha dicho con muy mala leche. No tengo necesidad de mentir, yo quería hacer un homenaje a la estética pulp, a la serie B, ¡y así lo dije! Pero pequé de ignorancia, y pido perdón. Yo, que voy de archivera de Sevilla, no fui capaz de identificar a ese autor. Nunca vi la portada de la revista, esa que ahora se pone junto a mi cartel para crucificarme, sino un fragmento, esto lo juro por que me parta un rayo ahora mismo: no vi que era una portada. Además, el nombre de Walter Popp no aparece ni en esa portada ni en el nombre del archivo del banco de imágenes de internet donde encontré la imagen por casualidad. Qué le vamos a hacer, tengo lagunas, no conozco todos los cómics ni todas las películas que existen en el mundo. Así que, por favor, pido ya un poquito de clemencia. Por otro lado, es una imagen libre de derechos, así que en ese aspecto tengo las espaldas cubiertas.

-Pero más allá del debate legal entiendo que cabe también plantearse una cuestión ética: aunque la imagen esté en efecto libre de derechos, le ha servido para ganar dinero con la obra de otra persona...

-Estoy avergonzada de mi ignorancia, de mi metedura de pata. Si lo hubiera conocido, lo hubiera citado, pero pensaba de veras que era una imagen anónima.

-Hay quien dice que los homenajes no le parecerían a usted ya tan bien si alguien usara una obra suya para ganar algún concurso, pongamos por caso...

-Que lo haga el que quiera, adelante. Es más, en todos los talleres que doy yo regalo mis vídeos e invito a la gente a que los use como les dé la gana.

-¿Tiene límites entonces la práctica del apropiacionismo?

-Los límites los pone cada uno. Para mí los límites pasan por mantener una cierta coherencia entre lo que yo hago y lo que digo. Y pasan por no robarle nunca, por supuesto, a compañeros y coetáneos, a nadie que esté produciendo ahora y está vivo. Yo no soy pintora, ni dibujante, ni voy por la vida de diseñadora gráfica o de ilustradora. Yo soy una Mary Shelley del arte, creo frankensteins y modernos prometeos, y lo puedes poner así, me da igual que se ría alguno. Yo hago lo que he hecho siempre, fotomontajes, collages, junto lo que aparentemente no se puede juntar para generar otros significados... Yo hago homenajes y remezclas. Creo con todas las consecuencias en lo que decía Duchamp, que el arte es un juego entre todos los hombres de todas las épocas.

-Le planteo una duda. En sus vídeos, las imágenes que usa sí cobran un sentido o un significado distinto al insertarlas usted en un montaje en diálogo con otros materiales preexistentes, que conforman con claridad un discurso propio. En este caso es un cartel, idéntico a la portada de aquella revista. ¿No cree que ese matiz tan importante para usted de la resignificación no se percibe con tanta claridad?

-Es verdad que en el vídeo, al darse esa acumulación y al estar mucho más clara la noción de narración, con el refuerzo del sonido y la imagen, no hay tantos problemas. Se entiende mucho mejor, está más claro, eso lo admito. Pero no estoy de acuerdo con que los carteles sean idénticos: es más, el punto de partida no fue la imagen de Walter Popp, sino el celuloide quemado. Eso, según dicen muchos, no se ve... Pues no sé, a lo mejor no lo he expresado bien o tenía que haber puesto más fuego o más celuloide, pero la idea del cartel era esa. Para mí no son idénticos, yo parto de la base del celuloide ardiendo y a partir de ahí coloco la imagen de Walter Popp. Eso lo sigo reivindicando aunque por supuesto me ha agobiado mucho conocer la existencia de este hombre. E insisto: con la mayor humildad, pido perdón.

-¿Qué es lo más doloroso para usted de todo este jaleo?

-La humillación, la falta de respeto, cómo están queriendo ridiculizar 25 años de carrera. Que me traten como si fuera una delincuente. Hice hasta 16 versiones, pero eran más punkies y no gustaron, bueno, lo entiendo, es un encargo, el cliente manda, ¿no? Esas versiones yo las quiero mostrar, de hecho diría que se lo voy a exigir al festival, para que se vea al menos el trabajo, todo el proceso, las mil horas que le he echado a esto. Para no quedar como una sinvergüenza. Y el dinero yo creo que lo voy a donar, a alguna ONG o algo, no sé, porque a mí esto no me compensa, o hago algo así o no voy a poder descansar.

-Si hubiera llegado a intuir sólo en parte todo esto, ¿habría aceptado el encargo del cartel?

-No. Esto me está causando una angustia que no me podía imaginar. Este linchamiento me ha desbordado. Tanta gente endemoniada... Mira, yo respeto el debate, pero con educación, sin insultar, yo no voy de Marina Abramovic ni de nada por la vida. ¿Qué quieren? ¿Que pida perdón otra vez? Pues venga, como el Rey: lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a suceder. Pero ya, ¿no? Y no nos engañemos: aquí hay muchas rencillas políticas, muchos piques con el equipo del festival, mucho quítate tú que me pongo yo. Lo pasé muy mal hace muchos años cuando me denunció la Falange, pero nada que ver con esto: entonces, al menos, no existía esta tiranía monstruosa de las redes sociales donde todo el mundo se siente juez, un Dios dispuesto a cortarte la cabeza, ¡y donde todo el mundo de repente es crítico de arte y especialista en Walter Popp! Por no hablar de ese debate horrible y lleno de caspa, rencillas y complejos de inferioridad en plan "arte vs. diseño". Dicho esto, y reconocido mi fallo, que tire la primera piedra el primer diseñador que no haya copiado nunca, que me voy a reír yo de eso, vamos.

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