"Resulta imposible separar a Sevilla de mi guitarra"
flamenco
Tras una larga ausencia, Rafael Riqueni regresa a los escenarios poniendo música a cada rincón del Parque de María Luisa. "Es el lugar donde están mi infancia, mis recuerdos, mi vida", asegura
Sevilla/Con la misma naturalidad con que se comparte el pan duro que se le echa de comer a los patos, en el patio de butacas del Teatro de la Maestranza se repartían pañuelos de papel para tapar la bochornosa exhibición pública de la emoción, que es el llanto incontenido. Era noviembre de 2015. Rafael Riqueni reaparecía tras años alejado de los escenarios a causa del trastorno bipolar que padece, y lo hacía con Parque de María Luisa, una obra evocadora en la que el trianero invita a un paseo por el pulmón verde de la ciudad apresando con sus manos el sonido del agua de La Fuente de las Ranas, el Revuelo de las Palomas o las risas escondidas en el Monte Gurugú... Es decir, "la infancia, los recuerdos, mi vida".
Todo lo que recoge ahora en el que es el séptimo título en su discografía y el primero desde el ya lejano 1996. Un nuevo capítulo que Riqueni vive con "entusiasmo y mucha alegría" después de una larga espera tristemente oscurecida por cancelaciones y aplazamientos como el que empañó la inauguración de la pasada Bienal. "Han sido años muy duros, primero recuperándome de mi enfermedad y luego el tiempo en prisión... Pero el reencuentro con el público y que mi hijo esté a mi lado me da fuerzas", cuenta al otro lado del teléfono.
-¿Cómo está viviendo la vuelta a los escenarios?
-Está siendo estupendo, estoy encantado. Han sido casi siete años muy duros, estudiando mucho y preparándome para poder enfrentarme de nuevo a una gira, pero ha merecido la pena, la respuesta está siendo fantástica. Hace unos días estuve tocando en el festival Suma Flamenca de Madrid más de dos horas y media... Hacía mucho que no estaba tanto tiempo en un escenario. Fue muy bonito.
-Cuando presentó Parque de María Luisa en Sevilla, los aficionados lo consideraron un recital apoteósico y la crítica lo nombró ser supremo. ¿Puede ser ésta una obra crucial en su carrera?
-Lo cierto es que estoy muy contento con el resultado. Personalmente va a ser una obra que voy a recordar siempre. Me ha costado muchísimo esfuerzo terminarla. Ha sido un álbum muy laborioso en el que he querido sacar la música que esconde cada rincón de este parque. Para mí, y creo que para todos los sevillanos, el Parque de María Luisa es un sitio muy especial. Un lugar emblemático donde está todo, la copla, la poesía, la belleza... Me he inspirado ahí y he tratado de hacer algo desde el corazón para Sevilla y para el mundo, porque, al final, lo que expreso son sentimientos.
-Sorprende que se fuera a Madrid y siempre haya sonado Sevilla en su guitarra, ¿le es imposible despegarse de su tierra?
-Seguramente sí, porque estoy muy marcado por mis vivencias y el flamenco de la ciudad. Es totalmente imposible separar Sevilla de mi guitarra. A qué va a sonar si no suena a Sevilla...
-Aunque sea desde la distancia…
-Claro, las dos ciudades me han influido muchísimo. Aquí he nacido, pero Madrid me ha aportado mucho a mi carrera y a mi vida. Allí he compuesto mis obras más importantes, como Suite Sevilla, desde el recuerdo. Y además pude convivir con muchos artistas y vivir experiencias muy enriquecedoras.
-De hecho a Madrid le debe su amistad con Enrique Morente, al que usted reconoce que querían imitar hasta en el vestir. ¿Existe ahora un artista que marque tendencia en lo jondo?
-No creo que estemos en un momento de liderazgo a nivel artístico en el flamenco, ni en la guitarra ni en el cante ni en el baile. Ahora hay muchos profesionales, pero nadie lleva la batuta de la orquesta. Hay gente que toca, canta o baila muy bien pero estos líderes, como Paco, Enrique o Camarón, no están y no van a volver. Sin ellos nada es lo mismo.
-Sus palabras, y su obra, desprenden cierta nostalgia. Al final, ¿la guitarra es su mejor consuelo?
-Totalmente, la guitarra ha sido un asidero en mi vida, es mi descanso. Cuando cojo la guitarra estoy trabajando, pero mi cuerpo y mi mente descansan. Es mi forma de expresarme, me sirve como terapia. Para mí, tocar es fantástico y cuando no toco me falta algo.
-En sus momentos más duros, ¿pensó en algún momento en abandonarla?
-No he dejado de tocar nunca, pero sí he tenido momentos en los que he estado tan mal que casi no podía coger la guitarra. Además no tenía interés por nada. Menos mal que vino Paco Bech a Madrid y me ofreció un contrato para grabar este disco. Fue a raíz de ahí cuando me fui a la sierra de Huelva, a casa de un amigo mío, empecé a hacer deporte y me fui curando. No me imagino lo que me podría haber pasado... Estaba muy mal.
-¿A qué se agarraba entonces?
-Ha sido un proceso. A medida que estudiaba y me encontraba mejor con la guitarra iba ganando más confianza, y eso me dio más fuerzas para ponerme delante del público. Después, ver la respuesta de los aficionados, tener a mi hijo al lado, volver con una gira, que todo vaya saliendo bien... Todo eso hace que cada día me sienta mejor. Poco a poco vas viendo la luz y te das cuenta de que merece la pena luchar, que la vida es muy bonita.
-¿Cuál es ahora su deseo?
-Seguir con la gira, con la que estaré en agosto en el festival Flamenco On Fire de Pamplona, y sobre todo descansar. No estoy fuerte todavía y quiero medir bien los conciertos que hago para poder ofrecer el cien por cien. También tengo ganas de tocar en Sevilla, estar con mi hijo, disfrutar y hacer cositas para mi disco nuevo que quiero grabar el próximo año.
-Por cierto, recientemente reapareció en Sevilla Isabel Pantoja, con quien usted compartió escenarios durante muchos años. ¿Qué le ha enseñado la copla?
-La copla me ha dado mucho. Yo debuté con Isabel en el Teatro Álvarez Quintero cuando tenía apenas 16 años. Después estuve mucho tiempo con Rocío Jurado y con María Jiménez, que es tía mía... Ese tiempo fue muy enriquecedor porque la copla tiene una riqueza armónica tremenda.
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