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Sevilla/Vivir debajo de un puente era en una forma de referirse a hacerlo en condiciones lamentables. A falta de techo siempre se recurría a los bajos de una pasarela. Hasta en cómics se recurría a este pasaje cuando el personaje principal quedaba a la cuarta pregunta. Residuos, humedad, jaramagos, ratas... Los bajos de un puente nunca han tenido buena fama. Pero es que se pasea hoy martes por el Puente de Triana y el aspecto es vergonzoso si se atiende a las jardineras cargadas de todo tipo de basura. Vasos, cartones de huevo, envoltorios... La superficie se parece a los bajos. Elementos del llamado mobiliario que debieran embellecer lo que hacen es afear, ensuciar y destrozar un paisaje habitualmente de gran belleza, máxime en días soleados.
Urge un plan de limpieza, una reordenación de los criterios de trabajo de Lipasam y, por supuesto, más educación de los señores administrados y turistas. A la hora del Ángelus no puede ofrecer el Puente de Triana esta estética de descuido que nos deja a los sevillanos y visitantes como verdaderos guarros. A la jardinera no le falta, por supuesto, su correspondiente grafiti. No se trata de un contenedor que rebosa por la noche, no. ¿Hasta dónde va a llegar la basura en esta ciudad? Ya la sufrimos recientemente a los pies de la Giralda.
Para esto mejor apagar la luz, tan pregonada. Se nos ven las vergüenzas. Quizás somos una ciudad que no está ni mucho menos preparada para tanto uso, para tanto turismo, para tanto trasiego. Moriremos de éxito.
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