"La música debería ser un derecho humano protegido"
Eduardo López Banzo. Músico y director de orquesta
"El concepto actual del disfrute está equivocado. Hay que recuperar el ritmo lento como algo bello", afirma el músico.
-Su especialidad es la música antigua española. Difícil tener un gran público ¿no?
-Es difícil porque la mayor parte de las veces todo el mundo escucha el mismo repertorio y los músicos nos dedicamos casi todos a lo mismo. Pero lo importante es hacer tomar conciencia de que estamos trabajando en algo único...
-¿Y eso cómo se hace?
-Yo siempre digo que tenemos que resucitar el oído como sentido que goza con las novedades, con los descubrimientos. Es lo que se hacía en otros tiempos, en el siglo XVII, en el XVIII: la música que casi siempre se escuchaba era toda música nueva. Rara vez se escuchaban cosas repetidas. Y la gente recibía las obras con alborozo. De hecho, por ejemplo, la Iglesia utilizaba esa expectación para atraer al público a los templos, con el aliciente de los estrenos.
-Y usted que estudia y trabaja con estas músicas ¿cree que hay obras maestras ahí?
-Hombre, la mayoría son pequeñas obras no muy ambiciosas, pero hechas con mucho cariño y con ganas de gustar. No son obras maestras, pero ¿qué más da? Y algunas son muy dignas, hechas con mucha ciencia y un gran sentido de la musicalidad.
-¿Piensa que el gran público puede apreciarlas en lo que valen?
-Yo afirmo que en esto de la música hay que volver a ser niños, recuperar la inocencia, porque la hemos perdido. Deberíamos ser capaces de dejarnos impresionar...
-Pero es normal que guste más lo más conocido y lo mejor ¿no?
-Actualmente hay tal vez demasiada exigencia por parte del público, como si todo tuviera que ser excelente, y esa exigencia está fuera de lugar. Es preferible tener mayor inocencia y más humildad, tanto por parte del público como del crítico. No todas las orquestas tienen que ser la Filarmónica de Berlín. La gente no puede exigir a todos lo mismo, tiene que apreciar que todos los músicos se esfuerzan en su trabajo.
-A lo mejor está pasando con la música como con el mundo del vino.
-Mire, esa comparación me parece estupenda. Porque parece que ahora todos los vinos tienen que tener su historia, su cata, se analiza demasiado y a lo mejor se disfruta menos. Es probable que, en casi todo, la sociedad haya perdido esa cualidad de disfrute que tiene la infancia, sin tanta reflexión y análisis. Y a la vez, se vive muy rápido.
-¿Los músicos también?
-Es necesario que los músicos se sosieguen también un poco, que se olviden de ese narcisimo latente, de ese nerviosismo que hay en todo actualmente. Sí, hay que vivir, pero manteniendo el sosiego interno. El concepto actual del disfrute yo creo que está equivocado. Hay que recuperar el ritmo lento como algo bello.
-¿No es esa una aspiración de mucha gente?
-Sí, sí, también existe ahora una tendencia general a eso, a recuperar la lentitud de las cosas, por ejemplo el slow food contra el fast food, la vuelta al mundo rural. Sea como sea, la sociedad tiene que dar un cambio, porque no puede ser que este mundo cada vez corra más.
-Pero no es eso lo que se propugna desde los poderes.
-Ni mucho menos. Y además, la cultura del populismo ve a la música como algo prescindible, como algo que el pueblo no necesita. Y no hay nada más falso. También es verdad que mucha gente asocia la música clásica con la élite, y que se ha usado en un momento dado como un distintivo social, pero la realidad es que es un lenguaje mundial que cualquiera puede entender.
-Pero no ha cambiado mucho eso, esa sigue siendo una idea común.
-Y, sin embargo, la música es un derecho humano, debería estar protegida en la Declaración Universal. Es algo que hace al hombre mucho más hombre. Debería ser restituido como un bien al pueblo, y no decir que es un privilegio y usar este razonamiento como excusa para no invertir.
-Así que el futuro está...
-Muy difícil, la cultura está en una encrucijada. Simplemente, la gente tiene que reclamarla, y me refiero, por ejemplo a la música en directo.
-Pero los discos son una buena alternativa.
-Vale, pero yo mismo, que he grabado muchos discos, ya estoy cansado de ellos. Y reivindico que la música con mayúscula es la de los conciertos. La enlatada es una mentira, es un sucedáneo. Personalmente, si pudiera vivir sin grabar, sería feliz.
Premio Nacional a la música antigua
Eduardo López Banzo nació en 1961 en Zaragoza, de la que es hijo predilecto. Estudiante de clavecín, que estudió con el monstruo Gustav Leonhardt, es una referencia mundial en la tendencia historicista de la música. En 2004 logró, con su riguroso trabajo, que el grupo que dirige, Al Ayre Español, fuera distinguido por el Premio Nacional de Música, por su labor de más de 20 años de investigación, interpretación y divulgación de la música antigua española. Es además pedagogo y uno de los más prestigiosos intérpretes de la producción operística de Haendel en el mundo.
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