A la espera de refuerzos
Sevilla - Borussia Mönchengladbach · el reportaje
Los seguidores alemanes aguantaron hasta el día del partido para viajar y pocos eran los que este lunes recorrían la ciudad con la camiseta de su equipo.
Septiembre es un mes apetecible para viajar a Sevilla. Y más si, como viene siendo habitual en la última década, tu equipo de fútbol, sea holandés, francés o alemán, se deja caer por estas tierras en los albores de alguna competición continental. La estampa se reedita cada año en pleno tardoverano: sol más templado y, entre sevillanos sumergidos de nuevo en la rutina, guiris con coloridas bufandas.
Ayer, decenas de asiáticos pululaban, como todos los días, por el casco histórico, pero eran los camuflados aficionados al fútbol los que marcaban la nota atípica. Se trataba simplemente de una avanzadilla, pero al menos servía de aviso para lo que estaba por llegar. Un preámbulo para la escenificación de la vuelta de la Liga de Campeones.
Sevilla, hoy sí, será invadida hoy por centenares de teutones. O quizá la mancha blanca y verde ya se haya extendido por los aledaños del Sánchez-Pizjuán, depende de la hora a la que lea estas líneas. El Borussia Mönchengladbach vuelve siete meses después con ganas de revancha y los simpatizantes germanos no quieren dejar tirado a su equipo en un estadio ajeno y que amenaza con ser un hervidero sevillista.
Claro que los seguidores precoces venían con ideas diferentes al fútbol. Los bares y el turismo eran los principales incentivos de unos alemanes ataviados ya con la elástica del M'Gladbach que recorrían la urbe. Avisaban de la tromba de devotos que se darán cita esta tarde en Nervión, aunque se mostraban cautos a la hora de mostrar sus esperanzas de rascar puntos.
"Queremos animar al Borussia, pero nos venimos el domingo para visitar la ciudad", decía una pareja. Un grupo de amigos, mientras, pasaba el tiempo a su modo: "Estamos disfrutando de la ciudad, no sabemos cómo quedaremos mañana pero al menos vamos a bebernos unas cervezas y divertirnos".
Algunos no habrán querido perder la oportunidad de regresar, aunque le traiga malos recuerdos; otros estarán encantados pese a aquella derrota. Sin embargo, lo que les une son unos colores y las ganas de presenciar el reencuentro en la élite del fútbol europeo y el himno de la Champions como banda sonora.
Pero ayer el número de aficionados presentes era modesto o los que se identificaban a primera vista eran escasos. Encontrar a un fohlenelf era como buscar una aguja en un pajar. Pocos eran los que decidieron venir al sur el mismo día que el equipo y no apoyarlo más tarde en vuelos abarrotados de bufandas.
Tras la eliminatoria de la pasada temporada en la Europa League, los alemanes conocen el potencial de los de Unai Emery y sus pronósticos se basaban más en sentimientos que en perspectivas futbolísticas. "Va a ser un partido difícil. Venimos con esperanzas pero la verdad que sólo espero que no perdamos por muchos goles", explicaba uno de los jóvenes. "Yo espero ganar", espetaba el más optimista.
Los 2.000 aficionados que se les unirán en las gradas peripuestas del feudo blanquirrojo empujarán al grito de "Borussia". No serán la tónica predominante pero pase lo que pase su viaje no habrá sido del todo infausto.
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