El legado del exilio
El monumental Diccionario de Renacimiento es la obra más completa de cuantas han abordado en su conjunto la constelación de la España peregrina
La ficha
'DICCIONARIO BIOBIBLIOGRÁFICO DE LOS ESCRITORES, EDITORIALES Y REVISTAS DEL EXILIO REPUBLICANO DE 1939' Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García (eds.).Renacimiento. Sevilla, 2017. 4 volúmenes. 2.318 páginas. 120 euros
Afirmar que la truncada historia de la cultura española del siglo XX no puede entenderse sin tener en cuenta la aportación de quienes abandonaron el país al final de la Guerra Civil es ya un lugar común que no impide que aquella, aunque reconocida a grandes rasgos, siga siendo ignorada en muchos aspectos. En el terreno de la literatura, asociamos el exilio republicano a unos cuantos nombres prestigiosos y más o menos leídos que en la mayoría de los casos habían destacado ya en la anteguerra, pero fueron cientos los que desde los diferentes lugares de destino, especialmente en América, continuaron escribiendo, dejaron constancia de su itinerario o se incorporaron a la vida intelectual de las sociedades de acogida y tuvieron en ellas un papel relevante, sin dejar de sentirse emocionalmente vinculados a su tierra de origen. Gracias a la labor del Grupo de Estudios del Exilio Literario, adscrito al Departamento de Filología Española de la Universitat Autònoma de Barcelona y dirigido desde su fundación en 1993 por Manuel Aznar Soler, el conocimiento de ese inmenso legado es cada vez mayor y a ello han contribuido iniciativas como la Biblioteca del Exilio, publicada por Renacimiento cuyo editor, Abelardo Linares, es uno de los grandes eruditos no académicos en la materia. Todos los volúmenes aparecidos hasta la fecha merecen ser celebrados, pero por su larga gestación y por su cualidad verdaderamente enciclopédica, el último en ver la luz señala un hito como la obra más completa de cuantas han abordado en su conjunto la constelación del exilio republicano, una desde ya referencia obligada a la hora de ubicar a muchos autores olvidados, consultar la bibliografía del periodo o valorar su importancia en términos cuantitativos.
Coordinados por el propio Aznar Soler y José-Ramón López García, los cuatro tomos del Diccionario del exilio incluyen casi 1.500 entradas referidas no sólo a los autores, sino también a las editoriales y las revistas fundadas por los expatriados, que forman parte de la historia literaria de las naciones donde se establecieron pero también, claro, de la nuestra, pues sirvieron además como aglutinantes de las comunidades españolas en el destierro. Por poner dos ejemplos significativos, dado que fueron los más tempranos, es obligado citar la editorial mexicana Séneca, fundada y dirigida -del mismo modo que la revista España peregrina- por José Bergamín, que tomaba su nombre del filósofo cordobés -"toreador de la virtud", lo llamó don Pepe- y extendió su actividad durante la década de los cuarenta. Como leemos en la entrada correspondiente, las iniciales de los nombres de las cuatro colecciones inaugurales -Laberinto, Estela, Árbol, Lucero- formaban un acróstico (LEAL) que valía, para los integrantes de la diáspora, por toda una declaración de intenciones. En el sello aparecieron títulos tan representativos como las Obras completas de Antonio Machado o, publicada en el mismo año de 1940, la discutida primera edición -al cuidado de Emilio Prados- de Poeta en Nueva York, que prologó el propio Bergamín y seguía el manuscrito entregado por Lorca antes de su fatal viaje a Granada. En lo que se refiere a las publicaciones periódicas, puede destacarse por su singularidad y por su aureola fundacional el "Diario" del Sinaia, mimeografiado a bordo del mítico barco, emblema de la Biblioteca del Exilio, que condujo a Veracruz a cientos de republicanos -entre ellos Juan Rejano, Manuel Andújar, Ramón Gaya, Tomás Segovia, Pedro Garfias, Benjamín Jarnés o José Gaos- procedentes de los campos de concentración franceses, en mayo y junio del año de la derrota. Historia de España hecha por españoles que, pese a lo que afirmaba la retórica franquista, nunca desistieron de serlo.
Como ellos mismos explican, los editores han entendido el concepto de escritores -y de obras de creación- en un sentido bastante amplio que incluye a artistas, políticos, periodistas o profesionales de distintos ámbitos, con el solo requisito de haber publicado libros en los años posteriores a la caída de la República. Este criterio, sumado al hecho de que el Diccionario abarca las cuatro lenguas españolas de la península, ha aumentado la nómina total -los avances pueden apreciarse si la comparamos con la propuesta en el trabajo pionero de José Luis Abellán- con muchos autores poco conocidos y apenas recordados, no siempre valiosos en términos estrictamente literarios pero igualmente útiles a la hora de fijar una visión panorámica. De su inevitable carácter de obra en marcha, necesitada de actualización permanente, da fe el hecho de que entre tantos otros el índice no recoja a uno recientemente recuperado, el psiquiatra catalán Josep Solanes, que desarrolló su carrera en Venezuela y al que debemos una luminosa monografía sobre exilio y literatura -En tierra ajena (Acantilado)- donde aborda la experiencia del desarraigo entre la nostalgia y la esperanza, desde múltiples perspectivas que explican lo que sintieron y sienten los transterrados de todo tiempo.
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