Alicia entre fogones
Agnès Desarthe firma una novela sobre el amor, la comida y el sexo.
La ficha
'Cómeme'. Agnès Desarthe. Trad. Iballa López Hernández. Ediciones Baile del Sol. Tenerife, 2016. 15,60 euros.
La faja promocional de Cómeme de Agnès Desarthe presenta la novela de la escritora francesa como "un bocado tan delicado como indigesto. Un relato sobre sexo y comida alejado de toda corrección política", un reclamo pensado para atraer a un tipo de lector que tal vez no se sienta del todo satisfecho con lo que le deparan las páginas de este libro. En contra de las simplificaciones de la mercadotecnia libresca, como acierta a decir la contraportada, Cómeme no es una novela "amable", en la que la comida sirva de excusa y el sexo de reclamo, aunque tangencialmente ambos estén presentes. En cuanto a la corrección política, cualquier cosa que eso sea, poco tenemos que decir, tan sólo preguntarnos si es correcto o incorrecto, políticamente hablando, poner en cuestión una particular forma de vida, sus pequeños triunfos y miserias, sus aciertos y desventuras.
Agnès Desarthe es una narradora experimentada, capaz de construir un relato envolvente y dinámico y de mantener la atención del lector desde la primera página sobre la vida complicada de una mujer sola que intenta salir adelante como mejor sabe: contando con el azar, enfrentándose al miedo y al dolor. Myriam, la protagonista, se autodefine como "una persona peligrosa y poco fiable", aunque, en el fondo, solamente es una mujer madura, una superviviente, que se siente estafada por la vida y que intenta inventar un pequeño mundo confortable en la escueta cocina de su coqueto restaurante. Descreída, cansada, magullada por las heridas del pasado, emprende una huida hacia adelante sin demasiada convicción, sin heroísmo, sin apenas esperanza.
No es cocinera profesional, pero la cocina es su tabla de salvación. Para ella, no es únicamente una forma de ganarse la vida, sino más bien una actitud vital, una forma de enfrentarse al pasado y recomponer el presente, sin atreverse a mirar nunca al futuro. La desastrada heroína de Cómeme está escasamente preparada para asumir la dirección de un negocio, se siente insegura de todo lo que hace, aunque maneja con soltura y delicada maestría un puñado de recetas que se convierten en la avanzadilla de esa nueva vida que poco a poco se atreve a soñar. Alrededor de ese nuevo mundo en ciernes se concentran un puñado de personajes pintorescos, una suerte de corte bondadosa que tiene como misión crear el espacio propicio para la redención. No deja de sorprender la capacidad de Myriam para atraer a tanta gente eficaz dispuesta a ayudarla, y quizás sea éste, junto con el sorprendente final feliz de la historia, el punto débil de la novela.
Convence sin embargo el ritmo de la narración, la ligereza de la prosa de Desarthe y su capacidad para construir con verdad y profundidad los detalles de una historia personal jalonada de desencuentros, fracasos y desengaños. La literatura también juega un papel fundamental en esta novela. Los pocos libros que conforman la escueta biblioteca de la protagonista, que apenas ocupan un estante de la pared de su restaurante, son restos de un naufragio, supervivientes de la memoria, símbolos ineludibles de otro tiempo vital, de otro estado mental; retazos de otra Myriam más esperanzada.
Desarthe va dosificando los amargos detalles de la vida de Myriam, sume al lector en un espejismo en el que se le atribuye el papel de confidente paciente. Como dice la protagonista, "la clave está en el equilibrio", y el equilibrio de esta historia se sustenta en la sencillez y en la falta de solemnidad con la que se abordan temas trascendentales. Y es que nos encontramos ante una mujer fuerte e inconformista que no renuncia a las pasiones, segura de que curar el alma pasa indefectiblemente por sanar el cuerpo, por sentir alegría y placer, convencida de que "el deseo es la única fuerza realmente subversiva". Por eso, aunque huye del amor, se siente viva a través del sexo y lo expresa sin rodeos.
El dolor y el placer conforman las dos caras de una misma moneda. La felicidad está hecha de pequeñas cosas que, parece decirnos Desarthe, nos procuramos nosotros mismos y también podemos procurar a los demás. Para Myriam su poder para cambiar la realidad se concreta en su cocina: "Mis clientes se deleitan con la comida y cada vez que lo hacen me digo: 'Ya está, he hecho feliz a alguien, sin dolor, sin riesgo de adicción, sin la enfermedad espiral del siempre más".
Como Alicia, el personaje de Lewis Carrol, la protagonista de esta novela también "trata de despejar la difícil ecuación del tiempo y el espacio" y se encuentra en la constante disyuntiva de morder una galleta en la que puede leerse "cómeme"; aunque, en este caso, tome la decisión que tome, nunca se siente "a la altura que corresponde".
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