Menuda arquitectura

Cuatro mujeres ponen en marcha un proyecto que estudia la relación entre los niños y el espacio urbano

1. Sara Parrilla, Virginia Navarro, Laura Organvídez y Ana Parejo, las fundadoras y creadoras de Cuarto Creciente Arquitectura para la Infancia. 2 y 3. Dos de los talleres de la empresa, en la Casa de la Ciencia y el Monasterio de la Cartuja.
1. Sara Parrilla, Virginia Navarro, Laura Organvídez y Ana Parejo, las fundadoras y creadoras de Cuarto Creciente Arquitectura para la Infancia. 2 y 3. Dos de los talleres de la empresa, en la Casa de la Ciencia y el Monasterio de la Cartuja.
Carlos Rocha

26 de enero 2015 - 01:00

Si una empresa se llama Cuarto Creciente, la lógica dice que su ámbito de actuación es la astronomía. Para no confundir, Sara Parrilla, Virginia Navarro, Laura Organvídez y Ana Parejo decidieron ponerle a su proyecto el apellido de Arquitectura para la Infancia. Las cuatro se conocieron en la escuela de Reina Mercedes, donde estudiaron entre los últimos 90 y los primeros 2000, pero no fue hasta que fueron madres cuando decidieron impulsar su empresa, después de varios años trabajando por separado. Por eso hacen referencia a los nacimientos de sus pequeños siempre que quieren recordar los hitos de esta iniciativa que tiene un objetivo creativo, divulgativo y, sobre todo, investigador.

"Surgió al empezar nuestra experiencia con nuestros hijos. Había juguetes didácticos que nos gustaban y descubrimos un mundo relacionado con las enseñanzas que recibimos en la carrera", recuerda Parejo, mientras que su colega Virginia Navarro menciona la idea de realizar una tesis sobre la relación entre los niños y la arquitectura. Fue entonces cuando empezaron a acudir a congresos sobre el tema y a escribir artículos para publicaciones especializadas y así conocieron los trabajos que se podían realizar. "Hay eventos puntuales, como una jornada de juego callejero conocida como playday, muy extendida en Reino Unido; pero también pueden hacerse intervenciones en espacios de juego, patios de colegios o recorridos urbanos", explica Navarro. Con ese material se dirigieron a algunos ayuntamientos que forman parte del programa Ciudades Amigas de la Infancia, creado por Unicef, pero ninguna de sus ideas salió del papel debido a la crisis económica.

Después de una iniciativa fallida en Marbella, donde proponían que los alumnos de un colegio "tomaran los espacios públicos de su alrededor", consiguieron entrar en contacto con la dirección del CEIP Huerta Santa Marina, situado en pleno casco histórico de Sevilla. El resultado fue que las cuatro arquitectas impartieron un trimestre de la asignatura de Plástica a dos cursos de Primaria bajo el título Ciudades reciclables. El siguiente paso fue crear una actividad extraescolar en el colegio San Francisco de Paula centrada en la creatividad. "La idea era que mediante el juego aprendieran conceptos relacionados con el arte y la arquitectura", explica Laura Organvídez, que dirige la iniciativa en su segunda edición, que se desarrollará hasta junio en el centro de la calle Santa Ángela de la Cruz.

"Conseguimos que niños que no destacan en las clases de trabajos manuales hicieran proyectos muy buenos", apunta Ana Parejo que coincide con su compañera Sara Parrilla en la calidad de los objetos que obtienen en sus talleres y cuyo diseño quieren desarrollar en el futuro como una nueva línea de trabajo. Parrilla se refiere a las actividades que Cuarto Creciente organiza en la Casa de la Ciencia, donde ayudan a los pequeños a construir puentes, móviles y otros objetos relacionados con conceptos físicos procedentes de su formación profesional.

Además, estas emprendedoras ofrecen, desde el pasado septiembre, cursos puntuales a la carta, como el que condujeron en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo para complementar la exposición Arquitectura dispuesta: preposiciones cotidianas. "Queríamos enseñar como se pueden crear espacios con objetos comunes, como ralladores, jarrones o telas", cuenta Navarro.

La intención de las integrantes de Cuarto Creciente no es crear futuros arquitectos, sino formar a ciudadanos con una visión crítica sobre algo tan relevante como el espacio en el que viven. En este sentido, las cuatro socias opinan que las ciudades no se adaptan al día a día de los niños. "Están muy bien paralos adultos, pero si te dejan con un carrito en la calle no tienes ni acera para andar", asegura Ana Parejo, que vive en el centro y conoce muy bien las barreras que existen. También hacen hincapié en los problemas que tienen los espacios de juego en el casco histórico, que en su opinión son escasos y demasiado similares debido a su fabricación industrializada. "A los críos les encanta esconderse, pero no pueden hacerlo en una de estas instalaciones", apunta Laura Organvídez con cierta sorna. Virginia Navarro apela a la capacidad de adaptación de sus menudos usuarios y se acuerda del que considera el mejor espacio de juego de Sevilla: la rampa que se instala en la puerta de la iglesia del Salvador poco antes de la Semana Santa, que podría formar parte del catálogo de propuestas que estas arquitectas contemplan para hacer más amable las ciudades a los destinados a heredarlas.

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