Algo más que un juego de frikis

Los miembros de Omega Airsoft Club organizan partidas semanales de este deporte de simulación militar

1, 2, y 3. Los miembros de Omega Airsoft Club en una sesión de fotos realizada en la finca que han alquilado para llevar a cabo sus partidas, situada en el término municipal de Alcalá de Guadaíra. 4. Ángel Luis Guerrero y Enrique Díaz, secretario y presidente de la junta directiva del club, respectivamente.
1, 2, y 3. Los miembros de Omega Airsoft Club en una sesión de fotos realizada en la finca que han alquilado para llevar a cabo sus partidas, situada en el término municipal de Alcalá de Guadaíra. 4. Ángel Luis Guerrero y Enrique Díaz, secretario y presidente de la junta directiva del club, respectivamente.
Carlos Rocha

16 de junio 2014 - 01:00

A caballo entre un juego y un deporte, el airsoft nació en la década de los 80 del siglo pasado en Japón para responder a la demanda de los aficionados a la simulación militar en un país donde existía una prohibición sobre la tenencia y uso civil de armas de fuego. En los 90 empezó a darse a conocer, pero no fue hasta la entrada del nuevo milenio cuando, gracias al abaratamiento de las réplicas que se utilizan en las partidas, se popularizó. En 2007 un grupo de jugadores fundó en Sevilla el Omega Airsoft Club, que, en la actualidad, tiene alrededor de una treintena de socios que juegan semanalmente en un terreno que han alquilado exclusivamente para practicar su afición.

"A nosotros no nos importa que nos llamen frikis, pero es verdad que somos muy exagerados. Tenemos un nivel muy grande de implicación". Son las palabras de Enrique Díaz, el presidente de este club, que es muy explícito cuando explica en que consiste el airsoft: "Nosotros no vamos a pegarnos bolazos. Eso es sólo una de las vertientes de la que no somos partidarios por seguridad y porque da mala fama". Díaz y sus compañeros han optado por la modalidad conocida como MilSim -abreviatura de Military Simulation en inglés-, que consiste en establecer un guión donde se incluye una serie de misiones a cumplir: "Son partidas interactivas. Unas veces te toca defender una posición y otras construir puentes o rescatar a un soldado", cuenta Ángel Luis Guerrero, secretario de la junta directiva del club.

Guerrero, que se dedica a la educación, asegura que la procedencia de los miembros de Omega Airsoft Club es muy variada: "Hay empleados de banca, abogados y comerciales, entre otras profesiones". Sin embargo, todos ellos tienen más de 25 años, aunque la edad límite para los invitados ocasionales a las partidas tiene que ser mayor de 18. Esta condición se debe a que la gente joven no suele optar por simulación y a que es una afición que requiere una importante inversión: "Por un lado, buscamos gente formal y con sentido común y, por otra, el equipamiento puede ser todo lo caro que quieras. Una vez que empiezas, cada vez te implicas más", apunta Enrique Díaz.

El equipo es uno de los elementos más importantes del airsoft. Desde 2011, este club sevillano utiliza un atuendo como el del Special Air Service Regiment (SASR), de las fuerzas de defensa australianas: "Es un ejército poco imitado. No es el típico yankee, ruso, alemán o inglés", cuenta Díaz. Pero no sólo se distingue a los jugadores por su ropa de camuflaje. Los miembros de Omega Airsoft Club utilizan gafas de protección balística -adquiridas a la empresa proveedora de las Fuerzas Armadas españolas- e, incluso, sistemas de visión nocturna. Sin embargo, el elemento principal del equipamiento de un aficionado a este deporte es su arma. Desde el año pasado, las AEG -siglas en inglés de airsoft electric gun- están incluidas en un registro creado por la Guardia Civil a petición de los clubes españoles con el objetivo de regular el mercado. "Están dentro de la categoría de armas lúdico-deportivas. Esto nos da tranquilidad y nos ayuda a afianzar el deporte", sentencia Díaz.

Las réplicas y su fidelidad con las que usan los distintos ejércitos motivan la necesidad de practicar este juego en espacios adaptados. "La gente se asusta si va por la calle y ve a alguien vestido con un uniforme de camuflaje y un fusil a la espalda", asegura el presidente, Enrique Díaz. Para evitar estos problemas, los miembros de Omega Airsoft Club han alquilado un terreno a las afueras de Alcalá de Guadaíra donde desarrollan sus partidas. "En las 50 hectáreas hay zona de bosque, terreno árido y también dos grandes naves para hacer combate en entorno cubierto", explica Díaz. Las características del airsoft -hay que cargar con equipos que pueden pesar hasta 20 kilos- y la amplitud del terreno hacen que sea una disciplina con gran exigencia física. "Hacemos pequeñas maniobras militares que pueden durar entre cuatro horas y un día, aunque en otros lugares hacen partidas semanales", comenta Guerrero.

Una jornada que quedó en la memoria de los miembros del Omega Airsoft Club fue una simulación del desembarco de Normandía en el parque multiaventura Waingunga, situado en Lepe. Díaz, Guerrero y sus compañeros también tienen buenos recuerdos de la Operación Ainara, una partida solidaria que se jugó en toda España de forma simultánea para recaudar fondos para sufragar los tratamientos de una pequeña que sufre el síndrome de CACH. "Es una cara del airsoft que no todo el mundo conoce y queremos organizar una iniciativa similar una vez al año", afirma el presidente del grupo. Por su parte, Ángel Luis Guerrero hace hincapié en otra faceta de este juego que también consideran muy relevante: "Es un deporte muy sano donde es importante ser un tío legal. La gente puede ver una carga de violencia intrínseca, pero es una imagen peyorativa que desaparece en el momento que se conoce". En definitiva, el airsoft es algo más que un grupo de frikis.

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