El arrabal de las mil caras
La ruta 'Triana legendaria', de la empresa Ispavilia, recorre este barrio histórico desde varios puntos de vista.
En la primera hora de la ruta Triana legendaria los asistentes no caminan más de 500 metros. A pesar de que el recorrido inicial es corto, al público le da tiempo de descubrir muchas de las facetas que hacen de este histórico arrabal una de las zonas de Sevilla con una identidad más reconocible tanto dentro como fuera de la ciudad.
El encargado de desgranar la historia e idiosincrasia de Triana es Jesús Pozuelo. Hace ya nueve meses desde que este joven estudiante de Humanidades creó Ispavilia y ha pasado de tener una única ruta a las once que ya ofrece. Sin embargo, Triana legendaria es especial, ya que fue la primera de las visitas y porque el propio Pozuelo nació en la otra orilla del Guadalquivir.
La plaza del Altozano es el punto de partida donde el guía cita al público para comenzar con una aproximación al origen arqueológico del barrio. "No existen referencias a Triana antes del año 1022", apunta de forma rotunda Pozuelo, pese a hacer hincapié en una teoría bastante aceptada sobre la relación del nombre del barrio (Traiana) con el emperador Trajano, nacido a seis kilómetros del Altozano, en Santiponce: "La historiografía sevillana defiende el origen romano de Triana, pero es algo que no puede afirmarse", explica el joven.
"A mediados del siglo XI, el enclave era conocido como zona de esparcimiento", señala el guía, que también cuenta que en este arrabal se podía beber vino en época islámica. La etapa musulmana tuvo gran importancia en la configuración del barrio, sobre todo durante la dominación almohade: "Sevilla, junto con Marraquech, fue la capital de este imperio y el califa Abu Yaqub proyectó importantes edificios", afirma Pozuelo.
Un ejemplo es el Castillo de San Jorge, cuyos restos están bajo el edificio del Mercado de Triana. Esta construcción tenía la importante labor de defender el puente de barcas, el primer paso estable sobre el Guadalquivir, también obra de los almohades. Sin embargo, el edificio no es conocido por esta función, sino por convertirse en la sede de la Inquisición desde el siglo XV hasta 1780 y, por lo tanto, el lugar donde se torturaba a los acusados por prácticas judaizantes.
Después de conocer esta parte oscura de la historia del arrabal, los visitantes se sitúan en los bajos del Puente de Triana. "Hay una leyenda urbana que atribuye su autoría a Gustave Eiffel, pero es falsa", apunta el joven, que explica que esto se debe a que los ingenieros franceses que idearon el puente sevillano a mediados del siglo XIX copiaron el diseño del parisino Pont du Carrousel.
Pozuelo ubica varias batallas importantes en el punto donde hoy se sitúa el puente: la conquista cristiana de manos de Fernando III, la expulsión de los franceses en 1812 y la toma de Sevilla en la Guerra Civil. "Triana, junto con la zona de la Macarena y la calle Feria, fueron las zonas de la ciudad que resistieron ante las tropas de Queipo de Llano", cuenta el guía, que ilustra su exposición con fotos de las calles Rodrigo de Triana y Pelay Correa con milicianos muertos sobre el adoquinado.
Sin embargo, Jesús Pozuelo adereza su ruta histórica con los elementos costumbristas que definen el barrio. En la primera parte del recorrido, que se desarrolla alrededor del Altozano, los asistentes conocen la figura de Juan Belmonte, la influencia de la industria alfarera en Triana -en la puerta de Cerámicas Santa Ana- y, no lejos de allí, en la calle Callao, descubren cómo surgió el flamenco en el arrabal. La aparición de este arte está relacionada directamente con la llegada de los gitanos a la zona de la actual calle Evangelista, en el siglo XV. Pozuelo narra cómo los primitivos cantes de fragua romaníes evolucionaron en la toná y de ahí a la soleá de Triana.
"El arrabal podría ser la capital mundial del flamenco, pero sufrió un cambio social a mediados del siglo XX que lo ha impedido", lamenta este emprendedor. Después de analizar la herencia marinera del barrio en la puerta de la antigua Universidad de Mareantes -en la actualidad, el centro cívico de la Casa de las Columnas-, Pozuelo aborda esta transformación social: "De los más de 40 corrales de vecinos que había, en la actualidad sólo quedan cuatro".
El joven habla con conocimiento de causa, ya que su familia vivía en una de estas casas vecinales que acogían a la mayoría de la población trianera. La especulación urbanística provocó que los propietarios de estos edificios los declararan en ruina para construir otros nuevos: "Los inquilinos pagaban un alquiler de renta antigua que, a veces, era incluso simbólico", narra Pozuelo, que también menciona el perjuicio que ha provocado este cambio en el paisaje urbano de Triana, con la calle Pagés del Corro como ejemplo más llamativo. Muchos de estos antiguos vecinos fueron trasladados a pisos en el Polígono de San Pablo: "Muchos han venido a esta ruta y se han emocionado cuando he hablado de los corrales". Al fin y al cabo, esos trianeros exiliados son otra cara más de un barrio que, pese al paso del tiempo, sigue siendo popular.
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