El halcón de Camas vuela alto en su alternativa
Décima corrida del abono
El diestro sevillano Esaú Fernández corta dos orejas en el día de su doctorado en la Maestranza · Morante de la Puebla, que cerró su participación en la Feria de Abril, y El Cid, mal y desconfiados.
GANADERÍA: Corrida de El Pilar-Moisés Fraile, aceptablemente presentada y de juego desigual. Los dos primeros, chicos. El quinto, un buen toro en su conjunto, con nobleza, con el defecto de que se metía algo por el pitón derecho, fue ovacionado fuertemente. Pimero y cuarto, que dieron buen juego, fueron aplaudidos. El resto, silenciados. TOREROS: José Antonio 'Morante de la Puebla', de grana y azabache. En el segundo, pinchazo y casi entera (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y cuatro descabellos (silencio tras aviso). Manuel Jesús 'El Cid', de burdeos y azabache. En el tercero, entera algo tendida (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada caída (silencio). Esaú Fernández, que tomó la alternativa, de blanco y oro. En el primero, entera desprendida (oreja). En el sexto, estocada baja (oreja). INCIDENCIAS: Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Martes 3 de mayo de 2011. Décima corrida de toros. Lleno en tarde soleada y de agradable temperatura.
Cuando bauticé a Esaú Fernández como El halcón de Camas, tras imponerse con autoridad a un lote de novillos de Los Azores, apunté el potencial de este joven torero: capacidad, ambición y temple, con una arma explosiva con la que pocos diestros cuentan: la ligazón. Cuando sus apoderados -Javier Chopera, Jesús Rodríguez de Moya y Manuel Espinosa- acordaron con la empresa de Sevilla su alternativa en la Real Maestranza se levantaron algunas voces que dudaban de las cualidades del diestro. Y es que la apuesta era una de las más arriesgadas de los últimos tiempos. Pero el toreo no es para comunes y atolondrados gorriones, sino para listas aves rapaces, como demostró ayer El halcón de Camas, que no se amilanó en su primera actuación de matador de toros, en la que nada menos compartía vuelo en el inigualable cielo sevillano con José Antonio Morante de la Puebla y Manuel Jesús El Cid.
El halcón de Camas quizás no volase todo lo alto que con más horas de vuelo se supone lo hará. Todavía tiene carencias. Pero aunque no alcanzase el cielo, subió lo suficientemente alto y cayó sobre sus presas con seguridad ante un lote precioso y boyante de El Pilar, al que le sacó partido con una de sus armas predilectas, que ya he apuntado y que son esenciales para conmover al público: la ligazón.
Esaú Fernández fue doctorado por Morante de la Puebla para lidiar un precioso torito, un zapatito, un dije, de pinta tostada, de nombre Portillo, número 125, al que cuidó en el caballo y que derrochó suma nobleza en la muleta. El torero lo recibió con una arriesgada larga cambiada de rodillas a portagayola, tras esperar una eternidad. La escena fue indicativa de la firmeza y ambición con la que afrontaba su doctorado. Y con la franela, tenso, nervioso, lógicamente, se lució en sendas tandas por ambos pitones, empalmando los muletazos con suma facilidad. Epílogo con varios adornos pintureros. Una entera desprendida de efecto rápido fue suficiente para que el público solicitara el primer premio.
Con su segundo toro, sexto del encierro, un colorao bien hecho y al que también volvió a cuidar en el caballo, Esaú Fernández volvió a demostrar su ambición, recibiendolo de hinojos, frente a la puerta de toriles. De pie, lanceó con desparpajo a la verónica. En este segundo acto suyo -ojo, era el segundo toro de su carrera- toreó más asentado y despacio, aunque siempre buscando la ligazón. Comenzó con una tanda por la diestra, que resultó suave. En la segunda por este pitón, en la que toreó más ceñido, se lució en un largo y precioso pase de pecho. Con la izquierda, tanda correcta. Sacó al toro a las afueras. El animal, a menos, ya no humillaba y la faena se fue diluyendo a medida que se consumía la presa a la que había atacado el halcón. Otra estocada entera; y el público, volcado y generoso con el toricantano, solicitó mayoritariamente otro trofeo.
Morante de la Puebla, al que se esperaba como agua de mayo en esta tarde de cielo despejado, firmó una pésima actuación en su tercer y último compromiso en la Feria de Abril. Su primero, segundo de la tarde, le hizo pasar apuros en el capote y el de La Puebla tuvo problemas cuando intentaba saltar las tablas. Al toro, de justa presencia y capa negra, quebrantado por una voltereta, suelto, sin clase, blando y manso, lo finiquitó de inmediato el torero sevillano. Con el bonito, pero exigente cuarto, Morante levantó el ánimo a sus partidarios con un manojo de bellas verónicas, con el mentón clavado en el pecho y las plantas asentadas. Pero la esperanza duró poco. El trasteo fue una mezcolanza de muletazos sueltos estimables, enganchones y un desarme. Con los aceros tampoco estuvo acertado.
Manuel Jesús El Cid tuvo enfrente un primer oponente castaño, de buenas hechuras y con dos buenos puñales. El astado manseó de lo lindo. Y el saltereño, que inició su labor con una buena tanda con la diestra, sufrió una escalofriante colada a continuación en un pase de pecho. La segunda parte de la faena contó con unipases en otra tanda diestra. Y subió el tono, con la franela en esa mano, en otra en la que ligó y llegó al público, aunque faltó reposo. Muy bien en dos hermosos pases de pecho, cerrados en la hombrera contraria. Después de una estocada fue ovacionado.
Con el burraco y cuajado quinto, un buen toro que sería ovacionado en el arrastre, y al que picó excelentemente Manuel Jesús Ruiz Espartaco, El Cid, desconfiado, no llegó a acoplarse. Citó de lejos al astado para una primera serie con la diestra, con muletazos muy rápidos. Y a lo largo del trasteo faltó reposo y seguridad para imponerse a un astado que se metía algo por el pitón derecho. Para colmo, mató mal, de un pinchazo y una estocada caída.
El halcón de Camas, al que trató su gente con un cariño extraordinario, no sólo levantó vuelo en el compromiso más fuerte y maravilloso en la carrera de un torero, sino que voló alto por el cielo de Sevilla, descendiendo con hambre de triunfo, capacidad y resolución sobre el albero de la Maestranza.
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