El poderío de don Julián
El Juli desoreja a un toro de Daniel Ruiz y se convierte en el primer triunfador de la temporada en la Maestranza · Morante borda la verónica en un quite · Manzanares se entrega, pero no obtiene frutos
GANADERÍA: Toros de Daniel Ruiz, de dispares hechuras y juego desigual. Los toros lucieron divisa negra en señal de luto por Juan Pedro Domecq. TOREROS: José Antonio 'Morante de la Puebla, de frambuesa y azabache. Media y casi entera (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo (silencio). Julián López 'El Juli', de negro y oro. Estocada (saludos). En el quinto, estocada entera (dos orejas). José María Manzanares, de azul y oro. Estocada (saludos). En el sexto, pinchazo hondo y nueve descabellos (saludos tras aviso). Incidencias: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Domingo 24 de abril de 2011. Lleno de No hay billetes. Al término del paseíllo se guardó un minuto de silencio por Pepín Martín Vázquez y Juan Pedro Domecq. En cuadrillas, saludaron en banderillas Juan José Trujillo, Curro Javier y Luis Blázquez. Quite al riesgo de Francisco Javier Araujo.
Adiós a una Semana Santa de las más castigadas por la lluvia. Una conmemoración cargada de dolor para tantos y tantos sevillanos, que vivieron, rotos, la suspensión de sus pasos, Ahora, el latido de la ciudad se acelera de otra manera, ante medio mes de liturgia taurina en el Templo del Toreo. Asoman miedos y monteras por Iris. El toro espera. La suerte está echada. De un credo a un rito, sin que el tiempo ni la ciudad cambien, con una Maestranza esplendorosa, sonando como en casi ningún sitio suena la música y masticando también su singular silencio. Un silencio, que se hizo presente, tras romper el paseílllo, de manera respetuosa y solemne por el maestro Pepín Martín Vázquez y el ganadero Juan Pedro Domecq.
Cuando el público acababa de acomodarse, una negra nube, que había jugado al escondite, se emplazó sobre la Maestranza. Y allí fue el diluvio durante los dos primeros toros, con gran parte del respetable huyendo de la tormenta y despoblando los tendidos.
El Juli, el triunfador flamante de la pasada feria y de la temporada, se alzó como victorioso en la tarde inaugural de la temporada sevillana. Ya nada queda de aquel niño prodigio con un apodo diminutivo. El Juli es torero en sazón, al que ya le catalogamos hace tiempo con el don. Y don Julián demostró ayer su poder a lo largo de una actuación bastante completa. Su plato fuerte lo ofreció ante el quinto toro, Melonero, un ejemplar bien armado, castaño y con brío. Dominador con el capote, se fue a los medios desde el inicio de su faena, marcada por el poderío, la distancia adecuada y bajando siempre la mano. Primero, El Juli confió al toro, sin someterle de golpe. Con la diestra, tras una tanda meritoria, sonó la música. A partir de entonces, el madrileño se creció y consumó a continuación una serie fabulosa, en la que tras pararse el toro, hilvanó los derechazos con un cambio de mano formidable. Luego, por ese pitón, fue exigiendo más y más al astado hasta barrer literalmente la arena con la flámula. Las ovaciones se sucedieron tras cada tanda. También surgieron naturales mandones, con una serie en la que brilló en otro cambio de mano. El torero se tiró con arrojo en la suerte suprema para enterrar el acero, tras el típico salto que da en el embroque. La presidenta sacó casi al tiempo dos pañuelos, concediendo dos trofeos, que para los puristas fue premio excesivo, teniendo en cuenta las exigencias de la Maestranza.
Ante el segundo, El Juli, que brilló con la capa, apenas si pudo lucirse con un animal muy flojo, quebrantando por sendas volteretas. El astado, en la muleta, perdió reiteradamente las manos y protestó en exceso.
Morante de la Puebla, que abrió plaza, se desentendió de inmediato del primer toro. Con el deslucido cuarto, al que le faltaba poder, no llegó a confiarse, cambiando constantemente de terrenos. Con cuentagotas, perfumó la Maestranza con su arte, en un quite en el primer toro de Manzanares, dibujando los mejores lances de la tarde: dos verónicas de ensueño en las que pareció hundirse en el albero y una media arrebatadora y envolvente.
José María Manzanares se entregó ayer sin reservas. El tercero, derrengado, fue sustituido por un sobrero del mismo hierro, que no humillaba, y ante el que el torero se lució en un quite por chicuelinas marca de la casa y extrajo algunos muletazos aislados de calidad con la diestra. Ante el sexto, que derribó e hirió al caballo en la pata derecha, el alicantino porfió también en una labor basada en la mano derecha, en la que el toro buscaba tableros constantemente. Logró un par de tandas muy meritorias. Su esfuerzo lo emborronó con los aceros.
La tarde, salpicada de destellos artísticos, quedó grabada por el poderío de don Julián.
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