Apasionante duelo de titanes

El Juli, con maestría y madurez en plena juventud, y Manzanares, con la vergüenza de un artista que desborda valor, arrebatan al público, consiguiendo dos trofeos cada uno · Luque pasa de puntillas

El Juli, en el cierre de un natural que resultó bellísimo, intenso e interminable, al cuarto toro, al que desorejó.
El Juli, en el cierre de un natural que resultó bellísimo, intenso e interminable, al cuarto toro, al que desorejó.
Luis Nieto

21 de abril 2010 - 01:00

GANADERÍA: Toros de Torrealta, desiguales en trapío y juego. El cuarto, que destacó por su transmisión en la muleta, fue ovacionado y parte del público pidió, desmesuradamente, la vuelta al ruedo. TOREROS: Julián López 'El Juli', de tabaco y oro. Casi entera (saludos). En el cuarto, estocada (dos orejas). José María Manzanares, de nazareno y oro. Media muy tendida (oreja). En el quinto, estocada (oreja). Daniel Luque, de rosa y oro. Estocada (silencio). En el sexto, casi entera (silencio). Incidencias: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Martes 20 de abril de 2010. Decimotercer festejo del abono. Cartel de No hay billetes, en tarde de agradable temperatura y con el cielo despejado. El banderillero Luis Blázquez fue atendido de una herida en borde mandibular izquierda, de 8 centímetros, de carácter menos grave.

No defraudó el duelo en la cumbre entre El Juli y Manzanares, quienes fueron recibidos con una gran ovación y que ofrecieron un espectáculo arrebatador en una Maestranza en la que no cabía un alfiler.

Ambos se entregaron sin reserva alguna. El Juli, con una maestría y una madurez que disfruta en plena juventud, fue un mago en la lidia. Manzanares, con la vergüenza de un artista que desborda valor, le replicó con voz de figura del toreo. Ambos se hicieron los dueños del ruedo y los amos del corazón de los aficionados. Cortaron dos orejas cada uno y rozaron la mítica Puerta del Príncipe.

El Juli realizó una faena soberbia y medida, en la que dio la talla de un maestro en sazón en conocimientos y un fondo de valor inmenso. El toro, bajito, de cuerna acucharada, al que ovacionaron en el arrastre y para el que pidieron desmesuradamente la vuelta al ruedo, embistió el capote con las manos por delante, en varas dio cabezazos y salió suelto. En la muleta tuvo como virtud la transmisión. El Juli, en los medios, sin titubeos, se mostró mandón en las dos primeras tandas, cerrando con dos largos pases de pecho. Con la izquierda, toreó primeramente con suavidad, para bajar la mano en una segunda serie. El toreo en redondo, con el animal dominado y gustándose, puso al público de pie, con gritos como "¡Bravo!", "¡Fabuloso!", "¡Torerazo!". Hubo un natural in-ter-mi-na-ble, que duró una eternidad. Con la diestra volvió a saltar la banca cuando tras un cambio de mano, dibujó un natural al ralentí ligado con un contundente pase de pecho. Faena impresionante que supo cortar cuando de nuevo, por el pitón izquierdo, el toro comenzó a pararse. Como rúbrica: un estoconazo. Su tercero levantó al toro, que se echó de nuevo. Dos orejas ganadas a ley. Con el incierto primero, El Juli se había mostrado porfión.

Después de esa catarata de toreo y de emociones en el cuarto, cualquiera hubiera cogido una barca y se hubiera marchado Guadalquivir abajo, a solazarse en una de sus orillas en una tarde tan despejada y soleada. Pero por las venas del alicantino Manzanares, en lugar de discurrir un templado Mediterráneo, comenzó a desbordarse un rugiente Cantábrico, con olas coronadas de casta. Y Manzanares, sin importarle la seriedad del quinto, un manso que le midió constantemente, echó la moneda al aire. Lo toreó muy bien a la verónica. Sus banderilleros pasaron las de Caín con el galafate, que esperaba. El alicantino, muleta en mano, dio un recital de valor y buen toreo. Con la derecha tragó lo indecible, con una colada escalofriante. En otra tanda, el astado se le paró debajo y Manzanares, sin pestañear, aguantó y tiró de él, mientras a los espectadores se les hacía un nudo en la garganta. Luego, con su torería de luz, llegó una tanda de bellos muletazos, abrazados con un triuncherazo precioso. Por la izquierda lo intentó. Pero aquello eran oleadas chocando violentamente contra la muleta, convertida en rojo malecón. Se gustó de nuevo en el epílogo en una serie con la diestra de altura. Ya sólo quedaba la estocada, en la que Manzanares no falló. Ganó una de las orejas de mayor peso de la feria... y de muchas ferias. Lamentablemente, su tercero, Luis Blázquez, sufrió una cornada del peligroso toro en la mandíbula, cuando quería apuntillarlo.

Manzanares ya se la había jugado anteriormente, ante el segundo, un zapatito, manso, reservón, que daba arreones por el pitón derecho y se quedaba corto y protestaba por el izquierdo. Su faena, plena, estuvo dividida en dos partes: una primera lidiadora, en la que limó muchos defectos al animal, y una segunda en la que llegó a lucirse. En los medios, con la diestra, hilvanó tres series fenomenales, siempre bien abrochadas con pases de pecho. Con el público entregadísimo, aplaudiendo a rabiar, dibujó cuatro muletazos larguísimos, se enroscó al toro en la cintura, hizo un cambio de mano y dio el de pecho en una serie fantástica. Con media espada muy tendida, ganó otra merecida oreja.

Daniel Luque pasó de puntillas, con un primer oponente noblón, pero sin motor y otro manejable, con el que no siempre acertó en colocación y distancia.

La expectación que se había levantado por este festejo, con espectadores que pagaron en la reventa por sus localidades hasta cinco y seis veces su precio de taquilla, no defraudó ni un ápice.

Tarde maravillosa. Porque lejos de trofeos, o de si hubo o no hubo Puerta del Príncipe, El Juli y Manzanares brindaron un impactante espectáculo en el que hicieron honor a aquellos poderosos dioses griegos: los titanes.

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