Morante apuesta por el arte del dominio

El diestro de La Puebla ofrece una importante dimensión como lidiador ante un sobrero, peligroso, de Javier Molina · Cayetano tuvo un debut discreto como matador · Julio Aparicio, con el mejor lote, mal

Morante de la Puebla, en un trincherazo al quinto toro, un peligroso sobrero de Javier Molina.
Morante de la Puebla, en un trincherazo al quinto toro, un peligroso sobrero de Javier Molina.
Luis Nieto

20 de abril 2010 - 01:00

GANADERÍA: Corrida de Jandilla-Vegahermosa, en conjunto mal presentada y descastada; de juego desigual. Un sobrero del mismo hierro, como segundo bis, deslucido. Y un segundo sobrero de Javier Molina, como quinto bis, con peligro. TOREROS: Julio Aparicio, de grosella y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el cuarto, estocada (silencio). Morante de la Puebla, de café con leche y azabache. Casi entera (silencio). En el quinto, pinchazo hondo y descabello (saludos tras petición con aviso). Cayetano, de blanco y plata, que debutaba como matador de toros en esta plaza. Estocada (saludos). En el sexto, estocada (saludos). Incidencias: Real Maestranza de Sevilla. Lunes 20 de abril. Duodécimo festejo del abono. Lleno hasta la bandera en tarde de agradable temperatura. Ángel Otero se desmonteró tras dos buenos pares al que toro que abrió plaza.

Hay un Morante al que todos conocemos como un dominador del arte del toreo. Sin embargo, ayer, emergió con fuerza un torero que apostó por el arte del dominio, en el que ha ido creciendo en las últimas temporadas. Un lidiador que se gusta y gusta en la línea del menor de los Gallo, el gran Joselito.

En la Maestranza, ante un toro con guasa, el quinto, el diestro de La Puebla sorprendió con este perfil a parte del público, que había ido a soñar con su toreo de arte. En su desmedido afán lidiador y por agradar, llegó a escuchar un aviso -como le sucede en muchas ocasiones a Ponce- antes de entrar a matar y hubiera cortado una oreja -tal como estaba de receptivo el público- si no precisa de un descabello tras media estocada.

Hasta hace un par de temporadas, Morante hubiera finiquitado a ese toro de inmediato. Pero el torero sevillano, en esa preparación que los toreros realizan en silencio, se ha entregado el último invierno como nunca. En manos de Poli Gallardo ha ganado mucho en preparación física y eso, indudablemente, también da fortaleza mental para ponerse delante del toro y, como sucedió ayer, hacer frente a los problemas que pueda plantear el astado en la lidia.

El presidente, Julián Salguero, devolvió el quinto astado. Si lo hizo por invalidez debió devolver prácticamente toda la corrida de Jandilla, que además pecó de descastada y mal presentada. Saltó como sobrero un toro de Javier Molina, manso y con cierta guasa, al que machacaron en varas y que en la muleta se revolvía con prontitud. Y ahí Morante trabajó lo suyo para sacar lo mejor del toro. Se justificó sobradamente en un trasteo largo, brillando en una serie con garra con la diestra y también con otra tanda de peso con la izquierda. Fueron los momentos más explosivos por parte del público, muy entregado con un Morante transmutado en lidiador al que le tributaron la ovación más fuerte de la tarde y para el que pidieron un trofeo.

A su primer toro también lo devolvieron tras estrellarse en un burladero y partirse un pitón. En su lugar saltó un astado deslucido, que reponía por el pitón izquierdo y por el derecho se quedaba corto. El torero, en labor porfiona, le tapó muchos defectos.

Cayetano estuvo arropado, en su debut como matador de toros en la Maestranza, por varios toreros, entre ellos Espartaco y por su hermano Francisco, quien le animó constantemente y al que brindó su primera faena. Cayetano tuvo un estreno discreto. Ante su primero, muy protestado por su falta de trapío, con gritos de "¡Miau!", y que brindó a su hermano, quedó inédito. Con el paradísimo sexto, primer toro que brindó al público de la plaza sevillana, lo mejor fueron unos lances, rodilla en tierra, que rememoraron al maestro Antonio Ordóñez, su abuelo. Estuvo muy atento durante la corrida y le hizo un quite oportunísimo a Morante, cuando el sevillano había sido enganchado en el toreo de capa y pasaba apuros. Destacó su seguridad con la espada.

Julio Aparicio, con el mejor lote, estuvo francamente mal. No caló en el público casi nada de lo que hizo ni con el manejable y un punto descastado primero, ni con el noble y flojo cuarto. Con el boyante cuarto llegó a relajarse en algunos muletazos con su sello personalísimo. Pero fue muy poco para lo que ofrecía el toro y pedía el público.

Hubo poco en una tarde de tanta expectación; aunque se aplaudieron lances en los que predominaban enganchones. Poco. Muy poco. Y en una tarde de escaso contenido, lo más estimable llegó con ese Morante y su aproximación al arte del dominio.

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