El quite providencial en los pueblos
La labor de los cirujanos que recorren la geografía española ha sido decisiva para evitar tragedias. Aunque cuentan con medios, continúan siendo los grandes olvidados de la Fiesta.
En una de las temporadas más sangrientas de los últimos años nos acercamos a la labor de dos cirujanos taurinos -Domingo Jiménez y Enrique Crespo- que recorren anualmente la geografía española para solventar las cornadas en los pueblos -casi el noventa por ciento de las cogidas mortales han sucedido en plazas de segunda y tercera categoría a lo largo de la historia-.
Como la mayoría de cirujanos taurinos, son médicos que roban a sus familias horas para hacer el quite más providencial y salvador a los toreros. Lo hacen con la vocación como estandarte, a la que añaden su afición taurina, esa por la que conocen hasta la trayectoria de la cornada antes de alcanzar el quirófano e incluso perciben antes que nadie ese brillo especial que tiene el pitón cuando ha atravesado las carnes al torero.
Domingo Jiménez Álvarez, de Constantina, quien llegó accidentalmente a la cirugía taurina, comanda un equipo que ha intervenido en unos dos mil festejos. Durante los veranos atraviesa Andalucía desde El Viso de los Pedroches hasta Algeciras y de Ayamonte hasta Alcalá la Real. Jiménez explica: "Menos torácicas, he tenido cornadas de todo tipo. Entre las más graves, la de Pepe Luis Martín, en Utrera; Emilio Silvera en Huelva y la más gorda, David Domínguez en Santa Olalla del Cala. Perdió litro y medio de sangre del ruedo a la enfermería. Le tuve que abrir la barriga sin anestesia. Ahí, el torero, se portó como un jabato. Fue terrorífico".
Enrique Crespo Rubio, de Zamora, quien ha seguido los pasos de su padre, Antonio Crespo Neches, se ha empleado este año a fondo y su equipo ha operado catorce cornadas: "Esta temporada hemos atendido más cornadas que en los últimos 15 años. No olvidemos que este año han muerto 14 o 15 personas en encierros. Lo pasamos muy mal con la herida del cuello de un mozo en Alcalá de Henares, pues llegó en estado crítico a la enfermería y, por su repercusión, el percance del maestro Francisco Rivera en Huesca. En 35 años hemos intervenido 413 cornadas; algunas, terribles".
Mejorías y paciencia
Crespo evalúa las diferencias entre la época en la que muere Paquirri a nuestros días: "Se han actualizado las formas anestésicas y la reanimación de los heridos. Muchos equipos que acuden a las plazas de pueblo se han concienciado de que la primera asistencia es fundamental. En mi estadística más del 90% de todas las cornadas pueden ser resueltas totalmente en la plaza. Los organismos oficiales se han preocupado de actualizar reglamentos sanitarios. Los medios de transporte sanitario han mejorado muchísimo. Y las carreteras son mejores". Jiménez, que coincide con su colega, añade: "Fundamentalmente se debe mejorar en los profesionales. Hay personas que no tienen experiencia. Las empresas taurinas van a lo más sencillo y contratan a quien no les pone pegas y ofrece su labor más barata. Y, por supuesto, hay que contar con un buen equipo médico, un cirujano, anestesista, médico ayudante y dos ATS. Creo que los profesionales, los toreros, deberían ayudarnos".
UVI móviles
Según los galenos, el papel de las UVI móviles es importante, aunque puntualizan. Así, Domingo Jiménez señala: "Suena bien de cara a la galería. Pero no es un quirófano ambulante". Y Enrique Crespo añade: "Si no hay un personal sanitario cualificado es simplemente una ambulancia básica, un vehículo que nunca podrá sustituir a un quirófano móvil".
"Las administraciones no dan la talla"
En cuanto al papel que juegan las administraciones, Enrique Crespo opina que "la mayoría no dan la talla. Según mi experiencia y bagaje la mejor es la Comunidad de Madrid, con gran diferencia. Ha mejorado enormemente la de Castilla-La Mancha y algo la de Extremadura. Castilla y León, algo retrasada. La de Andalucía no la conozco. El resto, horrible. Algunos ayuntamientos están muy concienciados". Domingo Jiménez explica: "Existen unidades caninas, de drogas, etcétera. Es curioso que en el medio rural, el tema lo lleva la Guardia Civil y que no tenga funcionarios especializados. La clave está en que nos acreditaran. Al igual que existen registros de toreros y ganaderos, que hubiera uno de sanitarios involucrados en este tema, ya sea por la Administración o por el Colegio de Médicos".
Respecto a otros aspectos que se deben resolver, Jiménez es tajante: "Yo tengo muy claro que es una cirugía de urgencia. Lo fundamental es cerrar el grifo, cortar la hemorragia y utilizar un medio de transporte al mejor hospital". Y Crespo añade: "Hay que instruir a los médicos y ATS jóvenes. En mi equipo tengo hasta un estudiante de cirugía norteamericano que viene todos los años desde Virginia. Además de esta formación práctica habría que impartir cursos de cirugía taurina, como inició mi padre -Antonio Crespo-Neches- hace muchos años".
¿Se sienten respaldados por los propios toreros y su entorno? Antonio Crespo afirma: "Personalmente, no me siento muy respaldado. En 35 años que llevo en cirugía taurina, le aseguro que no habrá más de cinco ocasiones en que el familiar o el apoderado de turno se han interesado por la enfermería previamente al festejo. Aunque con la práctica de la cirugía taurina he encontrado las mayores satisfacciones como cirujano". Y su compañero señala: "El torero no piensa que le va a coger el toro. Hay que hacerle ver que una cornada le puede quitar de la profesión o mandar al otro barrio. Aunque los toreros respetan mucho a los médicos, son disciplinados y agradecidos. Pero la cirugía taurina es la cenicienta del mundo de los toros".
Operar en un bar y en un almacén de aceitunas
Para desarrollar su magnífica labor han tenido que trabajar en lugares inverosímiles. Domingo Jiménez relata: "Una vez me quisieron poner la enfermería en un gallinero. Me negué. Aunque lo importante no es el entorno, si no los medios, que haya un anestesista, una habitación suficientemente ventilada y el instrumental que llevo yo, con la coordinación de mi equipo". Crespo asevera: "He operado en un bar en Illescas, en donde un toro saltó al callejón y hubo cinco cornadas, en un centro de ancianos de Anchuelo operamos a un capa de una cornada terrible en el tórax; en un polideportivo, en un almacén de aceitunas… Afortunadamente aquellos tiempos ya pasaron, pero en todos los casos habíamos organizado la enfermería para poder intervenir quirúrgicamente en cualquier momento".
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