ESPECIAL MATADORES (IV)
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Hoy, Medio siglo de la muerte de Juan Belmonte Aspectos fundamentales de su personalidad
LA memoria de Juan Belmonte sigue viva, solo ha hecho falta una chispa, para que salte la llama en forma de admiración, simpatía y agradecimiento a un genio y figura máxima del toreo de todos los tiempos. En Sevilla, Madrid, Barcelona, Bilbao, Santander y Murcia he podido comprobar en estos tres últimos meses escasos la gran acogida a las conmemoraciones del 50 aniversario de su muerte y al centenario de su alternativa. Mi idea era colaborar con mi gran amigo Salvador de Quinta en un libro que iba a escribir, pero las circunstancias se han ido precipitando hasta llegar a todo este programa que nunca lo hubiera podido imaginar y que no ha hecho mas que empezar
Mis recuerdos son escasos y puesto que no pretendo superar lo que se ha escrito sobre Juan Belmonte, perdonad que haga este artículo basándome en testimonios de contrastado prestigio.
De Juan Belmonte se han escrito más de 90 libros, lo han plasmado pintores de la talla de Zuloaga, Vázquez Díaz y Romero de Torres; escultores como Sebastian Miranda o Juan Cristóbal; poetas como Gerardo Diego o Fernando Villalón. La figura de Belmonte tiene representación en todas las artes, incluidas la música y la danza.
MODESTIA E INTELIGENCIA
En una entrevista que le hizo Santiago Cordoba, el periodista afirma: "Juan Belmonte me impresionó: Me impresionó lo que decía y como lo decía. Después a lo largo de los años, fueron muchas veces las que volví a su lado y siempre tuve la suerte de encontrarle comunicativo, ocurrente, irónico, gracioso".
Y en una de las preguntas, Juan Belmonte le contesta con modestia y sencillez: "Si me he creado la fama de inteligente '¿sabe usted cómo?'... Pues dando la razón a todo el mundo y cuando se van dicen: '¡Qué inteligente es este Belmonte!', ¡me ha dado la razón en todo! Porque ¿quién no cree en su fuero interno que no es inteligente y está en el secreto de la razón?. Yo le he dado la razón hasta a Hemingway. Por eso va diciendo tantas cosas buenas de mí. Bueno a las únicas que no les doy la razón es a las mujeres, porque a esas no hay manera de llevarlas la corriente".
Pero aquí me centraré más en el mundo de los toros.
Ya en el año 1918 Abrahan Valdelomar se quejaba de que muchos españoles no defendieran la Fiesta de los toros diciendo en su libro Belmonte, el trágico: "Solo por defecto muy común a la raza latina, pueden los españoles amenguar arte más noble, más alto, más español y más bello que tiene hoy: el arte del toreo".
Y actualmente esta tibieza se ha acrecentado. Decimos que son minorías los que están en contra de la Fiesta de los toros y no hay que darle importancia ¿No nos tenemos que preocupar de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, ni de la prohibición de retransmitirlas por la televisión nacional? No nos podemos quedar con los brazos cruzados y ésta conmemoración de la máxima figura del toreo de todos los tiempos no tenemos que desaprovecharla.
Ya el autor Valdelomar, citado anteriormente, para exaltar la figura de Juan Belmonte, aseveraba: "En España fue un día Calderón, otro día fue Goya, otro Cervantes, otro Góngora: hoy es Belmonte"... Belmonte es pues, dentro de su arte, el genio español del siglo XX". Y explicaba las excelencias de la tauromaquia: "Ningún arte es más completo que el arte del toreo porque ningún arte dispone de más elementos plásticos, expresivos y sugerentes. El arte de danzar ante el peligro resume en sí todos los demás artes, por lo menos sustancialmente. Tiene de la pintura, el color, la luz, la armonía, tiene de la música el ritmo. Tiene de la escultura, la línea, el relieve, la forma... Si aceptamos que la danza es el arte supremo por excelencia, porque ella encierra en sí la plasticidad, el ritmo y la sugerencia de todas las artes, hemos necesariamente de reconocer que el de los Toros es superior aún, puesto que es la danza misma realizada ante el peligro... Ningún arte puede llegar a ser más exaltado, elevado, completo que éste, ya que su naturaleza misma obliga al artista a elevar su espíritu y su cuerpo a un punto de sublimación que los demás artistas no pueden alcanzar casi nunca...".
REVOLUCIÓN DEL TOREO
Y dentro de este análisis sobre el arte y en concreto sobre el arte y el toreo, continuaba afirmando: "La plasticidad y el ritmo pertenecen al artista en general; la facultad de sugerir corresponde sólo al genio. El genio observa algo que parecía insignificante, un ligero detalle superfluo y entonces el arte vive, se anima conmueve, o adquiere un valor vital. Allí en ese detalle reside la idea sugerente que no es sino la idea más fuerte, la más alta, la que en un ritmo interpreta todos los ritmos secundarios y por lo cual los demás hombres llegarán a la idea integra".
En eso debió residir el absoluto de Belmonte, torero que enloquece a expertos y profanos como dice ya en una crónica de una corrida en Madrid el 10 de Abril de 1913 el crítico Don Modesto: "Yo creo haber presenciado cuanto malo y bueno se ha hecho en la candente arena de 25 años a la fecha. Y declaro y afirmo, con la mano puesta sobre el corazón y la mirada en las alturas, como demandando la divina gracia para que se me caiga la venda de los ojos, en el caso de estar equivocado, que como torea Juan Belmonte con capote y muleta, toreo fino, clásico, de oro puro, huérfano de tranquillos y martingalillas, toreo verdad, dando al enemigo todas las ventajas para dominarle a fuerza de inteligencia y valor, no han toreado nunca ni Lagartijo Chico, ni Lagartijo el Grande, ni Fuentes, ni Bomba, ni Espartero, ni Machaco, ni nadie. Belmonte es un torero que hace saltar las lágrimas".
Pero esta crónica la mejora posteriormente: "No se ha realizado una faena de muleta tan enorme, tan formidable, tan monstruosa, tan.... increíble, como la que realizó ayer, 2 de Mayo de 1914, a las seis y diecinueve minutos, de la tarde", y terminó la crónica así: "Lo de Belmonte no tiene precedente en la historia de la tauromaquia".López Barbadillo pidió desde El Imparcial en nombre de su Majestad el público, que Juan Belmonte fuera declarado "monumento nacional".
Jose María de Cossío escribe en su tomo III: "La lentitud con que practicaba las suertes, el temple con que las llevaba a cabo era admirable y nadie le ha superado en este aspecto. Su gran triunfo consistió en influir en este aspecto de su arte de modo extraordinario en Joselito, que en los últimos años de su vida llegó a emular a Juan, toreando asimismo, con temple incomparable". Porque en Juan Belmonte se concentran la genialidad, como recogía Ernest Hemingway: "He conocido a dos genios. Uno fue Einstein. El otro Juan Belmonte". La popularidad. Así, Francisco Umbral escribió: "Fueron los dos españoles que movieron más gente en la España de los años 20, aquella España que se dividía en alfonsinos y belmontistas". También lo encumbran como inspiración para artistas. Joaquín Dicenta explica: "Si yo fuese escultor y quisiera reproducir en toda su artística brutalidad la lucha del hombre con el toro, escogería por modelo a Belmonte".
SU TRASCENDENCIA
Una de las características más sobresalientes de su toreo fue la emoción con la que embargaba a los públicos. Abraham Valdelomar refiere que: "Es inexplicable - oigo decir con frecuencia- porque Belmonte, haciendo los mismos lances, emociona más que todos los toreros del mundo".
Referente a la ténica de Belmonte, Pepe Luis Vázquez declaró: "No ha habido nunca nadie, ni ahora ni antes, que enseñe esa maravilla que es el temple. Belmonte lo tuvo como nadie.
Gregorio Corrochano, uno de los críticos más relevantes, considera que "el toreo de Belmonte sorprendía…por inexplicable: inquietaba por imposible; dolía verle torear. A Goya le faltó en su Tauromaquia la cara de las multitudes viendo torear a Belmonte".
¿Qué aficionado a la pintura no le gustaría que la conmemoraciones de Velazquez fueran un éxito, o en la escultura las de Rodin o en la música las de Mozart? Si después de estos dos años, la figura de Juan Belmonte sale engrandecida, también saldrá fortalecida la Fiesta de los toros.
El éxito estará conseguido si al final de este programa de conmemoraciones la figura de Juan Belmonte sale engrandecida, pero más si personas, que partiendo de un escaso conocimiento de Juan Belmonte, descubren su genialidad no sólo en el mundo del toro si no en su faceta intelectual y humana. Recuerdo que la vida de mi abuelo trascurría entre Sevilla y Madrid. Y a Madrid, donde yo vivía, venia a ver a sus grandes amigos como eran Gregorio Marañón, Ramon Pérez de Ayala, Sebastian Miranda, Julio Camba y también a estar con su familia con sus hijos y sus nietos.
El mundo de los toros tiene una oportunidad única para reivindicar su grandeza porque, como dijo Ramón Pérez de Ayala, "el nacimiento de la Fiesta coincide con el nacimiento de la nacionalidad española y con la lengua de Castilla...; así pues, las corridas de toros... son una cosa tan nuestra, tan obligada por la naturaleza y la historia, como el habla que hablamos".
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