Para perder se basta solo (3-2)

Racing-sevilla

El Sevilla agrava su crisis al entregar otro partido con dos regalos de Palop, el último sangrante, y uno de Rakitic. Negredo falló un penalti y cuando el empate parecía el único botín con un hombre más, con el tiempo cumplido llegó la derrota.

Negredo se lanza a un balón. / EFE
Negredo se lanza a un balón. / EFE
Jesús Alba / Santander

12 de febrero 2011 - 23:53

No es sinónimo de nada bueno que el presidente tenga que salir a apagar fuegos, pero es una medida de lo que se vive hoy en el Sevilla. Y otra, sin duda fiel también a la situación que lleva respirando durante casi toda la temporada, la dio anoche en Santander el equipo de Manzano, un hombre que no encuentra la solución por más que lo intenta. En una locura de partido, el Sevilla acabó entregando él solito la cuchara en un choque en el que, como otras veces, hizo méritos para ganar, para perder y también para empatar, que es lo que parecía que iba a hacer al final después de jugar más de medio partido con uno más. Pero como en este equipo lo que no hacen los rivales lo hacen los de la casa, dio otro paso importante atrás regalando tres puntos al Racing. Que si ya no habían sido suficientes regalos los dos primeros tantos, Palop lo arruinaría todo con el tiempo cumplido con una salida de las de llevarse las manos a la cabeza.

Porque ni Medel, ni Rakitic, ni la versión mejorada de Jesús Navas ni un buen Fazio parecen poder arreglar esto. Manzano ponía al chileno a debutar, pero no valdría para salir de la crisis. Y eso que el planteamiento del jiennense parecía coherente y del gusto de la parroquia. Con la hojilla de las alineaciones en la mano la duda que tampoco después se resolvería estaba en ver quién de los dos medios de contención alineados de salida, Medel y Fazio, era el encargado de echar el ancla y quién el que tenía la labor de barrer hacia arriba cuando se pudiera y hacia abajo cuando el Racing apretara. Y casi no se resolvería porque en la primera parte pasaron tantas cosas que esta incógnita pasaba a ser casi una nimiedad. En principio, ninguno de los dos se quedaba porque en el 4-2-3-1 el chileno iba a buscarla al lado del lateral izquierdo y el argentino guardaba la parte de la viña más cerca de Dabo y Jesús Navas. Éste, el palaciego, era el más dinámico de los sevillistas en un inicio de partido con mucho ritmo en el que el Sevilla prometía, sobre todo porque su estandarte, el campeón del mundo, daba señales de emerger tras esos minutos con España que parece que le han servido para quitarse los miedos. Pero todo se fue al traste muy pronto, demasiado pronto. El Racing encendía a una afición que ya de por sí acudía loca a El Sardinero por la vuelta de Marcelino, una especie de divinidad aquí, en la primera ocasión que tenía de llegar al área de Palop. Y porque se lo encontró, pues el capitán sevillista salió por peteneras en un córner que él mismo había contribuido a ceder por unas dudas ante Alexis que luego se confirmaron en toda su extensión al intentar atrapar la ejecución de Adrián. Se le escapó el balón al guardameta y Christian remachó en la boca de gol. Digamos que el Sevilla no tenía por qué arrugarse más de la cuenta, pues, aunque era una cuesta que subir, acostumbrada tiene este equipo a su afición a levantar situaciones complicadas aunque luego lo vuelta a tirar todo por la ventana. Y así fue. Un buen balón de Dabo terminó de aclarar que Jesús Navas quería ser otro. Su verticalidad entrando en el área fue suficiente para poner las cosas favorables a nivelar la balanza porque Christian, el autor del primer gol y luego protagonista con una expulsión, picó e Iturralde pitó penalti. Pero en el guión de Manzano no estaba que Negredo fallara la pena máxima, ni mucho menos que a la jugada siguiente uno de los fichajes llamados a enderezar el rumbo de la nave en esta segunda vuelta se metiera un gol en propia puerta. La acción involuntaria de Rakitic ponía la cosa mucho más grave para el Sevilla. Y sólo iban 20 minutos de juego.

Pero a este equipo no se le puede dar por muerto. Había habido momentos con el 2-0 en que parecía perdido, descolocado y aturdido ante el jolgorio en el que se había convertido el ambiente en El Sardinero, pero cambió la tortilla con una jugada que le daba otra oportunidad. El Racing se quedaba con diez por una entrada a Dabo con los pies por delante y en la acción posterior el lanzamiento de Rakitic encontraba la altísima referencia de la cabeza de Fazio para meter otra al Sevilla en el partido antes de que llegara el descanso.

Evidentemente, la noche se ponía bastante mejor para los de Manzano, pero también aparecía de nuevo el elemento presión. El Sevilla, el equipo grande pero necesitado a la vez, estaba en superioridad numérica, pero iba por detrás en el marcador. Había que remontar, por tanto, como fuera para no agravar la crisis. El jiennense fue quitando defensas para ir a por ese triunfo que debía caer como fruta madura, que se exigía ya que cayera del lado sevillista pero que se iba a resistir. Ahora sí, Medel se quedaba como único pivote para que, con una zaga de tres, el Sevilla se tirara encima del Racing a todo lo que diera el motor. Y es verdad que la segunda parte fue un asedio continuo que, sin embargo, no dio más fruto que un puñado de ocasiones, un balón al palo de Negredo y, por fin, el empate a través de un penalti esta vez sí convertido por Luis Fabiano. Y cuando el punto parecía el único botín que se iba a llevar el Sevilla, llegó ese último regalo de Palop de la única forma que podía llegar el Racing, en un contraataque, que constata que el Sevilla no necesita a los rivales para perder. Se basta y se sobra él solo.

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