Por no ir a lo hondo se ahoga en la orilla (1-0)

Liga bbva

El Sevilla ve frenada su racha triunfal por un extraño penalti de Fazio a dos minutos del final que castigó su desidia para mandar en el partido Con la cabeza ya en Oporto, a los de Emery les faltaron ganas y profundidad

Por no ir a lo hondo se ahoga en la orilla (1-0)
Por no ir a lo hondo se ahoga en la orilla (1-0)
Jesús Alba

30 de marzo 2014 - 06:41

Hasta el penalti con que sorprendió Martínez Munuera todo iba a quedar en uno de esos días malos que cualquier equipo puede tener, pero en los que acaba con la ropa intacta. Lo bueno era que no perdía, que seguía manteniendo esa fortaleza pese a no jugar bien y tampoco exponer mucho sólo unos días antes de un partido que puede marcar la temporada como el de Oporto. Lo malo, en cambio, era que se trataba de un paso atrás en ese nuevo reto que se había propuesto el grupo de dar caza al Athletic por la cuarta plaza y alimentar el sueño otra vez de la Champions, que hasta hace bien poco parecía imposible. Hasta esa jugada fatídica de Fazio a falta de dos minutos, sin ser para nada lo esperado, al menos la tarde del Sevilla en Vigo era un "me alegro verte bueno", un puntito tras un partido sin dueño claro, con una ocasión para cada equipo y tras el que cada cual se iba a su casa contento una vez terminado.

Pero apareció esa apreciación extraña del novel colegiado valenciano en un saque de banda que acabó en pugna por el balón y la posición entre Fazio y el veterano Bermejo. El argentino salió trastabillado pese a su superioridad en centímetros y en su caída golpeó el balón con el brazo. El penalti, tan injusto como tonto, se convertía en un castigo para un equipo que hasta ayer parecía lanzado, con seis triunfos consecutivos en la Liga y con el plus de autoconfianza que siempre da verse en las portadas de los diarios nacionales como verdugo del Real Madrid.

Pero ese golpeo de Nolito engañando a Javi Varas en la transformación de la pena máxima venía a fustigar un partido no encarado de verdad por los de Emery. Es cierto que estaríamos hablando de otra cosa, muy parecida a lo de Pamplona por ejemplo, si la ocasión que tuvo Gameiro en la primera mitad la hubiera convertido en gol el francés, pero eso también forma parte del juego. A diferencia del choque ante Osasuna, ésta fue casi la única ocasión seria de un Sevilla triste en Balaídos que, por no tener, no tuvo ni faltas laterales con las que meter miedo en la estrategia. Sí algunos córners en la segunda mitad que Rakitic se empeñó en lanzar muy cerrados.

Quizá pensando en el choque del jueves -o quizá no-, los de Emery no pisaron el acelerador ni aun teniendo en el campo a la mayoría de su maquinaria pesada. Ni el suizo-croata ni Bacca tuvieron descanso y la alineación titular se podía considerar ofensiva con la presencia también de Gameiro de salida, pero no carburó el centro del campo, y cuando eso ocurre, por inferior que sea el rival, suele ser sinónimo de no controlar la situación.

Tampoco es mentira que al Celta, el peor equipo en casa de toda la Primera División, casi nunca se le vio con enjundia ofensiva como para hacer daño, salvo algo con la entrada de Orellana, pero el Sevilla no se decidió nunca a irse a nadar a lo hondo, sino que prefirió seguir bañándose haciendo siempre pie con la mala suerte de, al final, ahogarse en el rompeolas de la orilla.

Emery había dado con la tecla en ese sistema con dos puntas que lograba equilibrar muchas carencias aparecidas a lo largo de la temporada, pero las piezas, cuando se cambian de un día para otro, no siempre encajan igual. Con Rakitic esta vez como pivote junto a Iborra al Sevilla le faltaron dos funciones muy importantes por hacer en un equipo de fútbol. Una, de enlace en las transiciones hacia arriba y que el capitán no acabó haciendo porque recorrió muchos menos kilómetros de lo que en él es habitual; y otra, de un jugador que tapara las salidas del Celta, que encontró siempre a un organizador recibiendo en solitario y con muchos metros libres alrededor, de ahí su superioridad en los porcentajes de posesión, abrumadores en algunas fases del partido. La suerte que tuvo el Sevilla fue que ese jugador del Celta que recibía siempre sin oposición era Krohn-Dehli y no Rafinha, que siempre se mantuvo pegado a la derecha. Pues si Luis Enrique hubiera mandado al brasileño a pedirla más al centro, Javi Varas habría tenido bastante más trabajo del que tuvo en su vuelta al que fue su estadio durante una temporada.

Con poca ayuda de algunos que otros días sí tuvieron una aportación importante, como un impreciso Vitolo y un Gameiro fallón, y con otros sin saber dónde ubicarse, como Iborra, el Sevilla tuvo muy poca salida, apenas las arrancadas de Bacca y alguna prolongación de Trochowski y Reyes el tiempo que salió. Orellana ya lo avisó haciendo crujir la madera y entre Martínez Munuera y Fazio la racha triunfal de Emery acabó tumbada. Está Oporto para olvidarlo, pero fue una pena no ir de verdad a mandar. Porque se paga.

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