Luz al pie de los Andes (0-2)
El Sevilla gana con autoridad al Universidad Católica con goles de dos recién llegados, Marin y Jairo. La movilidad y el fútbol incisivo en los tres cuartos, lo mejor de los de Emery
Un nuevo Sevilla brotó a los mismos pies de los Andes para derrotar con fútbol, carácter y un manual muy definido al Universidad Católica en el primer envite de la Copa Euroamericana. Muchas eran las novedades que vestían de rojo y el balance invita al sevillista a ser optimista, siempre con la prudencia de este fútbol engañoso, en el que las actas son papel mojado.
Los dos goles que sirvieron para derrotar a uno de los clásicos del fútbol sudamericano los hicieron dos fichajes, Marin y Jairo. Y ellos, junto con Vitolo, integraron una línea de mediapuntas que promete vértigo. Y fútbol vertical, incisivo. El trío conectó con Bacca para desarbolar a la zaga chilena con continuos latigazos, léase desmarque de ruptura, pase al hueco y situación de gol. Si no cayeron los goles en sus primeras acometidas, fue por la rapidez y prestancia del portero Cerda para salir a tapar. Y también por la inocencia de los rematadores, por qué no decirlo.
A los 9 minutos, Bacca controla y asiste a Jairo, cuyo avance es invalidado por el árbitro en un fuera de juego inexistente. A los 12 minutos es Vitolo quien arranca, serpentea con potencia y la cara arriba y suelta otro pase al costado izquierdo del área rival, donde Marin le había dibujado su desmarque. El alemán, en lugar de rematar a puerta, optó por buscar a Bacca en el punto de penalti y un central se anticipó. A los 28 minutos, es Jairo quien se maniobra por zonas interiores y ve el hachazo de Bacca a la espalda de la defensa chilena, pero el colombiano estrella su derechazo en el pecho de Cerda. A los 31, Marin desborda y habilita a Jairo, que perdona ante el guardameta. A los 42, es Bacca quien vuelve a poner de gol al jovencísimo jugador procedente del Racing. Los cuatro jugadores más adelantados entraron en un carrusel de combinaciones que tardó en ser efectivo.
No fue hasta el minuto 61. Marin realizó uno de sus controles orientados -el germano tiene un giro seco mortal para el marcador-, encaró, se coló hasta la media luna y trazó la pared con Bacca, quien le devolvió la pelota sutilmente con el exterior del pie. Antes de que el defensa se le echase encima, Marin soltó un potente derechazo a la red.
Antes, los sevillistas ya habían deparado más puntos de luz en otras zonas del campo: Mode subió con desparpajo y visión por el ala derecha mientras Alberto Moreno, que madura por horas, se adueñó del otro costado. Dos laterales largos, como quiere Emery, que invitaron a Jairo y Vitolo a sumar por dentro, a asociarse con Marin y Bacca para sus diabluras.
Lógicamente, la carga de trabajo es fortísima en el día a día y el ritmo sevillista fue un tanto discontinuo. Hubo fases más planas. En descargo del equipo, el inaudito decorado: si hace unos días la tropa de Emery esquivaba el sol en sus horarios de trabajo en Costa Ballena, ayer el banquillo tiritaba de frío en un partido de febrero en el norte de Europa. Pareja tardó en aclimatarse a la tarde de perros. Mostró su criterio para sacarla jugada y su sentido para ir al corte, pero también dejó claro que necesita tiempo para acoplarse al sistema y sus compañeros. A su espalda se coló varias veces el local Muñoz, que se topó con la colocación y rapidez de Beto.
Quizá por las referidas inclemencias, quizá por la carga de trabajo de pretemporada, el equipo jugó demasiado largo en el terreno de juego. Los espacios entre líneas afloraron por mucha voluntad y oficio que le pusiera Medel, que se multiplicó. En un partido con fuego de verdad, ese pecado hubiera acarreado malas noticias.
Pero sigamos con las buenas: Coke, Rakitic y Reyes salieron a morder en la última media hora, conscientes de que su responsabilidad crece esta temporada. Emery dio el timón al suizo, situó a Reyes por la derecha y a Jairo por dentro en lugar del sustituido Marin. Y Jairo completó su buen partido con un certero chut. En esa fase, las llegadas sevillistas fueron continuas pero la goleada no llegó porque Rusescu parecía en otra onda. Fue sólo un amistoso, pero a semana y media de la Liga Europa, brotó algo de luz bajo los Andes.
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