El disputado timón del PSOE de Sevilla
La Noria
Las diferencias de criterio entre el secretario general del PSOE, José Antonio Viera, y la número dos de los socialistas andaluces, Susana Díaz, abren divergencias en la organización en pleno escándalo por los ERE.
DE momento tienen la apariencia de ser hostilidades cruzadas, incluso se diría que civilizadas. Pero parecen ser la semilla de una guerra futura. Dependerá de las circunstancias. Y, como tantas veces sucede en política, de las afinidades personales, sin olvidar las siempre imprevisibles alianzas tácticas. Las profundas divergencias de criterio existentes entre el secretario general del PSOE de Sevilla, José Antonio Viera, y la actual número dos de los socialistas andaluces, Susana Díaz, tienen desde hace bastantes meses desconcertadas a las diferentes sensibilidades que cohabitan en el seno de esta organización política que controla el Ayuntamiento, la Diputación Provincial y la mayor parte del poder municipal en Sevilla.
No se ha producido ningún enfrentamiento expreso. Es cierto. Pero desde que Díaz -número dos de Viera en el PSOE sevillano cuando éste accedió a la secretaría general del partido en 2004- ascendió al núcleo duro de mando en el PSOE andaluz (en el congreso regional que liquidó al chavismo y abrió la etapa del griñanismo) se han producido significativos desencuentros mutuos, muchos subterráneos, que dan a entender a significativos militantes (al menos es lo que transmiten en privado todas las familias, siempre con el compromiso previo de guardar la confidencialidad) que existe en estos momentos un alto riesgo de que se genere una bicefalia de facto con posibilidad de derivar en un enfrentamiento frontal a medida que pase el tiempo.
Viera y Díaz no han mostrado de momento en público sus crecientes desencuentros. Diversos episodios insinúan sin embargo que la distancia entre ambos, antes estrecha, se agranda. El ejemplo más gráfico tuvo lugar hace unas semanas: el secretario general convocó una importante rueda de prensa para salir al paso de las acusaciones del PP que lo responsabilizan del caso de las irregularidades existentes en los expedientes de empleo de la Junta de Andalucía (pieza derivada del caso Mercasevilla) y cursó avisó a todos los notables (amigos y antiguos enemigos) de que su presencia en dicha cita sería no sólo apreciada, sino valorada. Estuvieron todos sus fieles y también los que hasta hace muy poco tiempo querían directamente derribar a Viera (Monteseirín, entre ellos). A Susana Díaz no se la vió, aunque sus afines sí estuvieron representados por algunos ediles sevillanos, fundamentalmente el actual portavoz, Alberto Moriña.
¿Por qué no fue Díaz a respaldar públicamente a Viera? Esa misma tarde habían quedado ambos para verse con Juan Espadas, el candidato a la Alcaldía. El lugar: San Vicente. El asunto: discutir a tres bandas la lista de la capital para las municipales. Un proceso que ha traído de cabeza a casi todos los grupos que aspiran a mantener cierta cuota de poder propio dentro del PSOE. "Aparentemente no tienen ningún problema. Pueden aún sentarse juntos en una misma mesa. Pero hay mar de fondo", explica un socialista que no está directamente adscrito a ninguno de ambos sectores.
La principal incógnita es saber hasta qué punto estas divergencias son profundas. O si tienen cauce para no terminar en un conflicto abierto. La lista de las municipales ha sido uno de los terrenos de juego. No es el único, pero sí el principal. Unos días antes de que la nómina definitiva se hiciera pública (con la sorpresa de la inclusión de varios independientes en los puestos de salida) las versiones predominantes en el PSOE sevillano barajaban tres escenarios. Opción A: las listas las iba a elaborar Susana Díaz. Algunos secretarios de las agrupaciones locales insistían que donde se adoptaría la decisión final sería en la calle San Vicente. Opción B: las listas las decidiría el candidato a la Alcaldía, que es quien más se juega en la pelea. Espadas deseaba vía libre para hacer su equipo. Opción C: las listas, tal y como establecen los estatutos, las definiría la dirección provincial (Viera) y después las votarán las distintas asambleas territoriales.
La batalla de la lista
Todas ellas eran opiniones interesadas. Su mera existencia denota sin embargo que entre los antiguos aliados se percibe ahora cierta desconfianza. Dudas. La lista definitiva resultó al final fruto de un acuerdo entre las tres partes (Viera, Díaz y Espadas). Un punto intermedio al que no fue nada fácil llegar. El candidato a la Alcaldía solicitó unas semanas antes a las agrupaciones una nómina de nombres (hasta diez) para estudiar cómo incorporarlos a su equipo. Espadas quería estos nombres sin imposiciones: su nominación no implicaba que fueran ocupar cargo algo, mucho menos que se convirtieran en capitulares. Se trataba, según su entorno, de tener una adecuada base de datos de gente capaz de incorporarse al Ayuntamiento.
La propuesta en cuestión fue hecha en una reunión con los diferentes secretarios locales. Al día siguiente de esa cita, según confirman representantes de todas las sensibilidades, el secretario de Organización del PSOE sevillano, Enrique Cossinou, que llegó al puesto tras el ascenso de Díaz, y del que dicen que fue la persona de consenso entre Viera y la secretaria de organización del PSOE andaluz después de que ninguna de sus opciones personales previas fuera bien vista por el contrario (Viera quería a Ramón Díaz, ahora diputado), llamó uno a uno a todos los secretarios locales para matizarles la oferta de Espadas y explicarles que, en realidad, no hacía falta dar nombres. Que la dirección del partido era quien, conforme a los estatutos, designaría a los elegidos, previa evacuación de las correspondientes consultas. ¿En nombre de quién hizo esa llamada Cossinou? ¿Díaz o Viera?
El hecho cierto es que, a pesar de este episodio, la lista de las agrupaciones se entregó. Después llegó el escrutinio. El resultado ya es conocido: Espadas situó a sus independientes en los primeros puestos de la candidatura y el resto de los nombres, salvo cuotas menores, los asignó Díaz. ¿Debilidad de Viera? Depende de cómo se mire. El secretario general no tiene demasiados fieles propios en el aparato local (gente contada; casi todo su peso está en la provincia) y probablemente la presencia de los independientes, además de satisfacer el deseo de Espadas, sea la vía indirecta usada por Viera para equilibrar el creciente peso del susanismo.
el fin de los críticos
La batalla de la lista ha tenido hasta hace sólo unos días por la calle de la amargura a los principales referentes de cada una de las agrupaciones. El debate ideológico ha brillado, como suele ocurrir, por su ausencia. La importancia de la nominación radicaba no tanto en el hecho de subrayar un cambio de ciclo -algo lógico- sino que tiene una lectura interna más profunda: es una forma de socavar definitivamente los cimientos, ahora inestables, del antiguo grupo de afines a Monteseirín. Sin poder institucional en sus manos (cosa que sólo se consigue si se va en las listas) perdurar en el poder al frente de las distintas agrupaciones -salvo casos sobrenaturales, como el de José Caballos, antiguo factótum del PSOE- se antoja una tarea titánica. El respaldo de los militantes socialistas nunca es gratuito, sino que espera (es la cultura del partido) contraprestaciones concretas. Tangibles.
En la partida actual juegan otros elementos. Algunos a largo plazo. La clave regional, por ejemplo. ¿Cuál es la opinión del secretario general del PSOE andaluz, José Antonio Griñán, sobre los dos referentes del PSOE sevillano? Griñán ganó el congreso que abrió una nueva etapa en el socialismo andaluz gracias al PSOE de Sevilla. Hasta entonces el equilibrio de fuerzas en el seno de los socialistas se había repartido entre los gaditanos (de donde procedían Chaves y Luis Pizarro) y los jiennenses (agrupación controlada por Gaspar Zarrías). Dos asambleas con escaso peso real de militantes en comparación con Sevilla, pero de cuya combinación Chaves obtenía la estabilidad necesaria para reinar sin oposición. Cuando el PSOE de Sevilla reclamó mayor cuota en el seno de la organización (el intento de Caballos de alcanzar en 2004 la secretaria general del partido en Sevilla), Chaves ordenó su decapitación política y consolidó el statu quo hasta que Zapatero forzó su marcha a Madrid. En ese justo momento es cuando Viera (después de que Monteseirín renunciara a liderar la operación contra Caballos) asumió la secretaría general del PSOE en Sevilla.
Desde entonces él y Díaz, que es la que realmente controla las asambleas locales afines a lo que se conoce como el oficialismo, han hecho equipo. Hasta que la perspectiva de la situación política cambió por dos factores: el ascenso de Díaz (convertida en la mano derecha de Griñán) en la estructura regional y el gran factor de desestabilización actual. El grave escándalo de los expedientes irregulares de empleo tramitados por la Junta de Andalucía.
El líder del PSOE sevillano ya ha hecho llegar el mensaje de que no piensa dimitir. En sus planes no figura una retirada previa a la fecha en la que tendrá que celebrarse el congreso provincial ordinario: julio de 2012. Él mismo lo hizo constar hace unos días: "Mi contrato con el PSOE dura hasta julio de 2102". Otra cuestión es que, a raíz del cariz que están tomando los acontecimientos -Viera ha sido acusado por el PP pero no se encuentra afectado aún por la instrucción judicial- desde la dirección regional se precipite una salida forzada. ¿En qué bando estaría ahora Díaz? La salida de Antonio Rivas de la Ejecutiva provincial (forzada por la dirección regionalesta misma semana) parece una manera de situar una línea de protección para Viera. Que sea suficiente o no es cuestión distinta.
Una salida prematura de la actual dirección política del PSOE sevillano se antoja muy improbable. Aunque en política todo es posible. Si ocurriera la hoja de ruta está clara: habría que nombrar una gestora (controlada por Díaz en su condición de secretaria de Organización regional) que preparase un congreso extraordinario. La guerra.
La decisión de Viera es resistir. Cualquier cambio en la actual composición de fuerzas del PSOE sevillano tendría repercusión en la dirección regional, lo que podría generar más inestabilidad al presidente de la Junta. El momento, además, con independencia de la presión política por el caso de los ERE falsos, no es bueno. Los socialistas tienen unas elecciones locales en puertas y unos comicios autonómicos y generales dentro de un año. Ninguna de las encuestas les dan mayoría en dichos ámbitos. Abrir ahora cualquier tipo de crisis en el seno de la organización con semejante panorama es suicida. Aunque no sería la primera vez que las claves orgánicas se imponen a las electorales. Antecedentes, existen.
cábalas electorales
De momento todo el mundo está a la expectativa. Por prudencia y por miedo a dar pasos en falso. Hace falta aún ver qué ocurre en las sucesivas citas electorales y, en base a los resultados (que irremediablemente dejarán un bando de vencedores y otro de vencidos), sopesar una operación para, en su caso, intentar el asalto (directo o de cuotas) al poder.
En el caso de Sevilla capital es evidente que una derrota de Juan Espadas en la lucha por la Alcaldía complicaría el tablero de juego. Espadas es la apuesta personal de Viera para mantener el gobierno local ocupado durante doce años por Monteseirín. Si gana y es capaz de formar gobierno con IU, el secretario general de Sevilla tendría un cierto respiro (en función de las novedades judiciales del caso de los ERE). Si pierde ante Zoido la polémica es inevitable: los críticos, apeados de las listas locales y pertrechados todavía en sus agrupaciones, buscarían revancha. Susana Díaz está en una posición intermedia. Con riesgos y ventajas a partes iguales: puede eludir su responsabilidad política (descargándola sobre Viera) ante una hipotética derrota o, aunque parezca paradójico, una debacle también puede servir para volver a estrechar lazos. No hay nada que una más que los enemigos comunes.
El futuro político de Díaz tiene su gran prueba de fuego en los siguientes comicios regionales. Si el PSOE no llega a formar gobierno con IU para retener la Junta -los sondeos dan a Arenas mayoría absoluta- el tsunami puede ser de tal magnitud que nadie de los que ahora mandan quede a salvo de la quema. Díaz, que ya controla buena parte de la estructura del partido en la capital, puede entonces decidir dar la batalla para suceder a Viera en 2012. De forma directa o indirecta. Porque lo que parece más bien claro es que el actual secretario general del PSOE sevillano no se presentará a la reelección. Cuestión distinta es cómo aborde este difícil tránsito: si planteando su propia fórmula frente a las aspiraciones de Díaz (dejando el poder a alguien de su confianza) o renunciando a competir. Dicho de otra forma: lo que está en discusión es si dicho proceso -el cambio de timón en el PSOE sevillano que llegará dentro de algo más de un año- será una suerte de herencia o, acaso, una ceremonia similar a la muerte del padre.
Algunos ya van tomado posiciones ante la inestabilidad: el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, justo antes de su nombramiento formal, se autopostuló con seguridad para seguir cuatro años más al frente de la Corporación Provincial. Dentro del partido hay quien antes de que estallara la crisis de los ERE sostenía que Viera soñaba con un retiro dorado al frente de la institución provincial. Pero las cosas han cambiado por completo. Tanto que en el PSOE de Sevilla ahora mismo nadie está seguro de casi nada.
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