"Alfredo debió irse cuando lo decidió, su desgarro está siendo tremendo"
Manuel Valle Arévalo, ex alcalde de Sevilla
La mayor evolución experimentada por Sevilla en los últimos treinta años se produjo en sus dos mandatos, en los que gobernó con mayoría, algo que no se ha vuelto a repetir y que, según él, es difícil que se produzca dado el nivel de política actual
Cuando algún joven le pregunta quién es, Manuel del Valle Arévalo (Sevilla, 1939) dice que es alguien que tiene una calle en Sevilla. Hoy, tras haber rebasado los 70 años, sigue dedicado a la abogacía y tiene una agenda que aprieta a menudo con conferencias y viajes. El autor de la famosa foto de la tortilla es un histórico del socialismo que recuerda emocionado los duros años de la clandestinidad y la ilusión con la que él, entre otros, hizo posible la Transición. Dice que eran otros años y otras personas. En aquel entonces ni se le pasaba por la cabeza ser alcalde, pero lo fue, durante dos mandatos seguidos, y logró una mayoría absoluta. Sus hijos siguieron sus pasos, pero sólo en la abogacía, y ahora su nieto de sólo 5 años asegura que quiere ser alcalde. Tras pasar por el gabinete del primer presidente de la Junta preautonómica, el Ayuntamiento, la Diputación y el Senado, hace décadas que ve la política desde fuera y está satisfecho de poder pasear por la calle "sin que me insulten".
-¿Sigue manteniendo relación con sus compañeros de gobierno?
-Sí, con muchos. Nos conocíamos de estudiantes, éramos amigos.
-¿Y era más fácil gobernar así?
-No es lo mismo hacer política con un amigo que con alguien que desde el principio es adversario y, en esta época, hasta enemigo.
-Pero usted contó con una oposición fuerte, sobre todo en su segundo mandato, cuando el PA le arrebató la mayoría absoluta.
-Hacían su trabajo, como lo hacía desde el grupo socialista Paco Moreno. Yo soy amigo de Soledad Becerril. De Alejandro Rojas Marcos no puedo decir lo mismo, pero sí tengo una magnífica relación con él, igual que con Luis Uruñuela. Las situaciones difíciles se podían resolver hablando.
-Ahora se habla poco e incluso, a veces, se echa en falta la voz del alcalde. Hay un alcalde y un alcaldable...
-Las convivencias son difíciles.
-Usted también anunció antes de irse que no repetiría de candidato.
-Sí, pero lo hice sólo tres meses antes, no un año. Mi consejo al alcalde es: si te vas, vete ya, tal y como está la situación. Un año así supone un desgarro personal tremendo, y lo está siendo, y también complica la situación del candidato.
-¿Conoce a Juan Espadas?
-Lo conozco y me parece magnífico, pero lo va a tener muy difícil, precisamente por esa transición de la que hablamos.
-En el actual panorama, ¿ve complicado que algún partido logre gobernar en solitario?
-Yo veo que si el PP quiere gobernar tiene que lograr la mayoría absoluta; si no, es muy complicado y no sé yo si está en situación de conseguirlo...
-¿Y el andalucismo? ¿Renacerá?
-Yo primero me pregunto qué es el andalucismo. Un nacionalismo o un intento de poner el acento en las necesidades de Andalucía. Creo que lo primero no. Yo, como socialista, pongo más el acento en la igualdad, en luchar por ella, entre todos podemos conseguirla. Como decía Plácido Fernández Viagas, no debemos anclarnos en la política del quejío.
-Exceptuando sus mandatos, la salida ha sido siempre pactar.
-Yo también pacté, pero era un pacto diferente, otra modalidad que no integraba en el equipo de gobierno a ningun otro grupo. Era un pacto sobre cuestiones concretas. Había cosas que pacté con el grupo del PP. La época era complicada, pero se podía hacer. Ya tenía aprobado por mayoría absoluta el plan de ordenación urbana de la capital y gracias a esos pactos puntuales lo pude ejecutar.
-¿Y ese modelo es más fácil?
-No, pero sí más emocionante. Es bueno hacer las cosas pactando, no imponiendo, y lo hice en una época en la que había una tendencia al aplastamiento del contrario. Y el coste físico era brutal.
-¿Pactaría usted con la Izquierda Unida de hoy?
-No quiero decir que sería imposible, pero sí más difícil. Las personas de antes eran distintas.
-Adolfo Cuéllar, del PCE, era también su amigo, ¿no?
-Teníamos una relación entrañable, era excepcional. Habíamos coincidido defendiendo a gente en el tribunal del orden público y también en el Proceso 1.001. Él defendía a Eduardo Saborido y Santiago Carrillo pensó que debía ser Felipe González quien lo hiciera. Como Felipe no tenía ni idea de Derecho Penal, yo era quien iba a codefenderlo, pues era quien tenía más experiencia en el despacho de Capitán Vigueras. Al final Saborido se negó a cambiar afortunadamente, era lo mejor, pero Cuéllar estuvo dispuesto a colaborar. Su humanidad y caballerosidad es algo que siempre tendré en el recuerdo. También tuve una relación muy buena con Rosa Bendala o Javier Aristu, entre otros. Y no sólo con la izquierda. He sido amigo de Eugenio Alés o el Conde de la Maza.
-¿Y de Javier Arenas?
-Para qué voy a decir otra cosa... A lo mejor la gente de mi partido puede pensar que cómo se puede ser amigo del diablo en persona. Pues soy su amigo desde que él tenía 18 años. A la política hay que darle una visión humana.
-¿Había también otro nivel en la política?
-Era muy distinto. Había ilusión.
-Usted llegó a la Alcaldía en un clima de euforia socialista.
-Se dieron unas circunstancias muy excepcionales. Se venía de unas elecciones generales previas, había una ola que impulsaba una renovación general del Gobierno, todos éramos más jóvenes y entonces la juventud tenía un plus.
-Cuente.
-A mi generación le tocó tener cosas que hacer. Nosotros hicimos la Transición, pusimos en marcha los ayuntamientos democráticos y todas las leyes que activaban ese funcionamiento. Y veníamos con un bagaje profesional y personal que nos hacía estar tranquilos, estar en disposición dede volver atrás en algún momento, a nuestra profesión. No sé si ahora esa situación se da.
-El actual alcalde lleva meses a la espera de una salida y la incertidumbre se mantiene.
-Es médico.
-Sin apenas ejercicio.
-En política no es bueno mantenerse por mantenerse. Hay que reintegrarse en la sociedad, aunque hay casos excepcionales, en los que la gente pide que el político siga ejerciendo.
-De todos los ex alcaldes democráticos, sólo Soledad Becerril sigue ligada a la vida política.
-Es verdad.
-¿Es más difícil gobernar ahora?
-Sí. No es lo mismo hacer la transformación de la ciudad que hacer el mantenimiento, aunque es más heroico hacer el día a día. Pero hay algo muy evidente, y lo digo desde un punto de vista partidista: las grandes transformaciones de esta ciudad se han dado en mandatos socialistas. En los 80 y a partir del año 2000. No digo que los otros alcaldes no hayan hecho nada... han administrado el día a día.
-La gran transformación fue en sus mandatos, en la pre Expo.
-Construimos Santa Justa, el nuevo aeropuerto, los ocho puentes sobre el río, la calle Torneo, la Ronda del Tamarguillo, la SE-30. Grandes obras públicas. Hoy parece un milagro que pudieran planearse y hacerse en tan poco tiempo.
-Bueno, en parte sería por la inversión que se hizo.
-Sí, había dinero, voluntad y un equipo que consiguió hacerlo.
-Pues, recientemente, Manuel Chaves dijo en un acto público que, después de Felipe González, Monteseirín ha sido el político más importante para Sevilla...
-En política se dicen muchas cosas. Yo soy muy indulgente con las cosas que se dicen en los mítines. Yo mismo he dicho muchas tonterías.
-¿También los mítines de su época eran distintos?
-Todo lo es porque las personas son distintas. Por ejemplo, hoy día no se dicen barbaridades con tanta gracia como las decía Alfonso Guerra. Hoy hay otra carga política distinta en los discursos.
-Ahora que menciona a Guerra, sonó para suceder a Monteseirín.
-Sí, pero eso nunca sería posible. Lo sé porque lo conozco bien y porque le pregunté y me dijo que no. A él le hubiera gustado, pero en otro tiempo. Hay que tener en cuenta que el oficio de alcalde es quizás el más duro que hay y no se le puede pedir a personas que hemos rebasado los 70 que ejerzan de nuevo.
-¿Es complicada esta ciudad?
-Mucho, por la propia idiosincrasia del sevillano. Tiene tendencia a decir que no hay una ciudad en el mundo como Sevilla. A eso yo respondo que ha viajado poco.
-Quizás el sevillano todavía sigue siendo cateto para ello.
-Es posible. El sevillano es muy propenso a mirarse el ombligo.
-¿Eso frena el avance?
-Esto hace que, a veces, se tenga miedo a la modernidad. Hay muchos que tienden a pensar en la Sevilla del XVI y ésa sería una ciudad invivible, sin alcantarillado, luz eléctrica, la Sevilla de los conventos del plano de Olavide. Las ciudades tienen que cambiar y ser monumentales. Pero para que algo se convierta en monumento tiene que pasar el tiempo. Un buen amigo, experto en arte, me dijo que si hubiera que dar licencia para hacer el segundo cuerpo de la Giralda, ahora se le denegaría. Pero a Hernán Ruiz se la dieron.
-Hoy se hacen otras cosas.
-Y yo digo que no me gustan, pero si dentro de 500 años siguen perdurando y la gente la admira, se convertirán en monumento.
-Entonces, usted, como alcalde, no hubiera autorizado las setas.
-No veo en la Encarnación ese proyecto, quizás en otro sitio abierto. Pero es mi opinión.
-¿Y el urbanismo de la piel sensible? Usted también intentó iniciar la peatonalización ¿no?
-Lo intenté en el centro, pero tuve la oposición radical de los otros partidos y los jueces les dieron la razón a ellos. El plan centro, como se llamó en su momento, no se pudo hacer. Luego se ha aceptado, otra cosa es cómo se hagan las cosas, con qué estética. Quizás todo tiene su momento.
-Su momento no fue el del Metro.
-Por más que lo he intentado explicar no consigo hacerlo entender. Brevemente: primero, el Metro proyectado era para la ciudad, no para el área metropolitana como yo estimaba necesario; segundo, yo creía que había que hacer antes la ordenación urbana de la ciudad antes que trazar las líneas del Metro, yo quería ver dónde ponía las casas y luego vería dónde poner las paradas y estaciones. El Metro estaba proyectado en el año 74. Luego había otra condición: había dinero para el Metro o para las obras de la Expo. Ni se podía levantar toda la ciudad al mismo tiempo. Tuve una reunión con el presidente del Gobierno y de la Junta y se establecieron las prioridades.
-Pero se habló de un "túnel sin salida", de riesgos para la Catedral...
-Eso eran otras razones que considero menos importantes. Había edificios que se estaban resintiendo: el hotel Alfonso XIII, el Palacio de los Guardiola, la casa de la Equitativa, también. Los ingenieros de Dragados no me garantizaban que no aparecieran grietas y hundimientos en la Catedral y casas de la avenida, que entonces eran del siglo XVII. En mi memoria eso es así.
-De haber tenido dinero, tiempo y garantías, ¿es el actual el Metro el que hubiera proyectado usted?
-Hubiera hecho un Metro en ese caso. Ahora las técnicas son otras, hay otras soluciones.
-¿Es usuario de la línea 1?
-Sí. No soy enemigo del Metro, creo que es un medio complementario, más rápido y menos flexible.
-Y en esa idea de área metropolitana de la que habla. ¿Qué haría con Tablada?
-Lo peor que se puede ser en la vida es un talibán. Tablada es una zona inundable, como el 50% de Holanda. Y hay medios. Si se piensa que Tablada es una zona protegible desde el punto de vista ambiental, no la destruyamos como se hizo con el Aljarafe. Eso no se condenó.
-¿Qué operación echa en falta?
-Sevilla tiene agotado su perímetro. Queda el mal llamado Charco de la Pava y Tablada, poco más.
-¿Y algo que sobre?
-Hay alguna arquitectura manifiestamente mejorable. Quizás la culpa es de quien encarga algo barato y que no se caiga... pues eso es lo que sale.
-A veces es difícil llegar a un consenso entre los socios de gobierno. Es como si hubiera varios ayuntamientos dentro del mismo.
-Los vacíos de poder se ocupan. Siempre hay que estar vigilantes y coordinar. Si alguien entiende que ahora hay dos proyectos gobernando, vamos mal.
-¿Cree que esa percepción ha desgastado al gobierno actual?
-Yo creo que ha habido más de visión externa en ello.
-Hay otros asuntos que desgastan, los judiciales ¿no?
-No me gusta meterme en charcos. Pero en el caso Mercasevilla yo digo: si hay alguien que se ha aprovechado de la situación, que salga y pague. Pero ese pliego se aprobó por unanimidad y el interventor dijo el otro día que él lo hubiera aprobado. Hay quien pregunta que por qué se le dio algo a quien menos ofreció por ello y yo le respondo, como abogado, que eso era un concurso, no una subasta, y que en un concurso lo de menos es el dinero, hay otras compensaciones. Se está jugando con la honorabilidad de mucha gente. Yo siempre procuré ser muy cuidadoso en esos temas.
-En su época un concejal de la derecha dimitió por un asunto privado.
-Yo fui a verle cuando le detuvieron. Dimitió y era un caso personal.
-Hoy es más difícil ver eso ¿no?
-Se está años bajo sospecha. Eso es tremendo. Antes eso no ocurría.
-El socialismo de su época tampoco es el de ahora.
-Lo que yo digo es que el PSOE, hoy en día, tiene que procurar ser un buen partido socialdemócrata.
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