"La huelga llega muy tarde, pero hace falta"

Son y están

Este joven sacerdote de 28 años destaca por su implicación en barrios donde el vecindario acude a él no para misas, sino en busca de auxilio social y laboral.

Sergio Gómez, en la parroquia de Santa Teresa, donde está destinado desde hace tres años.
Sergio Gómez, en la parroquia de Santa Teresa, donde está destinado desde hace tres años.

26 de septiembre 2010 - 05:03

LA Iglesia de las modestas parroquias de barrios creados en la posguerra es muy distinta a la de los templos del casco antiguo, cargados de años y boato. Es puro barrio la vida de compromiso social de este sacerdote que está destacando en Sevilla por la defensa que hace de sus vecinos ante las autoridades municipales. Infancia y adolescencia en Montequinto, donde estudió con los escolapios. Fines de semana en El Cerro, donde sus abuelos encarnan las raíces de su familia. Su padre trabaja en El Corte Inglés desde que tenía 14 años. Iniciación a la experiencia cofrade y religiosa a través del grupo joven de la Hermandad del Cerro y de la ONG Servicio al Tercer Mundo. Y decide ingresar en el Seminario con la vocación de servir al prójimo en los barrios peor considerados de la ciudad. Como seminarista estuvo implicado en la parroquia de San José Obrero en las Tres Mil Viviendas. Como diácono, en la de Los Pajaritos. Y, desde que fue ordenado sacerdote en 2007, vive y duerme en la de Casas de Santa Teresa, barriada de infraviviendas que avergüenzan por su pésima techumbre. Su radio de acción se extiende por el sector Amate-Tres Barrios, donde el fracaso escolar y el paro hacen estragos, y donde las parroquias, igual que en el franquismo, catalizan las penurias del vecindario, sea católico o no.

-¿En su familia le entendieron?

-Decidí ingresar en el Seminario y estudiar Trabajo Social después de la selectividad [ahora va a comenzar Historia en la Hispalense]. Les sorprendió, igual que a muchos chavales de mi entorno, porque hoy no se entiende que un joven quiera ser cura, renuncie a tener pareja, al sexo y a otras muchas cosas. Cuando empecé había 80 seminaristas y ahora sólo hay 30. La secularización está extendida. Cuesta mucho asimilar el concepto de para toda la vida.

-¿Qué es Dios para usted?

-Padre, acogida, amor, misericordia. No lo concibo pendiente de controlar quién va o no a misa. Un Dios que no rechaza a nadie.

-¿Vive en un valle de lágrimas?

-Es el mundo que me ha tocado y es al que hay que dar respuesta. Como hizo Jesús. Una parroquia en Nervión, Los Remedios o El Porvenir tendrá más tiempo en formar a los matrimonios, enseñará más teología. Nosotros tenemos que volcarnos en la alfabetización, aquí la teología es que algunas personas sepan leer y escribir. No se puede renunciar a la denuncia de las graves carencias sociales, e intentar darles solución.

-¿Los vecinos le piden ser líder?

-La gente quiere que yo esté presente en todo, y no doy abasto. Esto es una labor colectiva, no de forjar un liderazgo personal. Estoy en la junta directiva de la asociación de vecinos, en la de la plataforma Tres Barrios, y tengo mis obligaciones de catequesis, misas, clases, visitas a enfermos, actividades en la parroquia, etc.

-¿Qué hacen en la parroquia?

-Tenemos programas de atención a niños, a jóvenes, a mujeres y a ancianos. Por ejemplo, el equipo de pastoral de la salud, son mujeres que visitan a los enfermos. Con la Plataforma Tres Barrios coordinamos programas de ayuda a domicilio, que nos está costando trabajo sacar adelante por falta de donativos. En nuestra red joven participan la Asociación Desal, que previene la drogadicción, y la Asociación Juvenil Candela, que interviene en estancias que hacemos en un campamento salesiano cerca de Chiclana.

-¿La parroquia es un parapeto social para los jóvenes?

-Conocemos a los chicos, sabemos lo que hacen en casa, en el centro educativo, en la parroquia, en la calle. Hacemos de todo, desde visitas a la Guardia Civil y a la Policía, para que lo tengan en cuenta como posible destino laboral; a conseguir entradas para que vean jugar al Sevilla o al Betis. Desde hace tres años organizamos en la parroquia cada viernes, de 20:00 a 22:30, una fiesta juvenil en el salón grande que tenemos. Disponen de billar, videojuegos, etc. Es un espacio de encuentro, donde sólo se beben refrescos, y un modelo distinto al de la botellona y las drogas. Lo utilizamos para hablar con ellos, que se integren en la comunidad. Como no hay ni un equipamiento cultural, en julio y en octubre incluimos actividades de ocio en las fiestas religiosas del Carmen y de Santa Teresa. Lo que podemos: cine de verano, títeres y verbena popular. Aquí no hay otra cosa.

-¿Las parroquias de los barrios pudientes les ayudan?

-Sí, nos transfieren parte de sus ingresos para apoyar nuestra actividad social. Cuando era seminarista estuve destinado brevemente a la de San Pedro, en el centro. Allí hay mucha más actividad sacramental que social. Aquí es todo lo contrario. La población se ha ido desenganchando de las ceremonias, de lo sacramental, de la participación religiosa. Negarlo sería absurdo. En el arzobispado se es consciente de la situación. A la parroquia vienen a buscar mucha más ayuda material que espiritual. Es su referente social, cultural y educativo.

-Háganos la radiografía social.

-Adultos y jóvenes con escasa formación. Hasta hace unos años, salían adelante en la construcción, la venta ambulante o de empleadas de hogar. Trabajos precarios, los únicos a los que acceden. Eso se vino abajo. El paro es galopante. Antes atendíamos en Cáritas en una jornada a 10 familias, ahora son 25 al día las que buscan remedio a su agobio. Sin más alternativa oficial que un taller prelaboral o una escuela taller.

-¿Qué evita un estallido social?

-Las familias son la clave de la paz social, la mayor red que da cobijo y alimento. De hecho, los políticos se escudan en la red familiar, en la parroquial y en la vecinal (los víveres que reparte la asociación de vecinos, etc.), para dar el paso atrás y no implicarse a tope. Como no se mueren de hambre,... Son las instituciones las que deben asumir su obligación de dar soluciones permanentes.

-¿Sus vecinos son personas concienciadas o resignadas?

-Si cuesta mucho que se impliquen en resolver su propio problema personal, muchísimo más que se interesen por los globales. Están acostumbrados a resignarse, a pensar el esto es lo que hay, con cuatro trapicheos me apaño.

-¿Qué funciona en los servicios sociales?

-La Unidad de Trabajo Social hace una buena labor. Además nos aporta a la parroquia un taller de gimnasia de mantenimiento para ancianos. El Distrito también da su apoyo. Pero ante la general necesidad de formación para reorientar vidas y cualificación profesional, los sistemas de protección social están desbordados, faltan técnicos, plazas, recursos.

-¿Qué falla en la política municipal hacia estos barrios?

-Conseguimos con más facilidad ayuda para montar una velá que para resolver problemas urbanísticos o contar con más servicios sociales. Un fallo clave: no se implementan a tope los planes integrales. Como el de Tres Barrios, el plan es maravilloso, se elaboró con una gran participación y conocimiento exacto de las necesidades. Pero sufren en su ejecución un mal generalizado: la falta de visión integral en los responsables de cada departamento. En lugar de unirse, frenan cualquier labor colectiva, no se coordinan. Por ejemplo, desde hace muchos años está prevista una Unidad de Trabajo Social junto al mercado de la Candelaria. Desde 2008 hay una partida de la Junta de Andalucía para esa finalidad. Y sigue sin hacerse, con lo necesario que es ese servicio social, no se ponen de acuerdo ni siquiera las delegaciones municipales que gestiona el mismo partido político.

-¿En qué va a cambiar la Iglesia de Sevilla con la sustitución de Amigo por Asenjo?

-A mí me ha encantado la labor de Don Carlos, su estilo y su capacidad de conectar con la sociedad. El nuevo arzobispo es distinto pero acierta en dedicarse primero a ser prudente y conocer la realidad de una diócesis tan grande, con dos millones de habitantes y 270 parroquias. Mantiene el Plan Pastoral que se aprobó con vigencia hasta 2013. No creo que las hermandades vayan a perder el peso que tienen en Sevilla.

-¿Le gusta el apoyo de la Pastoral Obrera a la huelga general?

-No participo en la Delegación de Pastoral Obrera, yo estoy más ligado a la de Cáritas. Cada una de ellas, como la de Misiones, etc. tiene su autonomía a la hora de elaborar un documento y pronunciarse. Apoyo su texto sobre la huelga general. Si son sacerdotes muy ligados a la población obrera, es lógico que hagan suya la necesidad de alertar de los peligros que acarrea esta reforma laboral para mantener la generalización del Estado del Bienestar. A mi juicio, la huelga hacía falta pero llega tarde, se tenía que haber producido antes, a la vista del desempleo y de su larga duración.

-A pie de calle, verá más crisis.

-Hace falta más concienciación sobre quiénes son los causantes de la crisis, quién se beneficia de ella. La economía es el gran tótem, y quienes la han hundido siguen dictando qué hacer en el futuro. Faltan valores y principios morales en las relaciones económicas. Los mismos intereses que forzaron muchas medidas que han provocado la crisis, son los que influyen en cómo salir de una manera que no beneficia al conjunto de la población.

-¿Le gustaría ver a obispos en una protesta contra el paro?

-Sí, no sólo en manifestaciones contra leyes educativas o el matrimonio homosexual. Pero lamento que la sociedad crea que sólo existe la Iglesia de la Conferencia Episcopal. La iglesia de los barrios humildes participa en la defensa de los ciudadanos. En la vicaría Sevilla-2, que engloba a 49 parroquias del este de la ciudad, organizamos en la pasada Cuaresma un acto en la Iglesia del Salvador, y después hicimos una manifestación hasta el Ayuntamiento, en protesta por el alto nivel de paro. Además de parados, muchos éramos curas o monjas, aunque no vistamos sotana ni hábito.

-¿Cuál es su visión de conjunto de la Sevilla actual?

-Sevilla es una ciudad de tres velocidades. Hay barrios gueto con tremendas carencias, mientras que en la Encarnación se gasta una fortuna en las setas. Hace falta encauzar mejor la creciente interculturalidad por la llegada de inmigrantes. En El Cerro y en Su Eminencia hay muchos que no están integrados. Evitemos que la frustración por el paro les convierta en chivos expiatorios.

-¿El Metro ha ensanchado la relación de los vecinos con otros barrios de la ciudad?

-Apenas salen de su zona. Comprar en Marqués de Pickman y poco más. Muchos no conocen la Catedral, no van a museos ni a teatros. El Viernes de Dolores organizo una ruta para ver templos con pasos, porque muchos chavales no van a la Semana Santa.

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