Las afirmaciones de San Pedro
Noventa años después de la última restauración, se realizan trabajos para combatir en la iglesia del siglo XIV las secuelas del terremoto de Lisboa, la humedad del subsuelo y la leve inclinación de la torre
El 25 de septiembre hay dos bodas en San Pedro y para entonces tienen que estar terminados los trabajos de restauración y mantenimiento que se iniciaron a principios de agosto en este templo del gótico mudéjar del siglo XIV. Fue un empeño personal de Jesús Maya, párroco desde hace 13 años. El único que ayer, en la explicación que los técnicos le dieron a la prensa de los trabajos, apareció sin casco: este sacerdote extremeño de Segura de León tenía que decir la misa de once en Santa Inés, donde se trasladó la feligresía hasta que acabe la obra.
"En un edificio con 600 años de historia hay que hacer obras periódicas para evitar una obra traumática con la que el edificio podría sufrir mucho", dice Florentino Pozo, 48 años, arqueólogo y coordinador de las obras que bajo la supervisión del arquitecto José Antonio Navarro realiza la constructora Sanrocon.
En el interior del templo aparecen cubiertos por plásticos los cuadros, los retablos -uno de ellos atribuido a Pedro de Campaña-, los dos confesionarios en los que este verano nadie absuelve los pecados, el coro y hasta la lápida que recuerda que el 6 de junio de 1599 recibió en esta iglesia el sacramento del bautismo el pintor Diego de Silva y Velázquez.
La historia de las restauraciones de esta iglesia levantada en tiempos de Pedro I habla también de los diferentes estilos: la tradición de los alarifes, con la viga alfajía que sirve para sujetar la cerámica, los elementos góticos -arcos ojivales, bóvedas de nervadura-, el estilo historicista, la azulejería trianera de la restauración realizada en 1920, con la recuperación de los oficios artesanales alentada por la Exposición del 29.
Pero también han dejado huella los elementos que contribuyeron al progresivo deterioro de sus elementos arquitectónicos: el terremoto de Lisboa de 1755; los malos rellenos del subsuelo sevillano, traducidos en unas aguas con sales que al cicatrizar hacen añicos la piedra; la ligera inclinación de la torre -"no sólo Pisa está inclinada", dice Pozo-, con la aparición de fisuras que hay que corregir; también la acción destructiva de los xilófagos: polillas, carcoma. "Afortunadamente, aquí no hay termitas", señala Florentino Pozo. En las revisiones anuales de la cubierta aparecen estragos del jaramago amarillo y de los palomos. Flora y fauna que atacan sin piedad esta casa de la piedad.
La obra inicial, sin contar los trabajos posteriores de pintura y limpieza, cuenta con un presupuesto de 46.000 euros. La parroquia ha asumido su coste con la aportación de la feligresía y los fondos parroquiales. El proyecto del párroco, maestro de obras virtual, es acometer el año que viene la reforma del pavimento, hecho con mármol de Macael en la restauración que en 1920 dirigió el arquitecto Antonio Arévalo.
El proyecto que coordina Florentino Pozo tiene como objetivos prioritarios mitigar los efectos del envejecimiento sobre muros y artesonados de madera mudéjar muy sensible a los efectos corrosivos de la humedad; contrarrestar el peso de las vigas sobre los muros ; y corregir las grietas que han ido apareciendo en diferentes zonas de la iglesia. "En los siglos XVI y XVII se puso de moda en Sevilla pintar las iglesias", dice Florentino Pozo, "y teníamos que cerciorarnos de que no había pinturas murales".
De las catas para esa comprobación y posterior descarte se encargó Maite Béjar, 34 años, barcelonesa de cuna, especializada en Florencia en Pintura Mural. Durante la visita técnica, trabajaba en uno de los arcos subida en una plataforma. Béjar participó en el levantamiento de la Fuente de los Peces de la Plaza Nueva.
Francisco Sánchez Rodríguez tenía 21 años cuando creó en Mairena del Alcor la empresa Sanrocon, que ha hecho trabajos de restauración por media Andalucía. "Lo más farragoso de la obra son los apeos de las vigas, dan mucho polvo y hay que evitar que se meta en los cuadros". En Mairena, el constructor conoció a Luis Sánchez Urbina, coadjutor de la parroquia, "párroco-albañil", le llama el constructor. "No he visto un cura al que le guste más el ruido de una hormigonera".
El párroco ya está diciendo misa en Santa Inés. La cuadrilla de obreros sigue trabajando en las torres móviles de aluminio. Con la puerta abierta de par en par. Junto a un mosaico con una sentencia de Jesúcristo que estremece al que se detiene y la lee: "Tened compasión de mí, al menos vosotros mis amigos".
La plaza de Cristo de Burgos, que preside la torre de San Pedro, suena como una de las futuras estaciones de Metro. El arqueólogo ni entra ni sale, aunque conoce el paño. Dirigió los trabajos en la línea 1 y ha participado en la redacción de los proyectos de las líneas 2 y 4. "Sevilla tiene un relleno malo; estamos en una zona de inundaciones del Guadalquivir".
Seis siglos de piedra y de fe. De los alarifes a las técnicas constructivas del siglo XXI. De las negaciones de San Pedro a las afirmaciones de un párroco que no esperó al maná de la Administración. Y el misterio de quienes han dedicado el verano a esta tarea. "Aquí hay mucho elemento oculto", dice Florentino Pozo. Y cuatro novios esperando el día 25.
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