"Airbus ha fichado a ingenieros marroquíes que estaban cogiendo naranjas en Brenes"

Son y están

Desde hace dos años está al frente de la entidad más importante y apreciada por los ayuntamientos sevillanos para la atención sociolaboral a los inmigrantes que llegan o ya han echado raíces. Marroquí de Tetuán y vecino de Valencina, su vida y su trabajo integran a diario las dos orillas de la desigualdad dentro y fuera de Sevilla

Omar el Hartiti, junto al puente de Chapina, en cuyos bajos está la principal sede de Sevilla Acoge.
Omar el Hartiti, junto al puente de Chapina, en cuyos bajos está la principal sede de Sevilla Acoge.

31 de enero 2010 - 05:03

LA labor de acogida, orientación laboral, formación, mediación intercultural, atención a menores o codesarrollo en los países de procedencia han convertido a la Fundación Sevilla Acoge en un referente nacional en la integración de los inmigrantes. La entidad creada en 1985 por pioneros como Reyes García de Castro, fallecida el pasado año, tuvo claro desde el principio que los nuevos sevillanos nacidos en otros países también tenían que participar en la gestión y dirección. Más del 60% de sus profesionales son extranjeros. De ahí que el marroquí Omar El Hartiti fuera elegido para tomar el relevo. Dos directores de área son la brasileña Ángeles Pacheco y el camerunés Albert Ayala.

Nacido en Tetuán hace 43 años, Omar es el primogénito de siete hermanos, en una familia de padre obrero de la construcción y madre ama de casa. Casado con una sevillana que es profesora de Antropología en la Hispalense, tienen un hijo de 11 años y viven en Valencina.

-¿Por qué emigró?

-Por motivos económicos. Al ser el primogénito, sufres más la presión familiar para buscar empleo. Dado el enorme paro en Marruecos, decidí dar el salto a España y dejar los estudios de Biología. Me marqué un plazo de seis meses, si fracasaba, volvía a proseguir la carrera. Estuve en Málaga, Valencia, Madrid y Barcelona, hasta que me asenté en 1991 en Almería, donde estuve hasta 2000. Y ya llevo diez años en Sevilla.

-¿Desde joven tuvo vocación por los asuntos sociales?

-Siempre me interesó el asociacionismo. En mi juventud tuve una fuerte conciencia reivindicativa, en un Marruecos carente de libertades políticas y sociales bajo Hassan II. La experiencia más impactante fue la revuelta estudiantil de 1984, que duró varios días en ciudades como Tetuán y Nador, y hubo muchos muertos por la represión. Estuve detenido tres días junto con otros compañeros.

-¿Cómo se especializó en el codesarrollo?

-Desde que empecé en Sevilla Acoge, le planteé a Reyes el desafío de no limitarnos a ser una entidad con centros de acogida, y abordar también en origen los males que dan pie a la inmigración. El codesarrollo valora que todos somos parte del problema y todos debemos ser parte de la solución, inmigrantes incluidos.

-Ponga un ejemplo.

-En 2002 identificamos una zona de Marruecos desde la que llegaba mucha gente a Sevilla, es Zinat, a unos 40 kilómetros de Tetuán. Contamos con los propios inmigrantes para estudiar qué necesidades hay allí, y abordamos un plan que después hemos puesto en marcha también en Senegal y en Bolivia: iniciativas en infraestructuras, salud, educación y formación. Conseguimos apoyo económico desde España y desde cada uno de esos países, y participan tanto quienes viven allí como los inmigrantes en Sevilla (por ejemplo, aprovechamos a los que viajan muchas veces al año entre Marruecos y España). Aportan su conocimiento para hacer lo verdaderamente prioritario, y hacerlo del modo adecuado. Eso contribuye a que todos nos impliquemos, así el inmigrante no sólo se ocupa de enviar dinero a su familia, participa en acciones que en Zinat ayudan a 3.000 personas. Para ellos es un motivo de honda satisfacción, sentir el orgullo de que ponen su grano de arena para una iniciativa favorable a su comunidad.

-¿Es una tendencia al alza?

-Sí, forma parte de la evolución de las ONG. Ahora afianzamos otro proyecto en Marruecos: tres centros de atención a menores de la calle, que abundan mucho en Tetuán no sólo por la población autóctona sino por todos los que llegan para dar el salto a Europa. Antes lo predominante en estos temas era el espíritu caritativo. Pero a mucha ayuda al desarrollo no se le ha sacado el partido que exigía la gran suma de dinero recabada porque, cuando llega la hora de concretar, faltaba el saber hacer.

-¿Los políticos les piden ayuda?

-Somos la primera asociación a la que acude la mayor parte de las instituciones públicas, ya sean gobernadas por el PSOE, el PP, el PA o IU. Es normal, en los ayuntamientos no tienen nuestro nivel de especialización. Ahora tenemos más demanda por parte de las instituciones de la que podemos atender.

Y saben que los inmigrantes van a seguir llegando, el flujo no hay quien lo pare. Pero hay que paliarlo. Y menguar el diferencial de bienestar. Tenemos que aumentar y mejorar las campañas de sensibilización para ensanchar la base social de apoyo. La población sevillana es solidaria. Pero hay tanto por hacer que es imposible ser autocomplaciente.

-¿Les han recortado el presupuesto?

-Sí, las instituciones han reducido las ayudas para 2010 e incluso hemos tenido que recortar personal. Ahora tenemos entre 40 y 45 empleados. La gran paradoja es que durante la crisis hay que multiplicar la atención social y la prevención de problemas y, sin embargo, es cuando se recortan más los programas sociales. Hemos contratado a una profesional sevillana del sector bancario, para dedicarse en exclusiva a atender la gran demanda de ayuda por parte de inmigrantes ahogados por las hipotecas que ahora no pueden pagar. Muchos están perdiendo los pisos en los que invirtieron sus ahorros, o lo pasan realmente mal para salvarlos como sea.

-¿La existencia de entidades como Sevilla Acoge ha logrado que los años del 'boom' de la inmigración no hayan acarreado en Sevilla graves conflictos de convivencia?

-Sí, en lo que va de siglo la organización ha crecido mucho. Estamos presentes en Alcalá de Guadaíra, Castilleja de la Cuesta, Dos Hermanas, Bormujos, La Rinconada y Utrera. En la capital, además de nuestra sede central bajo el puente del Cachorro, tenemos sedes y actividades en Su Eminencia, Bellavista, Macarena y San Jerónimo, con mediadores dedicados sobre todo a los jóvenes en su integración educativa, laboral y social.

-¿Quién busca trabajadores a través de su organización?

-Hay empresas que apuestan por los inmigrantes. Por ejemplo la hostelería, donde en algunos lugares está de moda que haya variedad étnica atendiendo a los clientes. También en la recepción de los hoteles. Pero también nos llaman desde compañías de seguros, de atención telefónica, de informática, etcétera, que buscar perfiles laborales muy específicos, y son conscientes del grado de compromiso y esfuerzo de un trabajador extranjero, que se implica mucho más porque quiere ir hacia arriba y no se puede permitir el acomodarse. Por ejemplo, Airbus nos pidió datos para buscar ingenieros y técnicos que residieran en Sevilla. Sé de un par de ingenieros marroquíes que estaban cogiendo naranjas en Brenes y ahora trabajan con ellos.

-La segunda generación, jóvenes sevillanos de padres inmigrantes, ¿se está viendo marginada social y laboralmente?

-Es un riesgo elevado. Los hijos se sienten sevillanos, lo son sus amigos del colegio o del barrio, y no pueden entender que un Gobierno les recomiende que se vayan porque hay poco trabajo. Ésta es su tierra aunque el color de la piel o sus creencias no sean las mayoritarias. Los inmigrantes quieren vivir aquí sean épocas de vacas gordas o flacas. Son sacrificados y están dispuestos a compartir sacrificios con los españoles de nacimiento. Están sujetos a una Ley de Extranjería que está más obsesionada con el control y la concesión de documentos que con la integración.

-¿Qué opina de la mezquita que ahora quiere edificarse en San Jerónimo tras descartarse en Los Bermejales?

-Soy musulmán no practicante. Lo importante de un templo no es su tamaño sino que sirva para consagrar el derecho constitucional a la libertad religiosa. A la vez que se rechaza ese proyecto, en Sevilla hay abiertas a diario mezquitas en el centro, en Macarena, Bellavista y Su Eminencia, y no pasa nada, son lugares de culto que no generan el más mínimo problema de convivencia vecinal y que no han tenido el bombo de la que apadrina el Ayuntamiento, que no ha sabido explicar el tema ni tomar decisiones con firmeza en un contexto adverso por la islamofobia.

-¿Marroquíes y saharauis se relacionan dentro de Sevilla Acoge? ¿Cómo se vive un conflicto como el suscitado por Aminatu Haidar?

-La relación es buena. Hay saharauis dentro de la organización y también como usuarios. Nuestro responsable de orientación laboral era un saharaui. Cuando necesitamos hacer una reforma en la sede de un centro de acogida, se ofreció un saharaui que tiene una pequeña empresa de construcción. Hay familias que me buscan para que yo, marroquí, les solucione su problema. Incluso cuando hay tensión política como en el caso Haidar, eso no se traslada a la relación entre los inmigrantes, que entre sí ven y comentan este tema desde el punto de vista humanitario, sin verse arrastrados por las estrategias de los gobiernos.

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