Un 'cofre de luz' para El Carambolo
Vázquez Consuegra gana el concurso para remodelar el Arqueológico, el edificio de Aníbal González que dará cobijo al tesoro tartésico y se abrirá al Parque de María Luisa
La tercera vía continúa abriéndose camino. La singular filosofía sobre la rehabilitación de edificios históricos defendida por el arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, consistente en recuperar inmuebles de notable valor patrimonial por analogía subjetiva, huyendo tanto del pastiche historicista como de la reproducción mimética, logró ayer darle la victoria en el concurso convocado por el Ministerio de Cultura para remodelar el Museo Arqueológico de Sevilla, un edificio de 1917 diseñado por Aníbal González.
La propuesta de Vázquez Consuegra, fiel a su estilo, recupera el inmueble heredado -pabellón de Bellas Artes durante la Exposición Iberoamericana de 1929-, catalogado además como Bien de Interés Cultural, para potenciar su uso como contenedor cultural. No en vano, en su semisótano, que con la reforma ganará un metro más de altura, está previsto que se exponga de forma permanente el tesoro original de El Carambolo. Hasta ahora lo que usualmente puede contemplarse en dicho museo -con excepción de la exposición temporal extraordinaria programada hasta el día 10 de enero- es una réplica exacta de este antiguo ajuar funerario, de origen tartésico.
El proyecto del arquitecto sevillano, que hace unas semanas se impuso también en el concurso convocado en Barcelona para reconvertir las Atarazanas de Sevilla en un Caixa Forum, trata de devolver al edificio parte de su antigua espacialidad -hipotecada por la construcción de forjados intermedios y una entreplanta- y utilizar el vestíbulo principal -conocido como el óvalo- como elemento vertebrador de la reforma. A partir de aquí, se distribuyen los distintos usos museísticos (permanentes y temporales), cuya ordenación se ha concebido utilizando un complejo sistema de iluminación en el que se fundamenta todo el discurso expositivo. El programa de usos incluye una cafetería, tienda y un auditorio para 150 personas.
Los dos elementos más trascendentes de la remodelación, sin embargo, tienen que ver con el entorno urbano donde está ubicado el edificio. En primer lugar, Vázquez Consuegra construye en la fachada posterior del inmueble un nuevo sistema de comunicación vertical (ascensores y escalres), hecho de vidrio y acero, que permite sacar todos estos elementos del edificio actual y conectar entre sí las distinta plantas. Sobre esta arriesgada decisión se construye el resto del proyecto, cuya característica más notable es su vocación de apertura hacia el exterior. En efecto, la gran aportación del nuevo museo tiene que ver con la idea de Vázquez Consuegra de intentar que el edificio de Aníbal González, cegado en casi todo su perímetro, se convierta en un objeto transparente. De dentro afuera (desde el museo al Parque de María Luisa) y de fuera hacia adentro. La fórmula elegida consiste en remodelar algunas de las antiguas logias del inmueble de forma que la luz exterior entre en el interior y parte de los espacios ciegos queden iluminados de forma natural. Los nuevos cerramientos serán de vidrio transparente y contarán con un sistema de atenuación y control de la luz. Esta aportación contemporánea al edificio del 29, que convertirá el Arqueológico en un cofre de luz (en el sótano oscuro y en las dos plantas restantes deslumbrante), no se aplicará a todo el itinerario expositivo, sino a determinadas zonas del inmueble.
Otros elementos de la reforma tienen que ver con el funcionamiento interior del inmueble. Vázquez Consuegra introduce en el óvalo dos pasarelas curvadas y abre nuevos vanos en el frente interior del vestíbulo. Incluida la puerta central, tradicionalmente cerrada. Tras la remodelación permitirá contemplar los jardines del Parque de María Luisa.
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